Los restos del conquistador español se encuentran en México, y durante mucho tiempo se desconoció su paradero, pues fueron escondidos por temor a que la población los destruyera tras la Independencia de México

Redacción

El conquistador español Hernán Cortés, es uno de los personajes que más han llamado la atención de la Historia de México. Y es que Cortés, quien llegó a lo que hoy se conoce como México en 1519 y que conquistó al país en 1521, tras la caída de Tenochtitlan, ha logrado despertar un sentimiento de rencor por una parte de la población mexicana, así como la admiración de otra.

Aunque el español es una pieza importante de la Historia del país, pues su conquista abarcaría 300 años, hasta el inicio de la Independencia en 1810, la realidad es que muy pocas personas conocen el paradero de sus restos, esto a pesar de que se encuentran en México.

Hernán Cortés murió un 2 de diciembre de 1547, debido a una enfermedad pulmonar en Sevilla, España. Una de las últimas voluntades de Cortés fue que sus restos se trajeran a lo que en ese momento era la Nueva España. En un principio, el cuerpo del conquistador estuvo en España, para ser cambiado de lugar en diversas ocasiones, hasta llegar a donde se encuentra ahora: el Hospital de Jesús, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Originalmente, Cortés pidió que su cuerpo debía ser regresado a la Nueva España, para ser enterrado en un monasterio que él mismo mandó a construir en Coyoacán, sin embargo, este recinto nunca se concluyó, pues el cabildo de la ciudad había usado los recursos para otro proyecto.

A pesar de ello, los restos del conquistador fueron enviados a la Nueva España en 1566 en una urna cerrada, y depositados en la iglesia de San Francisco, en Texcoco. Para 1629 la urna volvió a cambiarse de lugar, tras la muerte de Pedro Cortés, quien fue el último integrante masculino de la descendencia de Hernán Cortés. Los restos de ambos fueron colocados en un templo Franciscano ubicado en la Ciudad de México.

Posteriormente, en 1794, la urna de Hernán Cortés fue llevada a la Iglesia de Jesús de Nazareno, en donde alguna vez Cortés dijo que quería ser enterrado. Luego de consumarse la Independencia de México, en 1821, los restos de algunos personajes icónicos considerados héroes de la Guerra, fueron traídos a la Ciudad de México. Los restos de Cortés que permanecían en la Iglesia de Jesús de Nazareno, causaron ira a la población, por tratarse de la figura que trajo a los españoles a México, y quien inició la conquista.

En poco tiempo, la idea de profanar la urna y destruir los restos del español, fue volviéndose popular, y por ello, el administrador del hospital de Jesús de Nazareno, Lucas Alamán, decidió sacar la urna y esconderla para evitar que la sociedad se apoderara de ella. El primer lugar en donde la ocultó fue en la tarima del hospital, que se encuentra al lado de la iglesia, y que llevaba el mismo nombre, Jesús de Nazareno. Hoy, se conoce solamente como el Hospital de Jesús, y se encuentra sobre la importante avenida 20 de Noviembre, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, a unos pasos del Zócalo.

Este hospital fue fundado por el mismo Cortés en 1524 para atender a los soldados españoles heridos por la guerra que se llevaba a cabo contra los aztecas. De hecho, es el primer hospital que existió en el continente americano, y que hasta la fecha se conserva.

Lucas Alamán puso los restos de Cortés en un lugar secreto en 1823, y a la población se le dijo que el cuerpo de Cortés había sido enviado a Italia. Alamán no quiso que los restos de Cortés se perdieran, y por ello, dio a conocer la verdadera ubicación de los restos del cuerpo en tres actas “secretas”. Una la entregó a la Embajada de España, otra la envió a los descendientes de Cortes, que vivían en Italia, y la última la guardó en el Patronato del Hospital de Jesús de Nazareno. Por más de un siglo, dichas actas permanecieron selladas.

Fue hasta 1946 cuando Indalecio Prieto, un político español exiliado en México debido al franquismo que se vivía en España, encontró una de estas actas en la Embajada de su país. Al leer la acta, se dio cuenta que los restos de Cortés permanecían ocultos en uno de los muros contiguos al altar del templo de Jesús de Nazareno.

El 24 de noviembre de 1946 comenzaron las labores para dar con la urna, y luego de horas de trabajo, se encontró la bóveda en donde descansaban los restos del español. Por acuerdo presidencial, se determinó que los restos fueran enviados al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en donde se determinó que los restos, efectivamente, pertenecían a Cortés.

Los restos del conquistador español permanecieron escondidos durante 123 años.