La industria automotriz se ha convertido en la “papa caliente” entre México y Estados Unidos que puede detonar una guerra de aranceles entre ambos países, en donde, de entrada la industria automotriz mexicana podría ser la gran perdedora. Pero ¿Y si México analiza también lo que puede hacer hacia adentro?
El proyecto de ley Build Back Better (Construir hacia Adelante) del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que parece no tener vuelta atrás, ofrece incentivos hasta de 12 mil 500 dólares a quienes compren vehículos eléctricos fabricados en ese país, lo que resulta imposible de despreciar para los consumidores.
Con la intensión de tener un mercado dominado por los vehículos eléctricos hacia el año 2030, el gobierno estadounidense juega sus cartas para lograrlo, aunque ello resulte “discriminatorio”, como lo han calificado en México y violatorio de acuerdos comerciales tan importantes como el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC) y la propia Organización Mundial del Comercio (OMC).
Sólo el anunció de la ley que avanza en la Unión Americana, ya llevó nuevas inversiones a ese país de diferentes armadoras para la producción de vehículos electrificados. Lo último se conoció esta misma semana, cuando la japonesa Toyota anunció que edificará una nueva planta de fabricación de baterías de iones de litio para automotores en Carolina del Norte.
Y es que la fórmula legal de Biden consiste en que el gobierno dará 7 mil 500 dólares de subsidio para la compra de vehículos eléctricos, sin importar en donde fue fabricado.
Pero, si el vehículo fue ensamblado en plantas de Estados Unidos, el subsidio se incrementará cuatro mil 500 dólares adicionales, es decir, que el incentivo se eleva a 12 mil dólares para comprar un eléctrico.
Aún más, si la unidad usa baterías, cuya fabricación tiene un contenido de por lo menos el 50 por ciento en ese país, se ofrecerán otros 500 dólares adicionales para que el total se eleve a 12 mil 500 dólares en subsidios.
Esto, hace apetitosa no sólo la compra de vehículos eléctricos en el país, sino también la inversión de las compañías para estar presentes en un mercado de unos 16 millones de consumidores de vehículos.
El gran perdedor en la fórmula, sin embargo, sería México, un país que se había caracterizado por haber atraído a prácticamente todas las marcas en el mundo para fabricar y vender vehículos.
Con la revolución tecnológica en la industria que avanza a pasos agigantados hacia la electrificación, impulsada por los objetivos de descarbonización mundial, México se queda atrás.
Ahora, las autoridades mexicanas piensan en los paneles de resolución de controversias en el seno de los acuerdos comerciales por trato discriminatorio y subsidios perjudiciales a la exportación, así como la aplicación de aranceles a productos que México exporta a ese país.
Ciertamente, un importante porcentaje de productos mexicanos son vitales para la Unión Americana, pero al parecer eso no detendrá la ley Build Back Better de Biden.
Al mismo tiempo que México arma un plan para defenderse de la embestida contra la industria automotriz mexicana, sería bueno que el gobierno mexicano haga algo en su propio mercado que culmine en incentivos a la inversión y compra de unidades eléctricas.
Si México se queda sólo con la producción de unidades con motor a combustión interna, llegará un momento, no muy lejano que fabricará sólo para el mercado doméstico y algunos países latinoamericanos.
Las exportaciones a Estados Unidos, principal comprador de vehículos fabricados en México, estarán limitadas porque la producción en el país no es la que permite el mercado estadounidense.
Pero no sólo se trata de Estados Unidos; en Europa, países como Alemania, Francia, entre otros, ya caminan hacia la electrificación y han puesto fechas que no van mas allá del año 2030 para electrificar sus parques vehiculares.
Aquí entonces cabe la pregunta al gobierno de México ¿Cuál es la estrategia para que la industria automotriz mexicana siga siendo mundialmente competitiva a nivel global?
Hace más de una década que BMW y Nissan introdujeron vehículos eléctricos a México, aunque la infraestructura para mantener ese proyecto han tenido que aportarla las mismas armadoras. Parece entonces que ya es hora de pensar en las grandes ligas.
De nuevo hay un reto y no es sólo la defensa en un panel de controversias a nivel internacional, sino la puesta en marca de políticas públicas que mantengan a la industria automotriz a la vanguardia del mundo.