Hace algún tiempo escribía sobre la composición del poder político en México y su evolución. Vimos que este lo conformaba el clero, ya en plena decadencia, los gobernantes corruptos, ahora, con mayor supervisión, y la clase empresarial privilegiada, la de siempre, la que era invitada a todos los megaproyectos por los gobiernos sucesivos, ellos, entendían el sentido de la complicidad y el reparto. Conocían y aceptaban el mecanismo de cuotas para ganar todas las falsas licitaciones en distintas áreas y, por si fuera poco, habrían corrompido e impuesto a un aparato judicial a modo que siempre fallara a su favor. Si en el camino “empresarial”, alguna dificultad se presentaba, ahí estaba siempre la alternativa mágica, el infalible tráfico de influencias. Como podemos ver, hacer empresa a gran escala no requería talentos, virtudes o atributos especiales para los “varones” del dinero y sus familias, bastaba con seguir ese antiguo amasiato con los gobernantes y sus descendientes. Después, hemos sido testigos en la subordinación del viejo poder político, ahora en la oposición (PRI, PAN, PRD, MC) al control del poder económico (Claudio X y Cia.) que en su ambición desmedida ya no aceptaron compartirlo.
Es así como nacen y crecen los verdaderos “fifís”, aquellos que se escandalizan ante el ejercicio de la democracia y sus consecuencias. Los que quisieran que en México no cambiara nada. Que la desigualdad, en su percepción, siguiera siendo una circunstancia colateral de la vida. Que no hubiera programas sociales y sus recursos fueran empleados en sus propios proyectos, en especial, el aeropuerto erigido sobre el lago de Texcoco, que les generaría negocios inmobiliarios complementarios con un valor diez veces superior a la propia inversión fallida.
Es cierto, son tan pocos los “fifís” empresariales que sumados a los “fifís” políticos no rebasan el millar de familias. Estos son los que se oponen a todo aquello que amenace sus privilegios insanos y vidas inútiles. Los mismos que han comprado “chayoteros” y “tesxtoservidores” que cada día envilecen a la población más débil e ignorante a través de discursos basados en la mentira y descalificación arbitraria. Son creadores, también, de montajes y temores infundados que tienen eco en la ingenuidad y la desesperanza.
La manipulación de estos medios hacia las “masas”, ha sido posible a través de un señuelo de confort y prosperidad inmediata. Exhiben modelos de éxito alcanzables, entre los que se encuentran “las vidas ejemplares” de los propios “fifís” difundidas por pasquines creados exprofeso para ese propósito. Nada más grotesco y degradante para la especie humana.
Pero ¿quiénes conforman ese conglomerado humano de tan fácil control? La respuesta es sencilla, son los que aspiran a tener esas vidas monárquicas sin entender que no forman parte de las familias elegidas, qué, por su parte, restringen las incorporaciones “inmerecidas”. Esto es una especie de “zarismo” a la mexicana.
Para tener un contexto de nuestra circunstancia económica, es necesario saber qué en este país, menos del 1% de los ciudadanos gana más de $ 38 mil pesos mensuales (Colegio de México, 2020), y de acuerdo con la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) para que una familia sea considerada de clase media debe ganar al menos $ 20 mil pesos mensuales (con cuatro miembros), el 27% vive esa condición.
Por lo anterior, podemos inferir que México no es un país de “fifís” a pesar de que los medios los busquen incluir en un bando. Si concedemos que uno por ciento de la población fuera “rica”, también hay que aceptar no podrían ganar ninguna elección con ese modesto porcentaje.
Por definición y estadística, somos un país de “chairos”, cuya cualidad ideológica nos obliga a ser solidarios con nuestros semejantes.
Los “Fifís”, por su parte, continuarán dando sentido a sus vidas con la avaricia inoculada por su entorno, y el deseo enfermizo, de acrecentar fortunas innecesarias. Instaurando, eso sí, como paliativo a sus conciencias, pequeñas sociedades de sospechoso altruismo.
Para cumplir con sus objetivos, buscarán seguir utilizando a los pobres, “clases medias”, y “ricos” en su alcance mediático. Sin embargo, para desilusión de los “fifís”, su mercado disminuye de manera sensible. La conciencia social permea y avanza a pasos agigantados. Las encuestas de rechazo son escandalosas, vislumbrándose una dramática caída en sus mejores expectativas.