Por Joel Hernández
En 1999 hubo una gran cantidad de basura musical rondando en los charts de popularidad. Había netamente de todo: Basura pop híper desechable, desde Britney hasta los Backstreet Boys, Cher, Ricky Martin y un gran etcétera.
La industria se agarraba a veinte uñas para entender ¿Qué chingados era Napster?
Y aunque Napster fue la bandera principal del “downloading” oficial, tuvimos a la par a Lime Wire, quien por alguna razón le valió un poco madre a la industria musical y después de que Metallica se pusiera sus moños para tronar a Napster, tuvimos Lime Wire para rato.
En eso estábamos, cuando de repente un tipo llamado John Anthony Gillis, se puso el nombre de Jack White y se emparejó con Meg, a quien eventualmente la llamó White.
Dos acordes que se convirtieron en tres y en cuatro, aunque… ahí se quedó todo, en la “simpleza”, dos miembros, una batería y una guitarra.
Meg White le daba de chingadazos de forma increíble a la batería, con una cadencia infinitamente femenina, pero al mismo tiempo con una seguridad espectacular.
Jack se montaba en acordes extraños, de esos que a huevo encajan en su perspectiva y lo hacía de forma maravillosa.
Nunca antes habíamos pensado que dos elementos generarían semejante desmadre. Jack lo había logrado: Que la batería y la guitarra se escucharán como una “verdadera orquesta de punk rock”.
El momento histórico en la música es imprescindible. No existía una banda de “blues” con tan pocos acordes que fuera tan buena.
Track por track los White Stripes daban una cátedra de virtuosismo forjando una extraña relación basada en la música. En 1996 Jack y Megan se convirtieron en esposos.
Meg aprendió a tocar en un año la batería, ¿Se imaginan la presión que debe de ser convertirse en el baterista de Jack? A Meg le valía un poco madre ese factor, ya que su relación iba más allá de la música.
Ellos tuvieron la oportunidad de poder afianzar a la banda y supieron tener paciencia para poder salir en forma al mercado.
El mundo en 1999 aún no estaba preparado para su icónica carrera que incluiría trancazos musicales como: Seven Nation Army, Fell in love with a girl, The Hardest buttom to button, el cover a Burt Bacharant, I just dont know what to do with myself, y Icky thumb, entre otros.
En 1999 no sabíamos lo que nos vendría y muy probablemente no lo hubiéramos entendido. Recuerdo todavía cuando salió el sencillo de Felt in love with a girl.
Me costó mucho trabajo entender que eran dos personas, “¿Cómo madres es que son dos personas haciendo ese desmadre?” No lo podía creer, recuerdo que trabajaba en una estación de radio y nos llegó el sencillo, alguien dijo: “ya lo escuché; están cabrones”. Pusimos al menos 4 veces el sencillo.
“Uta, suena increíble, pero no los veo llenando un estadio”, dijo uno de los mamones que programaban cierta parte de la estación.
Años después viví en Canadá, y los fui a ver a Vancouver, recuerdo que éramos unas 35 mil personas, un conciertazo. Solo ellos dos, sin nadie más, sin filtros, en estado de gracia.
Los White Stripes cumplen 20 años de haber lanzado aquél disco en 1999. Cuando el milenio se terminaba, cuando no sabíamos que podíamos ser más felices, cuando en medio de la basura musical, llegaron ellos, con algo completamente diferente, con energía, con decisión y con huevos.
Los White Stripes llegaron a su final (aparentemente) y todos nosotros seguimos escuchando su música en cualquier dispositivo que tengamos a la mano.
Tenemos amigos o conocidos que te dicen: “No, no los entendí”. Para mí es muy simple cuando alguien me lo dice, y pienso: “¿El pendejo soy yo por atreverme a hablar de los White Stripes con este pendejo?”
1999 nos dio la oportunidad de crecer y pensar que el futuro sería mejor y lo ha sido…
Jack tiene mucho que ver en ello.