Preocupada por mantener mi peso en niveles óptimos, soy una persona que se ejercita todas las mañanas y los fines de semana recurro a mi bicicleta para quemar esos kilos de más que a veces me estorban y molestan.
Como refuerzo a mis actividades físicas y a sugerencia de un compañero de trabajo, asistí a un famoso consultorio naturista a fin de someterme a un régimen de esa índole, y poder así, fortalecer mis mecanismos para conservarme en forma, y de alguna manera comer con inteligencia.
Estoy super convencida que la alimentación con productos naturales es la clave para que el cuerpo esté sano, de esto no me cabe ninguna duda. El gran inconveniente que existe, es que no siempre es posible comer saludable y lo es más cuando se come en la calle.
Son tan ricos los tacos, las tortas y tantas comidas que existen afuera de las oficinas de mi trabajo que, resulta imposible no caer en la tentación de comer algo tan sabroso. No es lo mismo una torta de pierna que una ensalada de verduras con chilito piquín.
Pero cuando se trata de la salud, es mejor aprender a comer de manera equilibrada y, en ciertas ocasiones sí es mucha la tentación de saborear algo grasoso hay que hacerlo de vez en cuando.
Bueno, pues con esta disertación en mi cabeza, me dispuse a asistir a mi cita a la famosa clínica naturista y ponerme en manos de un especialista.
Con la emoción que representa la primera vez al realizar algo, llegué unos minutos antes, los cuales me sirvieron para observar la gran cantidad de los pacientes que llegan al lugar para intentar cambiar su régimen alimenticio. Eso me dio más confianza. Supe que estaba en el sitio correcto.
Una vez que me tocó pasar con la doctora, me decidí a atender todas las indicaciones que me recomendaría. Ella era la experta y no dude un segundo en fijar mi atención en todo lo que me decía.
Evidentemente que la explicación sobre los beneficios que produce el naturismo fue perfecta. Me dio mi receta, mi dieta y algunos suplementos alimenticios. La verdad la atención fue perfecta y lo mejor de todo es que no es tan difícil hacer la comida con las fórmulas naturistas.
Los primeros días de tratamiento me resultaron algo complicados. No es fácil cambiar de régimen alimenticio así de pronto, sin embargo, mi voluntad y mi vanidad son más fuertes que cualquier adversidad, y con eso logré controlar el cambio.
Así llegué a la siguiente cita con mi especialista llena de gusto y optimismo porque pude adaptarme rápido a mi nueva forma de comer. Aunque los resultados no se notaron de inmediato, mi estómago descansó un poco y me sentí más ligera.
Todo iba muy bien. Yo estaba muy feliz con los resultados obtenidos hasta ese momento, pero una noche todo se derrumbó dentro de mí.
Ese día, me toco ir al teatro con mis amigos. Después de la obra, fuimos a cenar. En el lugar al que asistimos pueden servirte cosas ligeras, ensaladas naturales y comida muy afín a lo que yo estaba comiendo en esos días.
Lindos, mis amigos me llevaron a ese lugar para respetar mi nueva forma de comer sano. Ellos por supuesto, pidieron algunos antojos, pero se solidarizaron conmigo y no se atascaron como lo hacíamos antes en nuestras cenas locas.
Después de cenar, pasé al baño y justo cuando me dirigía a ese sitio, en una mesa, muy feliz de la vida y devorando unos tacos de pastor, se encontraba la doctora encargada de mi tratamiento naturista.
Cuando me vio, no supo donde meter la cara, mientras masticaba con diente fino el delicioso taquito que, por cierto, acompañaba con una coca cola.
La neta me sentí desilusionada. Con ese efecto emocional me dirigí a ella y le pregunté el por qué no respetaba todo lo que me había dicho en su consultorio. Y sobre todo porque en la consulta me dijo una y otra vez que la carne y el refresco son de los enemigos más fuertes para la salud de la gente.
Sin pelos en la lengua, y un tanto desconcertada me dijo que la disculpara por no ser fiel a lo que ella pregona en sus consultas. Es muy complicado llevar al píe de la letra lo que nosotros recetamos.
Casi todos mis compañeros nos damos nuestros gustos culinarios y después de hacerlo, nos ponemos en estricto ayuno por dos días para descargar las toxinas de la carne y de las cochinadas que nos comemos, me dijo.
Me quedé muy sorprendida porque nunca imaginé un cuadro así tan surrealista. Entonces le dije que, si yo podía hacerle como ella y me dijo que sí, pero que guardara el gran secreto y que no se lo dijera a nadie.
Obviamente que dejé de ir a consulta, pero aprendí que si un día como mucho, con un ayuno de 24 horas, remediaré la angustia de haber comido poco saludable no importa que hayan sido piedras.
Con razón entendí que estos naturistas nos hacen sentir culpables cuando no llevamos al cien la dieta que nos recetan. Total, ellos comen de todo. Al fin nadie se da cuenta. ¡Así qué chiste!