Este 14 de febrero se conmemoró en el ex convento de Cuilápam, al sur de los valles centrales de Oaxaca, la vida y lucha de un general insurgente, un hombre del pueblo que llegó a ser presidente de México. En ese lugar fue fusilado el General Vicente Guerrero, consumador de nuestra primera transformación: la independencia política frente a España.
A diferencia de Agustín de Iturbide, “el otro consumador”, Guerrero provenía de los sectores populares más oprimidos dentro de la sociedad colonial: las llamadas castas o agrupamientos instaurados en la práctica, como un sistema de estratificación basado en la composición racial de los habitantes de la Nueva España. Durante la colonia existieron leyes particulares para la población originaria, y la población africana que llegó sujeta a esclavitud forzosa, era tratada con las consideraciones de la propiedad privada; los miembros de las castas ni siquiera figuraban en las disposiciones de las Leyes de Indias. Desde entonces, comenzó la negación de amplios sectores de la población.
En lugares como el pequeño pueblo de Tixtla enclavados en la Sierra Sur, donde nació el general Guerrero, se fueron gestando sociedades agrarias donde las distintas raíces culturales que coexistieron –americanas, africanas, asiáticas y europeas- significaron un modo de vida propio y distinto a los valores de las ciudades coloniales: así, en los campos del sur se fueron fundando comunidades pluriculturales que se convirtieron en tierra fértil para los proyectos libertarios.
En las montañas al sur de México, la lucha independentista tuvo uno de sus principales bastiones, gracias a mujeres y hombres que con todo en contra, mantuvieron en alto el estandarte que había levantado Hidalgo en 1810; así la gesta independentista, fue una hazaña de los pueblos indígenas, afrodescendientes y mestizos que compusieron los ejércitos insurgentes. Fue justo en los futuros estados de Morelos, Oaxaca y Guerrero, donde las tropas insurgentes compuestos de indios, mulatos, pardos y mestizos, encontraron refugio, y en forma de guerrillas sostuvieron el proyecto de una patria propia por casi 10 años.
Sin poder ser derrotados militarmente en definitiva, la independencia solo logró alcanzarse por medio del acuerdo político que representó el Plan de Iguala propuesto por Iturbide, al que se adhirió el propio insurgente Guerrero. No podemos concebir la independencia de México tan solo como mérito de las élites criollas, u obra de sus caudillos.
Hoy reconocemos en la figura de Vicente Guerrero al primer presidente afrodescendiente de nuestro continente, un hombre qué a pesar de sus innegables méritos políticos y militares, en su tiempo vivió la discriminación y desprecio de la sociedad por su origen “negro”, e incluso siendo presidente fue denostado por sus adversarios como inculto e indigno del cargo.
Fueron sus experiencias personales, las que forjaron las convicciones políticas que nunca abandonó, pues incluso en medio de su agitada presidencia de 10 meses, reiteró con un decreto expedido el 15 de septiembre de 1829 la abolición definitiva de la esclavitud, misma abolición que ya había anunciado en 1813 el generalísimo José María Morelos y Pavón, otro insigne afromexicano. Ambos, Morelos y Guerrero, padecieron y se levantaron en contra de un hondo racismo de origen colonial, que aún persiste agazapado entre los mexicanos del siglo XXI, pues a pesar de la igualdad jurídica que se nos reconoce, muchas de nuestras diferencias culturales siguen siendo silenciadas, bajo el ideal de la nación mestiza que se nos impuso, para no reconocer la desigualdad social que persiste.
Pero los pueblos afromexicanos han persistido, asentados en regiones “tradicionales” para ellos como son las costas de Veracruz, Oaxaca y Guerrero, así como en otras regiones del país donde su presencia pasa muchas veces desapercibida, pero donde existen importantes asentamientos como Baja California, Coahuila, Guanajuato, Morelos, Yucatán, Quintana Roo; porque en realidad hay afromexicanos en todos los rincones de México. A pesar de esta presencia histórica, su reconocimiento ha sido un hecho muy tardío, apenas en julio de 2019 se incluyó su presencia en el artículo segundo de nuestra Constitución, como parte de la composición pluricultural de la nación. Este reconocimiento no fue una concesión, sino un logro propio de las comunidades, municipios y organizaciones que se han reivindicado como afromexicanas, y justo así, como un pueblo, exigen que sean considerados en los programas y prioridades del estado mexicano.
Esta búsqueda y defensa de sus raíces, se encuentra reflejada en la manera como ellos mismo se han venido auto adscribiendo. En 2015 se contabilizaban 1,381,853 personas, que en todo el país se reconocieron como afrodescendientes; ahora en el censo 2020 pasaron a reconocerse como afromexicanos 2,576, 213 personas, casi el doble que hace apenas 5 años: así somos testigos de un inédito proceso de reivindicación étnica y cultural de los afromexicanos.
Entre ellos, un importante porcentaje son adultos mayores que viven en las condiciones de pobreza y marginación ahondadas por la discriminación institucional y racismo estructural que han padecido a lo largo de su vida. Incluirlos a ellos como beneficiarios prioritarios del Programa para el Bienestar para las Personas Adultas Mayores es solo un paso más en el camino de resarcir las injusticias históricas que han padecido, a pesar de su importante contribución junto a los pueblos indígenas, a construir el México soberano, libre y pluricultural.
Ciento noventa años después de esta ejecución que significó acallar a la corriente popular que alcanzó, y defendió la soberanía nacional de la reconquista; es necesario retomar el ejemplo de Vicente Guerrero, para devolver la dignidad escatimada a amplísimos sectores de mexicanos que siguen siendo despreciados por su origen, y poder cumplir su anhelo insurgente: “la verdadera libertad es vivir sabiendo que nadie está por encima de otro y que no hay título más honroso que el de ciudadano y que éste se aplica por igual al soldado, al trabajador, a los oficiales, al clero, al terrateniente, al campesino, al artesano… ”
Viva Vicente Guerrero, la Patria es Primero.