El PRD realizó su acto público fundacional el 5 de mayo de 1989 en el Zócalo capitalino, el ex candidato al gobierno de Tabasco, Andrés Manuel López Obrador, intensificó la construcción del partido- movimiento en aquel estado.
Rompió con la tradición de los partidos satélites que en los estados del interior del país solo utilizaban el registro institucional para subsistencia personal y coyunturas electorales, y con la vieja escuela de la izquierda anclada en el sectarismo y la sobre-ideologización.
AMLO se volcó al trabajo territorial comunidad por comunidad, reinaugurando su estilo de tocar y tocar puertas de viviendas para llevar el mensaje directo a la gente y no de consumirse en hacer antesala con los grupos de interés, dando continuidad a una línea democrática que había intentado al interior del partido de Estado antes del tsunami de 1988, pero ahora vislumbrando la organización política como instrumento del pueblo para el cambio social.
El historiador Adolfo Gilly reflexionó sobre los postulados del PRD:
“La revolución democrática se propone la autorganización de la sociedad desde sus diferentes comunidades (de trabajo, de estudio, de vivienda, de territorio, de actividad temática, de inclinación artística o cultural) para inventar y construir, en la sociedad, en el trabajo, en el estudio y en el tiempo libre, en pleno respeto a las opciones e inclinaciones de cada individuo, una modernidad libre y solidaria.
“No hace mucho leí en uno de los muros internos de la ex hacienda de Atlihuayan, donde los zapatistas tenían su fábrica de cartuchos, una inscripción que dice: “Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Ejército Libertador del Sur. General Emiliano Zapata. Abril 7, 1918”. Acorralado ya para esas fechas, el zapatismo mantenía tenazmente sus banderas fundadoras, sin las cuales la Constitución de 1917 no sería la que es ni México tampoco.
“El liberalismo radical y el socialismo libertario, siempre entrelazados en las ideas y en la historia de las luchas políticas y sociales mexicanas, aparecen unidos en ese lema. Si, como lo hicieron los zapatistas en su tierra y en su tiempo, esas grandes y sencillas ideas de justicia y libertad se organizan en la mucho más compleja sociedad mexicana de nuestros días, ésta podrá finalmente afirmar su prioridad sobre el Estado y el mercado y decidir ella misma, en democracia, sus destinos económicos, políticos, culturales y nacionales.
“Para que el PRD supere los riesgos de quedar como una simple maquinaria política de participación electoral, para consolidarse como el partido del profundo movimiento de la sociedad que le dio origen, necesita todavía formular el programa y seguir construyendo la práctica en los cuales se expresen, hoy, aquellas ideas. Esta sigue siendo la gran cuestión abierta”. (Gilly, 1990).
Desde entonces, ha estado presente el dilema de un partido electoral o partido- movimiento, pero si alguien ha puesto en práctica la idea de partido- movimiento es AMLO, lo hizo como presidente de Tabasco, como presidente nacional del PRD, y años más tarde como dirigente y presidente de Morena. AMLO resuelve así el dilema: “bajo el siguiente principio: en tiempos de lucha electoral, actuaremos como partido; en tiempos de lucha no electoral, como movimiento. Así, de 1989 a 1991, los militantes indígenas de la Chontalpa se movilizan para exigir que Pemex los indemnice por los daños que está causando en los ejidos”. (Avilés, 2012).
La persecución brutal de Carlos Salinas al PRD, sus golpes político mediáticos, la implementación de una política clientelar masiva a través del Programa Nacional de Solidaridad o PRONASOL (acompañada de una intensa campaña mediática), la guerra sucia contra todo lo relacionado con Cuauhtémoc Cárdenas (operada desde el diario oficialista El Nacional), la cooptación de cuadros y partidos que habían apoyado al FDN en 1988 como Rafael Aguilar Talamantes y el PFCRN, las concertacesiones con el PAN (en 1989 se les reconoció en BCN el primer triunfo en una gubernatura mientras al PRD se le hizo fraude en su bastión Michoacán), las privatizaciones que congratularon a la oligarquía del país, la difusión del correlato mexicano a través de intelectuales orgánicos como Octavio Paz y Héctor Aguilar Camín de que la caída del Muro de Berlín significaba el fin de la viabilidad todo proyecto de izquierda, fueron factores que convergieron en un escenario desfavorable para la oposición cardenista al inicio de la década de los noventa.
El reflujo del movimiento, la carencia de recursos, el inicio de las luchas tribales, la autofagia de la izquierda y el apostar todo al capital político que representaba el Ingeniero Cárdenas sin hacer cada quien su propio trabajo, avizoraban un panorama negro para las elecciones intermedias de 1991.
Para las clases populares, la inflación galopante y la pérdida del poder adquisitivo seguían haciendo mella, en enero de 1989 en la CONASUPO un kilo de naranja costaba 760 pesos, un kilo de plátano 1280 pesos, un kilo de tocino 8 mil 199 pesos, un kilo de jamón horneado 11 mil 701 pesos, un suéter 61 mil 333 pesos.
Solo había un lunar de resistencia y organización, en el trópico Andrés Manuel López Obrador agrupaba las luchas populares, cada visita de Salinas se pasaba del discurso hueco que caracterizaba a la mayoría de los dirigentes perredistas a la práctica concreta de realizar acciones, mítines, pintas, rechazando la presencia del usurpador.
