Por René González
Cuba y México son pueblos hermanos. El 16 de septiembre en el marco de la conmemoración del inicio de la lucha de Independencia en México, en el reluciente Zócalo -corazón de nuestra patria-; los presidentes constitucionales de ambos países compartieron dos bellos, contundentes e históricos discursos; que han marcado agenda, perspectiva y contenido a la historia de nuestros días y del porvenir.
La derecha golpista en México -que forma parte de un directorio de organizaciones fascistas de América Latina y Europa-, no pudo contener su odio, y desplegó nuevas campañas de desinformación; bajo su añejo y conocido talante de subordinación y sumisión a los intereses de las potencias extranjeras y en especial de los Estados Unidos, se apresuraron a caracterizar las voces institucionales de AMLO y Miguel Díaz-Canel -que representan legal y legítimamente a dos naciones y estados soberanos-, como “un desafío a EU”, según su miope lectura.
Tan acostumbrados al servilismo, los conservadores domésticos están desconcertados porque -por primera vez en 71 años desde el gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas-, tenemos en México un gobierno que se conduce bajo el pleno ejercicio de nuestra soberanía nacional; con liderazgo en la región, posiciones claras y puntuales, pero también con dialogo y respeto hacia todos los países del continente, incluido por supuesto el vecino del Norte.
Los discursos del 16 de septiembre sobresalen como una respuesta visionaria ante el delirio y el odio de los intelectuales orgánicos del viejo régimen -que se aprestan cotidianamente a la guerra sucia- desde los consabidos guiones de la supuesta “defensa de la libertad”, y ocupando la trinchera mediática fundada en falacias que insisten en una disputa contra lo que su imaginación llama “tiranía y dictadura”; ante esta diatriba que ha calificado desde el primer día de la toma de posesión de AMLO como “una dictadura” a un gobierno electo democráticamente por la vía pacífica y de las urnas, que se desarrolla en el marco constitucional de la legalidad de la vida republicana; por ello se responde con firmeza, pero también con lecciones de historia, sensatez, racionalidad y urbanidad política.
La relación entre los pueblos hermanos de Cuba y México no es coyuntural o accidental, se funda en los ríos vivos de la historia de ambas patrias, que se emanciparon de la Corona Española, y cuyos pueblos han sido protagonistas de procesos revolucionarios en la lucha por la justicia social.
De la participación histórica de hermanos cubanos en las luchas nacionales, el presidente Díaz-Canel nos ha ilustrado:
“No son pocos los notables cubanos que dejaron su sangre y sus nombres en la Historia de México. Sobresale especialmente la solidaridad cubana en el enfrentamiento de México a las invasiones texanas en 1835-1836 y la invasión norteamericana de 1846 al 48, se destacan los generales Pedro Ampudia, Juan Valentín Amador, Jerónimo Cardona, Manuel Fernández Castrillón, Antonio Gaona, Pedro Lemus y Anastasio Parrodi.
“Los cubanos Florencio Villareal y José María Pérez Hernández, lanzaron en marzo de 1854 el histórico plan de Ayutla, determinante en el rompimiento del ejército y la sociedad mexicana con el gobierno dictatorial del General Santa Anna.
“Como ha confirmado el prestigioso investigador René González Barrios, varios de aquellos hombres ocuparon puestos claves en la vida político-militar mexicana y fueron gobernadores o comandantes militares en importantes plazas del país. Dos de ellos, los generales de división Anastasio Parrodi y Pedro Ampudia Grimarest fueron ministros de Guerra y Marina en el gobierno de Benito Juárez durante la Guerra de Reforma.
“En el Congreso, el Gobierno, el exilio o la Guerra al lado de Juárez hubo siempre cubanos. Elogian su obra magnífica compatriotas prominentes como el General Domingo Goicuría y Cabrera y los poetas Juan Clemente Zenea y Pedro Santacilia, quien fuera su yerno, secretario y agente de la República de Cuba en Armas ante el gobierno mexicano.
“En la guerra contra los franceses, sirvieron al ejército mexicano los hermanos Manuel y Rafael de Quesada y Loynaz, general y coronel respectivamente; los coroneles Luis Eduardo del Cristo, Rafael Bobadilla y Francisco León Tamayo Viedman; el médico comandante Rafael Argilagos Gimferrer y el capitán Félix Aguirre. Todos regresarían a Cuba, al comenzar la Guerra de los Diez Años.
“Fue México el primer país en reconocer nuestra lucha armada y en abrir sus puertos a los barcos con la bandera de la estrella solitaria. Lo aprobó el Congreso, lo sentenció Juárez y lo agradeció Carlos Manuel de Céspedes, el Presidente de la República en Armas, en carta memorable a su par mexicano y cito: “…altamente satisfactorio que México haya sido la primera nación de América que hubiese manifestado así sus generosas simpatías a la causa de la independencia y la libertad de Cuba…”.
“Una de las principales tareas que entonces cumpliría Pedro Santacilia, con el consentimiento de Juárez, fue enviar a Cuba a un selecto grupo de militares mexicanos para contribuir a la formación y entrenamiento del naciente Ejército Libertador. Los mexicanos brillaron en los campos de Cuba y sus proezas inspiraron a la tropa y a cuantos oyeron hablar de ellas”.
Por su parte el Presidente de México ha expresado:
“El día de hoy recordamos esa gran gesta histórica y la celebramos con la participación del presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel, quien representa a un pueblo que ha sabido, como pocos en el mundo, defender con dignidad su derecho a vivir libres e independientes, sin permitir la injerencia en sus asuntos internos de ninguna potencia extranjera. Ya he dicho y repito: podemos estar de acuerdo o no con la Revolución Cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento, es una indiscutible hazaña histórica.
“En consecuencia, creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad.
“Ahora solo agrego que el gobierno que represento llama, respetuosamente, al gobierno de Estados Unidos a levantar el bloqueo contra Cuba, porque ningún Estado tiene derecho a someter a otro pueblo, a otro país. Es preciso recordar lo que decía George Washington: “las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos”.
“Dicho con toda franqueza, se ve mal que el gobierno de Estados Unidos utilice el bloqueo para impedir el bienestar del pueblo de Cuba con el propósito de que éste, obligado por la necesidad, tenga que enfrentar a su propio gobierno. Si esta perversa estrategia lograse tener éxito –algo que no parece probable por la dignidad a que nos hemos referido–, repito, si tuviera éxito, se convertiría en un triunfo pírrico, vil y canallesco. En una mancha de esas que no se borran ni con toda el agua de los océanos”.
Así, el 16 de septiembre ondearon desde el centro de la Nación mexicana, las banderas de dos pueblos hermanos, que en el marco de la Cuarta Transformación se reencuentran en los caminos del futuro; para reiterar el respeto al derecho ajeno y la búsqueda de la paz. Muy significativas y de sentimiento mutuo fueron las palabras con las que Díaz-Canel cerró su arenga:
“Como expresara Fidel en un Acto de Amistad Cubano-Mexicana celebrado el 2 de agosto de 1980: “¡Nada soportaremos contra México! lo sentiremos como propio. ¡Sabremos ser fieles a la amistad que han forjado siglos de historia y de hermosos principios comunes! ¡Viva México! ¡Viva la amistad entre Cuba y México!