La sangrienta guerra selectiva contra el narcotráfico emprendida por Felipe Calderón, requería un grupo, un equipo, que asumiera el mando de las acciones, y la estrecha colaboración de una parte del ejercito que combatiera frontalmente a los cárteles elegidos. Los requisitos eran que los participantes carecieran de escrúpulos y buscaran “trofeos” que justificaran sus “luchas”. “El fin justificaba los medios”, no importaba detener a ciudadanos inocentes, torturarlos hasta la agonía, fabricar delitos, arrancar confesiones falsas y finalmente desaparecerlos, o peor aún, enterrarlos en vida.

El grupo tendría como “figuras estelares” a: Genaro García Luna, Luis Cárdenas Palomino,  Ramón Pequeño García y un grupo de militares “camuflados”. Mientras la población advertía de estos excesos, Calderón los condecoraba a la menor provocación. 

ANA GEORGINA DOMINGUEZ MACIAS, entonces con apenas 26 años, fue secuestrada por un pelotón de militares en el lejano 2009, argumentando delitos, qué por su fragilidad y tosco empleo, se han ido desvaneciendo con el tiempo. Han pasado más de 12 años de calvario, de violencia y de zozobra con las secuelas degradantes que esto impone, sin la anhelada sentencia que la absuelva.

Esta es una síntesis de su historia:

“A las cuatro de la madrugada del día 9 de septiembre de 2009, un grupo de militares se introdujo a nuestro departamento, que habitábamos mi esposo y mis dos hijos. Habían destrozado la puerta principal y llegaban con gritos e insultos. Mi esposo les preguntó porque entraban de esa manera, le contestaron que por una llamada anónima porque ahí había muchos hombres armados. “¡Ya se los llevó la chingada!” “¿Dónde están Lazcano, o el “Destroyer?. Les mostramos las identificaciones de nuestros empleos, trabajábamos en PEMEX. “¡No se hagan pendejos, cooperen o se los llevará la chingada!”. Me obligaron a ponerme una ropa que ellos traían mientras en una maleta negra ponían nuestros efectos personales de mayor valor. Me preguntaron cual era mi auto y tomaron las llaves, Mis hijos permanecían en un cuarto de a un lado asustados.

Me vendaron las manos y nos bajaron. Entre dos soldados me avientan a la parte trasera de una camioneta blanca y me lastiman el hombro. A Eduardo lo suben a una camioneta militar. Nos llevan a dar vueltas, después se paran y me suben a la parte delantera de la camioneta y voy escuchando como les pasan direcciones por radio, de casas y un hotel que revisan con violencia,  rompen puertas y de ellas sacan cosas materiales y personales que van subiendo a las camionetas. No encuentran a nadie. En una de las casas elegantes a las que fuimos (me bajaban) sacaron muchos radios de comunicación, computadoras, documentos y dos cajas fuertes, una pequeña y otra más grande.

Como a las diez de la mañana, llegamos a una base militar de ahí, de Coatzacoalcos. En ese lugar me golpean con las armas en mis costillas y cabeza y me siguen preguntando por personas y que con quien o que cártel trabajaba. Escucho que a mi esposo le preguntaban lo mismo y lo golpeaban. Estando en la base militar me desnudaron para tomarme fotos, y cuatro de los militares que estaban ahí intentaron abusar de mí tocando mi cuerpo. De la nada apareció un señor de camisola blanca y pantalón azul, me quedé callada, me llevó a otra camioneta y me dijo “tranquila, aquí nadie te hará nada”. Como a las once nos llevaron al aeropuerto, antes de llegar, bajaron a mi esposo en la carretera y le dijeron que me olvidara y que si decía algo lo matarían.

Estando en el aeropuerto, empiezan a bajar algunas cosas, incluidas las dos cajas fuertes, las destrozan con unos mazos, toman el dinero, lo cuentan y escucho que dicen que son más de cinco millones. Más tarde, llega un avión azul que decía: Policía Federal y me trasladan al aeropuerto de México. En el hangar donde sería mi presentación estaba ocupado, no se hizo y me llevaron directo a la SIEDO. Ahí me dijeron mi esposo estaba haciendo cosas tontas (había interpuesto una queja en CDNH ese mismo día, y me estaba buscando junto con mi familia) Me obligaban a localizarlo, en diferentes teléfonos pero no lo encontramos y se enfurecieron. 

Ese mismo día, mas tarde, me suben hacia unas oficinas y entramos a una muy elegante, con mesa de caoba y sillones de piel negra. Después entró un militar de alto rango, con uniforme de gala e insignias a un lado de su pecho. Los militares que me llevaban le hicieron un saludo y se pusieron firmes. Se me quedó viendo y dijo: ¿Quién es ella? “Me llamo Ana Georgina Domínguez Macías, contesté yo”. Se les quedó viendo muy feo y les dijo muy molesto: “¡Son unos pendejos, no saben hacer bien su trabajo, ella no es la “güera”, ella no es un peligro para la sociedad, quítenle las vendas y arreglen este relajo, retírense!”

En otras oficinas me tomaron mi declaración, les conté como había pasado todo. Ahí supe había otras personas detenidas y que las asociaban conmigo.

Después, me llevaron con un médico para certificación, me pidió me denudara, yo ya traía moretones en las costillas, y en la cabeza, unas “bolas” que me dolían. El médico finalmente dijo que eso no atentaba contra mi vida y que estaría bien, me veía con morbo tocándome de igual forma.

