La elección municipal del pasado 1 de junio en Veracruz no fue una jornada cualquiera: marcó una lección para Morena, con un quiebre en el dominio que venía ejerciendo en la entidad.

Aunque el partido gobernante sigue siendo fuerte, los resultados muestran que su hegemonía ya no es incuestionable. Morena y sus aliados retrocedieron con claridad, pasando de 103 municipios ganados en 2021 a apenas 84 este año. No es una derrota rotunda, pero sí una advertencia de que el respaldo popular no es eterno y que el desgaste del poder empieza a sentirse.

Qué caro le costó a Morena su soberbia al no querer ir en alianza formal con el PT que se cansó de cederle candidaturas y decidió mostrarle músculo. No lo hizo mal.

Se acabó el apoyo incondicional petista, que al igual que pasó con el caso del intento de desafuero de Cuauhtémoc Blanco, mostró tener una propia personalidad.

En estas elecciones intermedias, otra vez el PT se negó a someterse, y pronto comenzaron los roces y reproches: los petistas acusaron a Morena de imponer decisiones, de no tomarlos en cuenta ni siquiera en el uso de la palabra durante los procesos internos. El resultado fue una contienda fragmentada, sin cohesión, donde la arrogancia de Morena terminó debilitando su fuerza electoral. Ahí están los tristes y pobres resultados para el partido que gobierna el país y que tantas veces se ha jactado de contar con el respaldo mayoritario del pueblo. Esta elección debería servir como un llamado de atención para no despegar los pies de la tierra.

Los resultados de la contienda jarocha le pasaron factura a un Morena que parece haber creído demasiado en su invulnerabilidad. El efecto López Obrador, que benefició a Claudia Sheinbaum en la elección presidencial, ya no garantiza triunfos automáticos en lo local. Esa inercia es cosa del pasado. Si Morena quiere mantenerse como fuerza dominante, debe centrarse en el presente, escuchar a su base y corregir errores. Estas elecciones intermedias han sido, sin duda, un buen jalón de orejas. La pluralidad que reflejan los comicios en Veracruz no es solo un cambio de nombres, es una exigencia ciudadana de gobiernos que estén verdaderamente a la altura.

Y Sepa La Bola pero guste o no la CNTE sigue siendo un actor clave en el ámbito político y social, destacando por sus movilizaciones y, en algunos casos, acciones radicales como las protagonizadas por la CETEG, que recientemente causó daños en instalaciones del SNTE y la Secretaría de Gobernación. Estos hechos reflejan divisiones internas y dificultan la construcción de una agenda clara.

Aunque la CNTE ha planteado demandas históricas como mejores salarios, abrogación de la Ley del ISSSTE de 2007 y la democratización sindical, la violencia y falta de coordinación entre sus secciones complican el diálogo con el gobierno.

La confrontación ha sustituido al diálogo, y esto impide avanzar en soluciones reales para el sistema educativo. Sin canales efectivos de negociación, se perpetúa un ciclo de protestas sin resultados, mientras desquician la ciudad y afectan a sus habitantes. Veremos cómo reaccionará el Gobierno Federal, a quien parece que los docentes insisten en picar la cresta, vaya usted a saber con cuál objetivo.