Tal fue el contraste del trabajo en Tabasco con el resto del país, que el 18 de noviembre de 1990, en la parte final del primer Congreso Nacional del PRD, refiere Martí Batres una nota de Alejandro Caballero de La Jornada donde: “Cuauhtémoc Cárdenas tomó la palabra y dijo que había “un hombre en especial que había aportado ideas, iniciativas, esfuerzo y compromiso… Yo propongo a Andrés Manuel López Obrador para la presidencia del partido….” (Batres, 2000). Andrés Manuel agradece el gesto, reitera su convicción verdadera de respaldar la lucha y conducción del Ing. Cárdenas al frente del proyecto, y con más bríos se concentra en Tabasco.
El régimen no le acepta al PRD que el logo del sol azteca tenga los colores de la bandera como era su diseño original y aparece en la boleta de 1991 con un logo en blanco y negro, que en el mejor de los casos “parecía una araña patona” decía la gente. En aquellos días, cientos de personas participamos en la rifa de una casa y automóviles para financiar la campaña, que en la ciudad encabezó Heberto Castillo, con emoción se recuerda su presencia en el atiborrado auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde blandía la Constitución que había sacado del bolsillo de su saco y decía sentirse nervioso, con voz quebradiza sentenciaba: “este libro que siempre llevo conmigo condensa las causas por las que dio su vida el pueblo revolucionario de México, por ello lo defendemos…”
Carlos Salinas no se durmió en sus laureles, entre 1989 y 1991 con “mucha política, más política y más política” como solía decir dio rienda suelta a la construcción de un espejismo social fundamentado en el programa Solidaridad, puesto en marcha desde el 2 de diciembre de 1988.
Las principales líneas de acción de Solidaridad fueron: rehabilitación y construcción de escuelas, organización de la población para introducir agua potable a sus comunidades, introducción de servicio eléctrico en comunidades rurales, rehabilitación y construcción de hospitales, pavimentación de colonias populares, entrega de más de 2 millones de escrituras y títulos de propiedad en zonas irregulares, instalación de más de 14,000 tiendas de abasto comunitario. Todo ello concentrado en un esquema de participación clientelar, incluso se llegó a pensar que la estructura de Solidaridad relevaría al anquilosado PRI con un nuevo partido; no es menor que en el seno salinista había una vertiente formada en el maoísmo y la idea de penetración territorial.
1990 fue un año clave para Salinas, que privatizó Telmex a favor de Carlos Slim; también se ejecutó la privatización de la banca mediante una reforma constitucional a los artículos 28 y 123 aprobada el 21 de mayo en la Cámara de Senadores. Las negociaciones formales del Tratado de Libre Comercio iniciaron ese mismo año y continuaron durante los próximos tres.
Los comicios federales intermedios fueron un balde de agua fría para el PRD. Había una expectativa interna basada en la fantasía en que los votos por Cárdenas en 88 se traducirían automáticamente en votos para el naciente partido y no leyeron la operación social, política y electoral que había emprendido el salinismo desde Solidaridad.
En el proceso intermedio de 1991, para Senadores de la República el PRI obtuvo 58.66%, el PAN 16.87%, y el PRD el 8.18%; en el caso de los Diputados Federales de mayoría relativa el PRI 58.47%, el PAN 16.82% y el PRD 7.91%. En el Distrito Federal el PRI obtuvo 43.66%, el PAN 18.80% y el PRD 11.52%. Después de la insurgencia cívica del 6 de junio de 1988, en 1991 el agua parecía retomar su cauce, los resultados sumieron a la dirigencia perredista en la debacle, la inanición y el pesimismo.
Llegó nuevamente el proceso local de Tabasco en octubre de 1991. Se realizaron elecciones municipales. Escribe AMLO: “Y como se resistían a reconocernos el triunfo en Cárdenas, el segundo municipio en importancia en el estado, decidimos protestar en forma pacífica y emprendimos una caminata a la Ciudad de México a la que llamamos “Éxodo por la Democracia”. En ese entonces, optamos por evadir el acoso y caminar con la gente en vez de quedarnos en Tabasco, donde querían reprimirnos. Al final salimos bien porque acabaron reconociendo el triunfo en Cárdenas y algunos municipios del estado de Veracruz, donde también se habían unido a la protesta. Por primera vez, el PRD ganó un municipio en Tabasco pero tras una larga lucha”. (López Obrador, 2007).
El Éxodo por la Democracia camina bajo sol, viento, frío y lluvia mil 90 kilómetros de Villahermosa a la Ciudad de México, en 50 días del primer peregrinar por la esperanza.
Con mucho esfuerzo “AMLO consiguió revertir los triunfos del PRI en Cárdenas, Jalpa, Nacajuca y Teapa. En Cárdenas, una población muy importante, el PRI había triunfado por más votos que los registrados en el padrón electoral. Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de Gobernación, aceptó crear un Consejo Municipal en Cárdenas encabezado por el candidato (opositor). “Primer triunfo de la oposición en la historia de Tabasco.” Paradójicamente el municipio que lleva el nombre del General y Presidente más querido de México del siglo XX, significó la punta de lanza de una fuerza social emergente que aglutinaba campesinos, indígenas, profesionistas, amas de casa, viejos militantes de izquierda, y líderes comunitarios hartos del régimen priista.
*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.