Por: Jhad
México es una tierra de campeones. De hombres y mujeres que llevan en sus venas sangre guerrera. La raza azteca es una casta divina, valiente e indestructible.
Dentro de esas múltiples habilidades, el deporte es una de las actividades donde se puede apreciar aún más esa herencia bendita. En el boxeo, la marca azteca es prácticamente una garantía de éxito y de historias que, por importantes, deben de contarse.
Salvador Sánchez Narváez nació el 26 de enero de 1959, en el pueblo de Santiago Tianguistenco, Estado de México.
En su adolescencia practicó la lucha libre pero el entrenador Agustín Palacios, lo convenció de que sus facultades físicas eran más aptas para convertirse en boxeador. Salvador aceptó el reto y su historia pugilística comenzó a forjarse.
Debutó el 4 de mayo de 1975. A partir de ese triunfo ligó 17 victorias más, que lo ubicaron como un brillante prospecto para ganar una corona nacional y posteriormente una internacional.
En 1977 sufrió la única derrota ante su compatriota Antonio Becerra, en una pelea por el título nacional pluma.
Sin hacer merma en su mentalidad, Salvador siguió su preparación y en 1980 recibió la oportunidad de disputar el campeonato mundial de peso pluma ante Dany “Coloradito” López.
El 2 de octubre, en el Memorial Coliseum de Phoenix, Arizona, Salvador dio la gran sorpresa al noquear en 13 asaltos a López, para proclamarse campeón mundial pluma del CMB., con tan sólo 21 años.
Defendió su título en 9 ocasiones, entre ellas la revancha con Dany López y la inolvidable pelea ante el boricua Wilfredo Gómez, el 21 de agosto de 1981. Su última pelea fue ante el ghanés Azumah Nelson en el Madison Square Garden.
La madrugada del 12 de agosto de 1982, Salvador Sánchez Narváez encontró la muerte en un accidente automovilístico. Tenía 23 años. En 1999 The Associated Press lo nombró como el tercer mejor peso pluma del siglo XX.
El pasado lunes 12 de agosto se cumplieron 37 años del fallecimiento de Sánchez. Un campeón de raza azteca.