El día de hoy nos convoca la memoria colectiva, el recordar siempre a los estudiantes caídos el 10 de junio de 1971, la matanza del jueves de Corpus, ocurrida en el posterior episodio a los también trágicos sucesos de 1968, a partir de la irrupción de un nuevo movimiento estudiantil surgido con la llegada de la década de los setenta precisamente en Nuevo León. Recordarlos es un asidero para seguir luchando, y para negar con terquedad cualquier realidad que sea injusta y oprobiosa.

En este marco, en el trazo de los movimientos estudiantiles, compartimos hoy una obra pública, otra estación con cicatrices abiertas, la larga huelga de UNAM de 1999 a 2000, el movimiento del Consejo General de Huelga o CGH.

“Acuérdate de ayer” fue el nombre de uno de los colectivos que dieron vida a la Red de Estudiantes Democráticos en la que participó el coordinador del libro “Universidad gratuita y popular, ecos de la huelga universitaria de 1999-2000” (Libros del Alicate, 2023), el Maestro e Ingeniero José Luis Cruz. Libro que recomendamos a la luz de estas líneas.

“Acuérdate de ayer”, nunca lo olvides, parece estar escrito en el espejo donde nos miramos todos los días. Sin ayer no hay mañana. En las páginas de “Universidad Gratuita y Popular” están dispuestas al menos dos décadas después, las voces de quienes hoy son cineastas, ingenieros, filosofas, trabajadores sociales, periodistas, políticas y madres de familia, catedráticos, diputadas, historiadores y padres de familia y que en aquel entonces éramos huelguistas, paristas, activistas, militantes o simplemente huevones como nos decían en la televisión.

Enzo Traverso parafraseando a Max Weber hubiera dicho de aquellos chavos que participamos en el movimiento del 99, que: “Así eran los bolcheviques, intelectuales románticos que, emocionalmente ineptos para la vida cotidiana o reacios a sus exigencias, sienten de manera inevitable hambre y sed del milagro revolucionario”

En las páginas de “Universidad Gratuita y Popular” se reflexiona sobre el triunfo o la derrota del movimiento universitario que terminó el 6 de febrero del milenario 2000 con la entrada de 3 mil efectivos del ejército disfrazado de Policía Federal Preventiva, 31 años después del 68, -a la misma Ciudad Universitaria bajo la misma presencia indómita de los hermosos y combativos murales de David Alfaro Siqueiros, “el pueblo a la universidad, la universidad al pueblo”, de Diego Rivera, Juan O´ Gorman, José Chávez Morado, y Francisco Eppens-, deteniendo aquella madrugada a más de 700 estudiantes y dictando ordenes de aprensión contra cientos más. Hubo jóvenes desaparecidos, exiliados y presos políticos por largo tiempo.

La audacia de nuestra generación fue oponernos a los dictados de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que través del gobierno títere del PRI- gobierno, todo el aparato mediático y político del régimen priista, y todos los partidos incluida la cúpula el entonces PRD, querían también mercantilizar la educación pública y por ende, privatizar la UNAM a través de la Reforma al Reglamento General de Pagos, promovida y aprobada en 3 minutos a espalda de la comunidad por el inefable Rector Francisco Barnés de Castro, en unas sesión del Consejo Universitaria realizado lejos de su sede en Ciudad Universitaria, el 15 de marzo de 1999 en el Instituto Nacional de Cardiología.

Desde que se anunció formalmente la reforma en febrero de 1999, provenientes de diversos colectivos universitarios, algunos con experiencias en la huelga previa de 1986-1987 del Consejo Estudiantil Universitario, o de movimientos como el del CCH, otros en nuestra primera, intensa, alegre y a su vez dolorosa primera participación en un movimiento de tal amplitud, nos opusimos literal prácticamente solo con nuestro cuerpo, alma y corazón a la embestida neoliberal, a todo el aparato del poder político y económico. Luchamos por dialogo público, hicimos una consulta directa a toda la comunidad estudiantil que en su gran mayoría rechazo la reforma, se buscaron alternativas, y como última instancia se tomó la medida de la huelga.

Pero la vieja pandilla neoliberal de cuello blanco, experta en saquear el erario público antes que tomarse la molestia de actuar con austeridad, ya nos había sentenciado dos caminos: el Rector Barnés dio “estar preparado para una huelga larga”, y en una escalofriante revelación Hugo Casanova Cardiel refiere una anécdota publicada en La Jornada en febrero de 2022 que va más allá de lo anecdótico. Cito: 

“Hace unos 10 años, en una visita a la casa de Chema Pérez Gay, en Coyoacán, un grupo de consejeros universitarios le escuchamos una breve historia ocurrida en el contexto de la huelga. Se trataba de un vuelo a Sudamérica y Chema le habría preguntado al presidente Zedillo acerca de las posibles salidas al conflicto universitario. La contestación del presidente habría sido, palabras más, palabras menos: “No hará falta hacer nada, la UNAM se acabará sola”. Como en otros temas, Zedillo se equivocó.”

Es decir, o privatizaban la UNAM o la mataban por inanición. La huelga duró más de 10 meses. El movimiento estudiantil comenzó a naufragar en las contradicciones internas, pero hoy estoy convencido que fue importante no claudicar, que la necedad quizá errática pero genuina de algunos compañeros fue indispensable. Parafraseando a Casanova: “En la solución al conflicto jugaron diversos elementos, algunos de negociación y otros de control político y judicial. Así, la salida a la crisis incluyó el nombramiento de un nuevo rector para la UNAM –Juan Ramón de la Fuente– (Barnés renunció), y el freno a la reforma al Reglamento General de Pagos. Sin embargo, la contención final del conflicto fue instrumentada con la irrupción de la Policía Federal Preventiva al campus y con la aprehensión de cientos de estudiantes, como ya dijimos.

“Acuérdate de ayer”, sonaban en su apogeo Manu Chao, Los Fabulosos Cadillac, Panteón Rococo. La huelga duró un año, “pero envejecimos 10 años más” llegó a decir el historiador Adolfo Gilly. Durante el movimiento aprendimos a hacer pintas, brigadas, carteles, marchas, paros, mítines, aprendimos a hacer comida para cientos de personas, organizamos festivales masivos de ska en los estadios universitarios, autogestión, organización, vivimos con alegría y soñamos despiertos; también perdimos la inocencia de la existencia del bien y el mal, en el lado del bien también encontramos autofagia, ambiciones, autoritarismo, resentimiento y las peores prácticas de la izquierda disfrazadas de una falsa horizontalidad, viajamos a Chiapas, recibimos críticas y consejos en el alba del subcomandante Marcos y el comandante Tacho, algunos nos consideramos nietos del 68 y del 71 e hijos del 86-87 otros francamente negaron la tradición democrática; per la UNAM debía de seguir siendo el espejo del mejor México posible; hoy puedo decir que vencimos, la universidad nacional sigue siendo pública, gratuita, autónoma, nacional y de calidad. Al delirio neoliberal opusimos la locomotora de la historia. Si cerramos la UNAM con alto costo personal y político, con un costo generacional, pero cerramos para que estuviera abierta para todas y todos los hijos del pueblo y para siempre.