Me regresaron a las oficinas y más tarde, me llevaron mi declaración para que la firmara, pero vi que eran muchas hojas y las quise leer. Se pusieron nerviosos y me decían que si no firmaba me iría muy mal. Yo les decía quiero leer. Una mujer federal me jaló de los cabellos, se dio unas vueltas diciendo ¿te crees muy chingona hija de puta madre? ¡firma y punto! Tu aquí no eres nada. No quise firmar, se retiraron, llegó una persona a tomarme muestra de sangre, de voz, caligrafía, balística. Después llegó un “defensor de oficio” y me dijo: “Yo te representaré pero a mi háblame al chile, porqué allá abajo hay dos personas que te conocen y dicen que tú eres la contadora de su cártel”. Yo le contesté: “eso no puede ser, yo ni la secundaria terminé, cómo voy a ser la contadora. El se reía, no lo volví a ver. Después, me bajan a un túnel donde había muchas celdas, y en las primeras vi a dos personas tiradas en el suelo. El más joven, con un lado de su cara hinchado, morado, y un ojo cerrado. El otro, un señor, su cabeza hinchada, los ojos cerrados, de su boca y oído derecho salía todavía sangre que manchaba toda su ropa, hablaba sólo y se quejaba de dolor. 

Vuelven a ir por mi y me llevan a las oficinas, me exigen que firme los documentos y les digo que no. Es cuando me enseñan audios y videos de mi familia y me aseguran que si no los firmo los matarán, y que debo entender que ellos tienen un poder total sobre mi y toda la familia, y que justificar sus muertes les sería muy simple, dirían que habría sido un ajuste de cuentas entre pandillas. Me llené de terror y firmé. 

El día once me trasladan al arraigo solo para investigación. Serían 90 días. En ese tiempo llegaron dos veces personal de la SIEDO buscando mi colaboración para incriminar a desconocidos. Me negué pues nunca los había visto, se molestaron mucho y me dijeron que se encargarían de que me quedara un buen rato encerrada, y se retiraron. 

Una vez que se cumpliera el plazo del arraigo, salió una testigo protegida con clave “ROMEO”, quien dice conocerme y ofrece “información” de las veces que me vio en la supuesta “organización. Por ese motivo, me dan auto de formal prisión con varios delitos: delincuencia organizada con fines de venta, armas, drogas, y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Soy enviada el día 28 de noviembre del 2009 al penal de “Almoyolita” de Juárez, en Toluca edo. De México. 

El juez del juzgado 5 de distrito, dijo que solo se quedaría con delincuencia organizada porque éramos tres personas, pero que desechaba armas y drogas, debido a que en la detención no existió ninguna evidencia. Y que el lavado de dinero se turnaría para Matamoros, al juzgado segundo, derivado del mismo proceso”

Ana Georgina estuvo unos meses en este primer reclusorio, después estaría cinco años en Nayarit, otros cinco en Morelos y hace siete meses estaría de regreso en el penal de “Almoyolita” donde ahora se encuentra bajo la causa penal 97/09-3

El 7 de febrero de 2010, la revista “Proceso” en su número 1736, con un artículo de investigación firmado por Jorge Carrasco Araizaga,  daba cuenta del origen y estatus de los testigos protegidos “contratados” por Javier Humberto Domínguez Aguilar (Titular de la Unidad Especializada en investigación de delitos contra la salud de la SIEDO) y el coordinador de la misma dependencia Guillermo Domínguez, y la queja generalizada de que estos sujetos los obligaban a fabricar acusaciones de personas que no conocían. Uno de ellos habría sido reprendido de esta forma: “tienes que ganarte los apoyos del programa (sueldos y bonos de ayuda) declarando en contra de unos detenidos a los que no conoces”, desde entonces, exponía; “me han hecho declarar en contra de personas que yo jamás he visto, pues mi familia está amenazada.

La testigo protegida “ROMEO” que hubiera declarado contra Ana Georgina pronto habría de desaparecer de los escenarios.

Las cajas fuertes que fueran hurtadas de aquella “casa elegante” que viera Ana Georgina, fueron el origen de cinco millones de pesos, de los cuales, según consta en actas, solo presentaron tres que fueron “sembrados” en la cajuela del auto de Ana, quien a sus 26 años no tenía cuenta de cheques ni tarjeta de crédito alguna, sólo una tarjeta de nómina en la cual depositaba PEMEX su sueldo. Su forma austera de vivir era muy elocuente.

Los “coprocesados” en la fabricación del burdo delito por delincuencia organizada, son aquellas personas que viera Ana Georgina en el túnel de la SIEDO, que previamente habían sido golpeados con saña. Los dos habían sido obligados a declarar en su contra. Ambos después comprobaron mediante el protocolo de Estambul que habían sido torturados y que NO conocían a Ana Georgina.

Por solicitud de la defensa oficial y, la propia Ana Georgina, se llevó a cabo incidente de separación de causas, resultando favorable la resolución el 13 de septiembre de 2021. Sin embargo, por razones desconocidas, el agente del ministro público de la Federación interpuso un recurso de apelación en contra de aquella determinación del juez. Mediante auto de 27 de enero de 2022, se acordó la remisión de la causa al tribunal del segundo circuito en turno.

¡El poder judicial en entredicho ante una flagrante violación de la vida y los derechos de una mujer avasallada por el odio y la burocracia!