Por : Jhad
Eras una figura muy brillante. Luchadora social, firme, fuerte. Tenías liderazgo. Eras la más inteligente, la mejor amiga, la mejor política y con un gran futuro.
Iniciaste en la universidad con el germen de la igualdad, la solidaridad y la lucha sindical. Ahí, el STUNAM fue tu inicio hacia nuevos horizontes.
Eres una economista brillante, eso no hay duda, pero eras mejor política. Te arropaste a un grupo muy fuerte para fundar en 1989 al PRD. Desde ese partido te encaminaste hacia una diputación en 1994.
Después el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas te agregó a su equipo de trabajo en el primer gobierno del Distrito Federal elegido por votación, donde destacaste por tu impecable austeridad.
Eras una mujer de izquierda, coherente, admirable y progresista. Como jefa de gobierno tuviste muchas controversias, aun así, tu saldo fue positivo.
La Ley Robles es una de tus mejores aportaciones. Permitir el aborto en el Distrito Federal te ganó muchos aplausos.
En diciembre de 2005 apoyaste la candidatura para jefe de gobierno a Andrés Manuel López Obrador para que el PRD continuara gobernando la ciudad de México.
Con el dulce sabor que da el poder comenzaste a tomar decisiones equivocadas. Dejaste que mucha gente negativa te rodeara. El poder te empezó a marear. Te creíste invencible. Supongo que nunca te diste cuenta.
Te aliaste con Carlos Ahumada y fortaleciste relaciones con Sosamontes, Zebadúa, Imaz y mucha más gente que seguramente te contaminó. Tu transformación empezaba a causarte problemas.
Después te volviste comentarista, escribiste en el periódico Milenio, realizaste una ligera incursión como actriz en la exitosa obra los monólogos de la vagina y te convertiste en una impulsiva compradora de ropa y bolsas de lujo.
Tus faldas finas, siempre las traías bien puestas, eso sí.
El 4 de septiembre de 2012 se inició el camino hacia tu perdición.
El entonces presidente Enrique Peña te llevó a su gabinete donde te hiciste más famosa con la frase “No te preocupes Rosario”.
Las investigaciones de grandes periodistas revelaban que en tus terrenos se llevaban a cabo grandes movimientos muy oscuros. El dinero público se desviaba hacía manos perversas e impunes.
Nunca lo aceptaste. Te enojaste. La soberbia te encegueció. Pensaste que nada pasaría y hasta retaste a la opinión pública con desplantes de diva ofendida.
En el sexenio de Peña Nieto, Rosario terminaste de cambiar de piel. Te volviste cómplice de muchas atrocidades y de muchas estafas maestras. De aquella luchadora social que fuiste, no queda nada.
Hoy, duermes en una prisión muy democrática, donde todas las presas son iguales. De inicio son dos meses. Habrá que esperar el desenlace judicial para saber cuál es tu responsabilidad.
Tal vez salgas de la cárcel si tus abogados hacen un buen trabajo. Sí la fiscalía encuentra más estafas maestras, ese tiempo puede alargarse.
Mientras tanto, tu soberbia encontró quien la pusiera quieta. Simplemente te dijo: Así no Rosario, así no…