Redacción

China intensifica las penalizaciones contra deudores morosos, privándolos de servicios esenciales como el acceso a trenes de alta velocidad y hoteles de categoría, en un intento por sancionar a aquellos que no cumplen con sus obligaciones financieras. Estas medidas se presentan en un contexto donde el país enfrenta un creciente endeudamiento personal que supera los 11 billones de dólares, cifra significativa en una nación donde los ingresos son considerablemente bajos.

La situación de Qin Huangsheng, una trabajadora de fábrica que ahora lidia con una deuda de 40.000 dólares (USD) con un salario base de 400 dólares mensuales, ilustra la dura realidad de muchos chinos que, como resultado de esta política, se ven obligados a utilizar medios de transporte más lentos y enfrentan restricciones de consumo y movilidad. Según el diario The Wall Street Journal, el número de personas incluidas en la lista negra gubernamental de morosidad ha aumentado en un 50% desde fines de 2019, alcanzando los 8,3 millones.

El autor del artículo expresa lo que a diario se repite en millones de chinos: “En los trenes lentos y viejos en los que le toca viajar, Qin a veces mira a los demás pasajeros y piensa: ‘Me pregunto si serán todos malos deudores como yo’”.

Las consecuencias económicas de la acumulación de deuda personal son amplias. La inversión en consumo está siendo opacada por la necesidad de cubrir deudas, lo cual repercute directamente en el crecimiento económico del país. A pesar de un alza del 4.7% en las ventas al menudeo de bienes de consumo durante el primer trimestre, este incremento se queda corto frente al crecimiento económico total del 5.3%, lo que refleja una tendencia conservadora en el gasto familiar provocada por el temor a las sanciones por morosidad.

Empresas occidentales como Apple, Estée Lauder y General Motors han informado de una disminución en sus ventas en China, indicando el impacto directo de la presión financiera sobre el consumo. Este escenario está forzando al gobierno a enfocarse en impulsar la manufactura y las exportaciones como medio para sostener la economía, incrementando las tensiones comerciales con Occidente.

Un mercado negro ha emergido para sortear las restricciones impuestas a los deudores morosos, mostrando la extensión del problema y la creatividad de los ciudadanos para contrarrestar las limitaciones de movilidad y acceso a servicios básicos. La detención de un deudor que intentaba evadir estas restricciones revela la seriedad con la que se aplican estas medidas, de acuerdo al artículo escrito por el periodista Brian Spegele.

Expertos, como Li Shuguang, destacan la urgencia de implementar un sistema de bancarrota personal en China, argumentando que este mecanismo promovería una redistribución de la riqueza más equitativa al obligar a acreedores y deudores a compartir las pérdidas derivadas de préstamos incobrables.

El ascenso del endeudamiento personal se vincula en gran medida al auge inmobiliario del país y al incremento del uso de tarjetas de crédito y líneas de crédito personal para cubrir gastos ante una economía que muestra signos de estancamiento. Aunque la posibilidad de una crisis financiera al estilo de los Estados Unidos parece lejana, debido al control estatal del sistema bancario, la prevalencia de deudas personales excesivas representa un desafío considerable para la lideranza china.

Para personas como Qin, el acceso fácil al crédito resultó contraproducente. A pesar de sus intentos por solventar sus deudas y mantener un estilo de vida modesto, la imposibilidad de declararse en bancarrota la deja en una situación precaria, obligándola a buscar alternativas creativas para su supervivencia financiera.