Por: Jhad
No cabe duda que el ex presidente Enrique Peña Nieto, debe estar muy tranquilo en su exilio dorado por el mundo después de observar todo el movimiento social que vive nuestro país, causado por la enorme polarización que se vive actualmente.
Después de las mediáticas detenciones de Rosario Robles y Juan Collado, se esperaba que la espiral de la justicia llegaría hasta el mexiquense, sin embargo, hasta el momento, todo ha quedado en suspenso.
Con una oposición, principalmente la panista, patrocinando escándalos que frenan la paz social y que distraen a la opinión pública de lo más relevante, es muy complicado que el gobierno de la cuarta transformación tenga tiempo para dirigir sus baterías para investigar completamente al sexenio corrupto de Peña Nieto.
El presidente López Obrador ha señalado que prefiere dejar el pasado atrás y olvidar la terrible administración priista que dejó a su paso una ola de desfalcos, malos manejos y un excesivo abuso de poder.
Esa acción ha resultado polémica para un sector de la población que no ve con buenos ojos, que el actual gobierno no castigue los atropellos del grupo del hombre nacido en el estado de México, quien por cierto ha dejado de presumir su noviazgo en la prensa rosa, seguramente asesorado por sus abogados.
Castigar al peñismo es el sueño de muchos de los que votaron por AMLO. Es una asignatura pendiente que ha quedado corta, debido a la cascada de problemas que aquejan al país que se multiplican diariamente y deben ser atendidos de inmediato.
Por ello, la figura de Santiago Nieto, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera dependiente de la Secretaría de Hacienda cobra relevancia porque tiene en su haber un largo expediente, donde aparecen muchos nombres que son investigados desde hace algunos meses.
A pesar de lo dicho por el presidente de no perseguir a los funcionarios peñistas, las pruebas del mal uso de los recursos públicos por parte de éstos, son grotescos. “No dejaron piedra sin labrar” ha señalado Nieto en referencia a lo oscuro de las andanzas de Peña Nieto y sus secuaces.
El más reciente es el ex secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza. Es posible que estos días aparezcan las pruebas necesarias para iniciar un posible juicio en contra del hombre de todas las confianzas de Peña.
Si logran consignarlo puede ser un golpe de timón necesario para poner en orden la casa. De no hacerlo, los brotes de violencia seguirán y difícilmente habrá tranquilidad durante el sexenio.
Mientras en México, los funcionarios y amigos del ex presidente son acusados por corrupción, Peña pasea alegremente por lo mejores lugares del planeta, disfrutando impunemente de los privilegios que obtuvo durante su mandato y que dejaron al país en muy malas condiciones económicas y sociales.
Y aunque la gestión de Enrique Peña Nieto fue catastrófica, es preciso sumar al deterioro social de México las dos administraciones panistas que encabezaron Vicente Fox Y Felipe Calderón, quienes gobernaron para el bienestar de sus cúpulas, nunca para el pueblo.
Y han sido precisamente éstos dos ex presidentes quienes encabezan un movimiento en contra del actual gobierno que ha lesionado la salud social y ha dividido aún más, a un país que no lo merece.
Sin el más mínimo pudor, exhiben su enojo a través de las redes sociales y critican con dolo y mala fe, cualquier acción emprendida por el presidente López Obrador. Se han convertido en un contrapeso torpe de un gobierno que cada día batalla más por afianzarse por completo de la confianza de la ciudadanía.
En ese contexto escandaloso, el sexenio de Enrique Peña Nieto ha pasado a segundo término y ahora las gestiones de Fox y Calderón se han convertido en el tema principal de los defensores de la cuarta transformación, olvidando los malos resultados de un gobierno corrupto y un régimen caduco.
La fuerte polarización que se vive en el país tiene diversos factores. Muchos son originados por el poder fáctico que se niega a dejar los privilegios, donde ha puesto todo su arsenal en contra del nuevo gobierno.
Otros también son generados por la inacción de éste, al permitir situaciones que se asemejan más a los viejos vicios de los que todos estamos hartos de padecer. Donde se violan acuerdos y se tuerce la ley para favorecer intereses personales.
Y justo en ese marasmo de acontecimientos negativos y de luchas incesantes por controlarlo todo, el país se pierde y deja de crecer. La reconciliación parece lejana.
En este mar de emociones, traiciones, empujones y combates, hay un hombre que pasea tranquilo por el mundo. Nadie lo persigue. Su impunidad pasea junto a él y se ríe. Se pone peluca y presume a su nueva novia.
Sí, mientras el país se debate entre conservadores y liberales, este hombre pasea feliz por el mundo sin que nada ni nadie se atreva a tocarlo. Pasea sin una pizca de vergüenza y pudor. Pasea gastando su fortuna en vinos, buenos hoteles y más.
Pasea sin remordimientos porque sabe que difícilmente la justicia no alcanzara a tocarlo. Los escándalos de sus amigos, de los panistas, de los inconformes seguirán moviendo las aguas de este país tan generoso sin que pase nada importante, a menos que alguien del actual gobierno dé un golpe de autoridad que regrese la calma.
De no ser así, todo seguirá igual o peor. De lo que no queda ninguna duda es que, a río revuelto, ganancia de Peña Nieto.