Nadie puede ignorar a la reina de las leyes económicas por su importancia categórica, nadie escapa a sus efectos, siempre se cumple. Me refiero, claro, a la ley de la oferta y la demanda, aplicable, inclusive, en el amor.
Nuestros vecinos del norte, son los campeones del consumo, siempre tienen apetito por las “cosas buenas”, y además, cuentan con una apreciable capacidad para lograr satisfacer sus ingentes necesidades. Estas, pueden ser reales o ficticias, básicas o irracionales, eso no importa, pues están inmersos en un torbellino de ofertas, que cuando hacen suyas, las transforman en demandas, qué, en ocasiones, aparecen peligrosamente insatisfechas.
El ciudadano americano común, está bajo la feliz premisa de tenerlo todo, no importa que se vayan a la tumba debiéndolo. Lo importante es cumplir con las expectativas colectivas que “siempre tienen la razón”. En sus compras, no deben interferir sentimientos de culpa por absurdas o dañinas que parezcan. Lo sustancial es poder competir con otros incautos y mostrar, en todo momento, sus logros adquisitivos. Es así como se construyen los mercados que parten desde la base de una pirámide natural: casa, alimento, salud, vestido, educación, recreo, autos funcionales, etc., siguiendo con satisfactores de “mayor esfuerzo”, tales como: restaurantes suntuosos, inmuebles opulentos, coches caros, clubes deportivos selectos, viajes interminables, sin dejar de pasar por las cirugías estéticas prometedoras y otros “estímulos terrenales”.
En ese proceso de “logros sociales”, los americanos también compiten por las drogas, es “nice” acceder a las de moda. El cigarro, el alcohol y la mariguana han sido superadas por “inocuas” y rutinarias, a pesar de que las películas “gringas” las exaltan como parte integral del envidiado “american way of life” que tanto presumen ante el mundo.
Los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos han optado, sin disfraz, por ofrecer al pueblo “pan, circo y drogas”, en un intento por conservar sus simpatías y votos periódicos.
¿Se imaginan al pueblo americano sin acceso a satisfactores tan determinantes como las drogas? ¡Sería un pecado político imperdonable!
Hace unos días, congresistas republicanos, Graham (Carolina del Norte), Cotton (Arkansas), Crenshaw y Roy, de Texas, entre otros promoventes, iniciaron un discurso electoral emulando a Donald Trump con la misma esperanza de confundir a un electorado culturalmente frágil nombrando a los cárteles de la droga en México como organizaciones terroristas extranjeras que facilitara una intervención militar en nuestro país. Después Graham matizaría: “Perseguimos a éstas organizaciones donde quiera que existan no para invadir México, sino para destruir los laboratorios de drogas que están envenenando a los estadounidenses”.
Melissa Dalton, subsecretaria para la defensa nacional y asuntos hemisféricos, se mostraría preocupada por las consecuencias de esa potencial iniciativa si fuera aprobada: “Me inquietan las señales de los mexicanos por su soberanía”.
Por su parte, el presidente Biden descartó las propuestas republicanas haciendo énfasis en la importancia de seguir con la cooperación bilateral como eje para el combate a los cárteles.
Durante el juicio al exsecretario de seguridad y brazo derecho de Felipe Calderón, Genaro García Luna, que fuera difundido diariamente en redes sociales, la “mañanera” y medios alternativos respetables, pudimos constatar en forma mayoritaria, los testigos protegidos y personajes señalados -como el mismo Felipe Calderón- eran mexicanos y latinos, permaneciendo en el anonimato -como siempre- los nombres de los magnates americanos, dueños del mercado de la droga en aquel país, que hacen posible la importación desde distintos lugares del globo terráqueo con una distribución eficiente a cada uno de los consumidores finales. Ellos, para este propósito, cuentan con la protección de algunos agentes incrustados en diversas aduanas, el FBI, la CIA, y todos los gobiernos de los estados en la unión americana. También alientan y toleran su producción en el propio país. Basta saber, con respecto al famoso fentanilo -que se les está saliendo de las manos por la enorme cantidad de muertos-, Estados Unidos tiene tres rutas abiertas desde China, una es directa, las otras son vía Alaska y Canadá. Nos preguntamos si estos mismos congresistas han considerado la posibilidad militar para destruir sus propios laboratorios.
Regresando a la ley de la oferta y la demanda, que regula TODOS los mercados, inferimos (siempre lo hacemos) los “gringos” tienen la solución a sus graves problemas de drogadicción reduciendo dramáticamente su demanda que ha permitido crezca de manera escandalosa el consumo. De la misma forma pueden inhibir la oferta interna y externa de los diversos productores. Sin embargo, sus partidos y gobiernos, deben renunciar a la manipulación de los ciudadanos a través de la permisividad hipócrita y selectiva.
“La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política” (Francisco de Quevedo.