El 10 de junio de 1971 es una fecha que no se olvida en la memoria del pueblo. La matanza perpetrada contra estudiantes que volvían a salir a las calles después de la represión de 1968, significó que el PRI Gobierno -en ese entonces personificado por el presidente Luis Echeverría-, ratificaba a todas luces que no había caminos para la participación política de la juventud fuera de los estrechos canales oficiales y corporativos del sistema. 

Jesús Martín del Campo, protagonista y sobreviviente de esa matanza, -quien perdió a su hermano Edmundo aquella triste tarde-, narró: 

“Se convocó a una manifestación para el 10 de junio a las 4 pm. El punto de salida era del Casco de Santo Tomás y el de llegada el monumento a la Revolución. Asistieron entre 8 y 10 mil estudiantes. Por acuerdo de los representantes de los comités de lucha encabezaría la marcha el contingente de la Escuela de Economía. Así fue. La marcha partió de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y se dirigió hacia avenida de los Maestros, donde en dos ocasiones fue interceptada por policías quienes, finalmente, dejaron libre el paso a un costado de la Normal. La marcha continuó hacia la calzada México-Tacuba, donde se encontraban parapetados cientos de individuos, quizás más de mil, dispuestos a detener a toda costa la marcha. Eran los halcones.

“La manifestación fue cercada. Centenares de estudiantes fueron baleados, decenas muertos por balas disparadas por esos halcones, tanto a nivel de calle como desde los edificios donde algunos se colocaron como francotiradores. Así entraron en acción los halcones, grupo paramilitar patrocinado por el gobierno de Echeverría. Los periodistas nacionales y extranjeros que cubrían la marcha también fueron agredidos. A muchos, además de golpearlos, les quitaron cámaras y sus rollos fotográficos para que no quedara huella de la masacre. Algunos reporteros gráficos evadieron a los policías y paramilitares salvando las imágenes de las acciones criminales que el gobierno ordenó esa tarde.

“Por los datos recabados desde entonces se sabe que hubo más de 60 muertos, 150 heridos y cerca de 300 detenidos. Al hospital Rubén Leñero llegaron agentes de policía y halcones para llevarse heridos o ultimarlos ahí mismo. Al otro día de la masacre el regente de la ciudad, Alfonso Martínez Domínguez, declaró “los halcones son una leyenda” (Martín del Campo, la Jornada, 2021).

Después del 2 de octubre de 1968, sectores del movimiento estudiantil se plantearon que la vía democrática estaba cerrada para su generación, y optaron por buscar otros caminos inspirados en la vía revolucionaria, para ello se adentraron en sus comunidades originarias, participando en proyectos políticos insurgentes. Por ello “El Halconazo, lejos de ser una masacre más en una cadena repetitiva, formaba parte ya de un nuevo ciclo de violencias de Estado, inscrita en un contexto contrainsurgente que se iba fortaleciendo”. De acuerdo al documental “Fuimos revolución”. 

Los hechos en San Cosme, fueron también un eco, una respuesta solidaria a las demandas de los estudiantes de la UANL, que se encontraban en huelga para lograr una nueva Ley Orgánica: “A finales de la década de 1960, en la UANL profesores como estudiantes presentaron una ley orgánica donde se proponía un gobierno paritario. Gracias a ésta llegó a la rectoría Héctor Ulises Leal Flores en 1971. En total desacuerdo, el gobierno redujo los presupuestos y obligó al Consejo Universitario a aprobar un nuevo proyecto de ley donde se suprimía la autonomía de la universidad. Por ello, los estudiantes salieron a las calles a manifestar su descontento y, quienes integraban el comité estudiantil, pidieron a las demás universidades del país su apoyo. Tanto la UNAM como el IPN respondieron, decidieron unirse y realizar una manifestación masiva el 10 de junio de 1971.” (CNDH). 

Tres años después de la matanza de Tlatelolco, la movilización estudiantil en todo el país, y en especial en la capital de la república, estaba casi extinta por la abierta represión que seguía imperando desde el Estado. En este contexto de estigmatización y miedo inducido hacia los estudiantes resultó sobresaliente que fuera en Monterrey, el punto donde emergieran las movilizaciones que rompieran la pax impuesta con sangre el 2 de octubre de 1968.

Durante el mes de abril de 1971 estalló la huelga de estudiantes, docentes y trabajadores de la UANL. Con la huelga se instaló una Asamblea Universitaria en apoyo al rector destituido Héctor Ulises Leal Flores, misma que pretendía ejercer los principios de cogobierno y democratización de la institución sostenidas por el rector.

El 19 de mayo se organizó el desalojo de la rectoría por medio de la provocación de grupos de choque y la participación de granaderos del gobierno de Nuevo León, quienes terminaron desalojando a la Asamblea de todas las sedes de la UANL. Esta efervescencia no pasó desapercibida en las instituciones universitarias de la Ciudad de México, respondiendo rápidamente en las escuelas del IPN y de la UNAM, a los llamados a solidarizarse con la huelga de los estudiantes de Nuevo León. 

En las asambleas estudiantiles en la Ciudad de México previas a la marcha del 10 de junio, no había sido fácil al interior del movimiento aprobar la realización de la misma, pues permanecían las dudas e incertidumbre por el fantasma de la represión cruenta de 1968; pero fue precisamente la fraternidad y generosidad de los jóvenes con sus iguales de otras latitudes, la esperanza de mantener la lucha por libertades democráticas, resistir y no claudicar, que los llevó a ejercer su derecho de expresarse y salir a las calles. Sin embargo, las sonrisas, las pintas, las consignas, las mantas, la alegría de luchar se enfrentaron aquel 10 de junio con el infranqueable muro de la represión y el autoritarismo; esta vez con el rostro de “Los Halcones”. 

Diversas voces han señalado que el genocidio del 10 de junio de 1971 no debe prescribir; no obstante, durante el régimen de Vicente Fox, en la época de auge del maridaje del PRIAN, los regímenes neoliberales maniobraron para supuestamente indagar los hechos, pero a su vez brindar impunidad a Echeverría y los autores intelectuales y materiales de “El Halconazo”. En un acto de simulación lograron encubrir a Echeverría, quien hoy tiene más de cien años de edad. 

“Los gobiernos autoritarios de la época de México, de los años 60, 70 y todavía los 80 fueron muy similares a las dictaduras de América del Sur. Sin ser golpes militares se actuaba. La preponderancia de las fuerzas armadas era fortísima y se actuaba en contra de la disidencia con igual autoritarismo y con la idea de aniquilamiento que existió en Chile, Argentina y Uruguay. Y lo que ocurre es que aquí se reprimió con mucha saña a las manifestaciones que eran pacíficas, totalmente pacíficas”, ha sintetizado sobre aquellos años el periodista José Reveles.

A 51 años de aquella triste jornada, queda vigente en el pueblo el reclamo de justicia. Los sobrevivientes a la masacre no han quitado el dedo del renglón y siguen movilizándose en diversas trincheras. Nunca triunfará el olvido, pues no se podrían comprender los actuales días de transformación, sin la lucha sembrada en las poderosas utopías de aquellos jóvenes. 

Leopoldo Ayala, poeta y activista nació el 14 de enero de 1939 y murió el 8 de junio de 2018. Participe de aquellos días de lucha, dolor, rabia y también de infinita e interna esperanza, escribió: “Yo acuso a mi país por no lanzar sus cuerpos como cuchillos afilados y acometer como mariposas heridas”.