El 19 de junio de 2022 se cumplen 12 años de la partida de Carlos Monsiváis, quien se preserva en la inmortalidad de sus letras y actos, que lo consagraron como un personaje- Museo, un personaje- Frases o un personaje- Ciudad.
El emblemático cuidador de gatos de la Colonia Portales devino “literal” -como dicen ahora los chavos- en un Museo, pues las colecciones de piezas, recuerdos, artefactos y vestigios de historia y cultura nacional -que atesoró a lo largo de su vida-, conforman ahora el acervo permanente de 20 mil piezas del Museo del Estanquillo, en el centro del país. Desde los luchadores de juguete y sus capas de hule, hasta viejos carteles de publicidad de inicios del siglo XX. Ese personaje- Museo de reliquias y chacharitas de la Lagunilla también fue un coleccionista de frases, que alumbran e incendian el porvenir de la vida pública.
La crónica, la crítica y un sentido del humor único conjugados en el quehacer narrativo llevan también el nombre de Carlos Monsiváis. Que decir de sus breves párrafos cargadas de ironía, originalidad y sarcasmo, como aquella de:
“Híjole, y entonces le dije, que pasó, y ya luego no dijo nada, nomás palabras”.
Monsiváis quizá nos dice desde donde quiera que se encuentre: “nomás palabras” para la crónica inmortal, desde la certeza de que los nuevos tiempos digitales no son tan nuevos. Infinitas palabras libres y libertarias que son esenciales para revisitar nuestra literatura nacional y los cambios sociales. Como él escribió en el prólogo de “Lo fugitivo permanece, 21 cuentos mexicanos. Selección y presentación de Carlos Monsiváis”:
“La eliminación del mito de la Escuelas Narrativas (con exigencias respecto al género) coincide con el desvanecimiento en gran medida de la censura social del arte (defendido por el Estado). Esto libera la expresión en cine, teatro y literatura. Desaparece el tabú de las “malas palabras”, irrumpen sin eufemismos o circunloquios las descripciones sexuales. Todo se vale, siempre y cuando consiga editores y lectores. El fenómeno tiene diversas consecuencias: por un lado, la recreación inmediata del habla popular ahuyenta el pintoresquismo; por otro, surge una retórica disimulada que tiene a comprimir, por reiteración y falsa atrocidad verbal, las libertades expresivas. Pero en conjunto, el resultado es muy estimulante: desgastada la sensación jubilosa de triunfar sobre la censura, queda la certidumbre de una poesía y una narrativa cada vez menos limitadas por las convenciones sociales. Terminan los homenajes hipócritas a la virtud, y concluyen los puntos suspensivos. Ya ningún revolucionario gritará: “¡Viva Villa, hijos de la…!” (Monsiváis, 1989).
A la luz de esta cita, nos hubiera encantado conocer que nuevas reflexiones haría Carlos Monsiváis del lenguaje que ahora fulminante viaja en redes sociales, en modelos de 200 caracteres, donde cualquier habitante del mundo puede ser consumidor y prosumidor de noticias, información, narrativas y otros cuentos.
El cronista partió en 2010 -justo en los comienzos de la nueva era digital-, caracterizada por la velocidad incesante de las comunicaciones y por el basto acceso al esgrima político, social y literario condensado en bandos de todo tipo.
¿Seguiría existiendo la columna de crítica y sarcasmo a la frivolidad, analfabetismo político y corrupción de la clase política nacional de “Por mi madre bohemios” a través de Twitter? O ¿es Carlos Monsiváis el verdadero fundador de los mensajes puntuales, contundentes y agudos en unos cuantos caracteres que se volvieron frases de impacto nacional, décadas y años antes de la aparición de estas aplicaciones?
Como aquellas de: “No tenemos a quien darle nuestra lástima”, “Somos aquello en lo que creemos, aún sin darnos cuenta”, “Todo cambia, todo se transforma: todo sigue igual”, “Hasta los más apartados rincones de México han acudido el PRI, la Coca-Cola, y la noción del complejo de Edipo”, “La flojera del mexicano más bien se llama desempleo”, “Falso que los de la clase gobernante seamos racistas”, “La víctima hereda la brutalidad del victimario”, “Quien no quiera ser aplastado, debe negociarlo todo”, “Si lo permiten no interesa”, “He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la falta de locura”, “O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo”, “Si nadie te garantiza el mañana el hoy se vuelve inmenso”, “Todo lo intenso debe ser efímero”, “Los elegantes viven para vestir”, “Lo más caro del mundo es ser pobre”, “El valiente dura hasta que el cobarde muere”, “En el principio era el orgasmo, la utopía renovable a diario”, “No mentir, es a lo más que uno aspira”, y podríamos develar cientos de frases más de los pliegos de toda su extensa obra escrita.
“El mundo es de la tecnología, y la computación es la nueva religión del éxito” vaticinó el célebre cronista antes de partir, no obstante que tuvo equipos de cómputo siempre prefirió escribir sobre el papel. Desde toda trinchera Carlos Monsiváis fue un verdadero defensor de las minorías sexuales y culturales. Seguramente estaría fascinado de analizar y describir la actual Era de hiper acceso a la producción y difusión de la información. Sin duda defendería la libertad de decir todo lo que se dice, a su vez, satirizaría las noticias falsas, y nos estremecería advirtiendo de los límites y amenazas de la realidad de nuestros días. Mantendría su optimismo retomado por nuevas voces, plumas y generaciones. Hoy recordamos al hombre- Frases.