Por: Jhad
“Miente, miente, que algo quedará. Cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”: Joseph Gebbels
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, las fuerzas opositoras no han podido despertar del tremendo impacto que les ha causado la derrota electoral.
Sin un rumbo claro, naufragan en busca de algún remedio que les permita sobrevivir dignamente al presupuesto, además de establecerse como una oposición fuerte y seria.
Dentro de ese remedio, aparece en escena una de las metodologías utilizadas por la derecha en América Latina que tiene como propósito debilitar a los gobiernos elegidos democráticamente.
Algunos le conocen como golpe de estado blando o golpe encubierto y consiste en el uso constante de técnicas conspirativas de baja frecuencia, sin confrontación, es decir, no son violentes, con el propósito de desestabilizar un gobierno y causar su caída.
El politólogo y ex agente de la CIA, el estadounidense Gene Sharp, conocido por su extensa obra en defensa de la no violencia como lucha contra el poder, sostiene que la naturaleza de la guerra cambió y que los combates cuerpo a cuerpo han dejado de ser eficaces, para dar paso a una nueva forma de derrocar a los gobiernos no deseados: el golpe blando.
De acuerdo a Sharp, las armas que se utilizan actualmente para conseguir los objetivos de remover a un presidente son las sicológicas, económicas y políticas y se dividen en 5 etapas:
- Ablandamiento
- Deslegitimación
- Calentamiento de las calles
- Desestabilización
- Fractura Institucional
En la última década, el golpe blando ha sido utilizado frecuentemente en América Latina. Luiz Inácio Lula de Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Cristina Fernández en Argentina y en su tiempo a Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, son algunos de los mandatarios que lo sufrieron.
En México, con esa perspectiva, la débil oposición ha querido instaurar un remedo de golpe blando al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sin la fuerza y contundencia de las que se emplearon con el apoyo de Estados Unidos en el continente americano.
La primera parte, que incluye el ablandamiento y la deslegitimización, ha quedado en evidencia porque los métodos utilizados son previsibles. Basta leer a los medios afines para entender que el plan apenas inicia. La falta de estrategias reales, desnuda un planteamiento disperso y equivocado.
Las noticias falsas son replicadas intentando convencer a la sociedad de que algo en el gobierno actual no está bien. Es una constante y no hay día en que un nuevo tema negativo se le sume al gobierno actual.
Hay campañas en redes sociales con críticas al gobierno lo mismo por la cancelación del Nuevo aeropuerto o por la muerte en un accidente aéreo de la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso o durante los días en las que hubo desabasto de gasolina en varias ciudades del país.
Las últimas manifestaciones en el aeropuerto capitalino por parte de la policía federal o los disturbios en prepa 8, tienen ese tufo de conspiración que invita a pensar que alguien los maneja desde la oscuridad del anonimato con fines golpistas.
Sin embargo, los intentos por generar caos no prosperan porque la sociedad actual está más concientizada e informada, y es difícil venderle humo fácilmente.
Además, las mismas redes sociales sirven de contrapeso a lo dicho por los inconformes, disminuyendo los efectos del ablandamiento. La confianza al actual gobierno es mucha y es difícil que este tipo de campañas afecten la relación entre el pueblo y el presidente.
Es indudable que el gobierno actual tiene bastantes áreas de oportunidad y es urgente que se tomen acciones para solventarlas cuanto antes. Ese es su reto.
La oposición por su parte, quiere hacer ruido e intenta desestabilizar al país a como dé lugar, sin importar la manera en que lo realiza.
Resulta sorprendente que dispongan de recursos para intentar lesionar a un gobierno elegido democráticamente, copiando modelos anacrónicos, sin estrategias legales y transparentes. Así, desde luego, no llegarán a ninguna parte y no conseguirán nada.
Lejos de acercarse a ser un certero golpe de estado blando, lo que hacen los opositores al régimen, más bien parece ser una travesura infantil. Sin ideas claras y precisas, la oposición se ha convertido en una fuerza muy debilitada que solo se la pasa dando patadas de ahogado.