“Ella pueda atrapar con los brazos el sol, o inventar con un trozo de tela una flor”.

Alejandro Filio

Nunca como ahora valoro tanto a mi madre. Nunca como ahora le admiro cada pedazo de su vida. Nunca como ahora la quisiera tener conmigo siempre a mi lado. Y es que, con el paso del tiempo, su legado en mi vida me va dejando una huella insuperable e inolvidable.

Aún la recuerdo fuerte, enérgica, controladora, pero muy amorosa. Esa dualidad única que me sorprendía a cada instante. Esa voz firme que me ayudó a formarme y permitió hacer de mí, la mejor versión de María Luisa.

Claro que hubo momentos en que la odié. La quería desaparecer de la faz de la tierra cada vez que me llamaba la atención. Era mi adolescencia la que se apoderaba de mis emociones y no alcanzaba a entenderla. Discutíamos y me enojaba mucho. Después, pasado un rato, mi mamá me envolvía amorosa con sus brazos fuertes y lozanos. Su piel y su aroma me llenaban completa.

Me ayudó a conocer mi cuerpo como una experta en anatomía. Me enseñó a valorarme y a aceptarme con mis espinillas quinceañeras que asomaban en mi juvenil rostro. Ella siempre me decía: esto pasará y después nos reiremos juntas. Cuánta razón tenía mi madre. Hoy seguimos siendo socias en el amor y en la sangre.

Mi confidente más fiel. Mi escudo protector. Mi dulce consejera de la vida. Mi mejor acompañante. Mi paño de lágrimas y asesora de sonrisas. Mi inspiración y ejemplo a seguir. Es junto a mi padre y hermanos, el milagro más hermoso que tengo.

Día de la Madre: la maternidad según 9 ilustradoras

Caprichosa como es la vida, varios amigos han perdido a su mamá. Me dicen que es un dolor que jamás termina. Que solo el tiempo ayuda a disminuirlo, pero ese hueco jamás se llena. Disfrútala mucho, me dicen. Que no me quede con nada y que le diga cuánto la amo.

Que la consienta, que la apapache. Es tu turno me vuelven a decir. Y lo hago con amor a cada instante. Aprovecha que está viva y disfrútala, son las recomendaciones más constantes que recibo de esos amigos que ya no la tienen físicamente.

Escuchar sus historias me conmueve. Todos quisieran tener a su mamá viva tan solo un minuto para abrazarla de nuevo. No quiero imaginar lo que pasará cuando mi mamá ya no esté conmigo. Por eso la mimo, la cuido y la protejo ahora que está viva.

Durante la pandemia sufrimos mucho. Yo con el pendiente de que no se contagiaran, ella y mi papá preocupados de que no me pasara nada. La angustia de perdernos nos afligió bastante. Fuimos testigo de la partida de muchos amigos contemporáneos y cercanos.

El miedo nos inundó, pero fortaleció nuestra relación. La conexión que tenemos es tal que nos comunicamos con el pensamiento.  Ella sentía mi angustia y yo la de ella. Así es mi mamá y así soy yo.

Hoy, cuando veo a mi mamá, la veo desde el alma. Sus movimientos ya no son tan ágiles. Se olvida de ciertas cosas, hace ejercicio, se cuida porque quiere vivir mucho tiempo más. Dice que quiere burlar a la muerte para que cuando vaya a buscarla no la encuentre.

Platicamos del amor, de las desilusiones, de los hombres, del trabajo, de la vida y de la muerte. Es una mujer inteligente y sabia. Me entiende y la entiendo. Es mi camarada.   

Una de las cosas más hermosas que me ha pasado con mi mamá, es la gran oportunidad de pedirnos perdón de los arrebatos emocionales en las distintas etapas de nuestras vidas. No tienen idea de lo bien que se siente.

Madre e hija adulta juntos dibujos animados | Vector Premium

Aquella frase de: “esto ya pasará y nos reiremos juntas”, me acompaña y me acompañará hasta el fin de mis días. Mi madre me enseñó que pase lo que pase, siempre vendrá algo mejor. Lo único que permanece es el amor porque ese nunca muere.

Quiero agradecerte tanto hermosa. Te amo con toda el alma.  Gracias por existir y darme vida. Nunca como ahora. Amarte es mi religión.

Bueno y aprovechando que es el Día de las Madres, quiero mandarle un abrazo a cada mamá que me lee. A la mamá de cada uno de mis amigos. A las mamás que ya no están en este plano terrenal.

A las que intentaron ser madres y no lo lograron. A las que sembraron su semilla. A las que vendrán. A las que buscan a sus hijos desaparecidos. Y para todos aquellos que tienen el privilegio de decir orgullosos: Es mi mamá…