El objetivo es tener un control biológico que no dañe el ambiente, la salud humana ni animal
El jitomate es una hortaliza importante en la dieta de los mexicanos y con gran valor en las exportaciones. Sin embargo, la plaga de nemátodos fitoparasitarios, que cada vez se presenta más en este tipo de cultivos, es considerada una de las más dañinas; se trata de gusanos de menos de un milímetro que viven en el suelo y son transparentes.
En 2020, México produjo 3.27 millones de toneladas de jitomate, lo que implica crecimiento en la producción de 9.5 por ciento en la última década, según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). La expectativa es que para 2030, la exportación de este producto alcanzará 5.50 millones de toneladas, lo que generará ganancias por seis mil 641 millones de dólares.
No obstante, ante las pérdidas importantes que provocan en México y en el mundo, este tipo de plagas, científicos del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM buscan microongos y bacterias capaces de proteger a estas plantas.
La investigadora del IBt y líder del proyecto, Claudia Martínez Anaya, explicó “Es como una plaga invisible, los agricultores ven que sus cultivos están empezando a ponerse mal y no se sabe bien la causa. En México se encuentran en las hortalizas, pero en el mundo afectan muchos cultivos, casi cualquier planta es susceptible a una plaga de nemátodos de las raíces”, detalló.
Registran pérdidas económicas agricultores
Martínez Anaya precisó que existen varios tipos de nematodos: migratorios, lesionadores, sedentarios y de nudo o agalladores, estos últimos de mayor preocupación para los agricultores pues se instalan en las raíces y ahí́ se quedan toda su vida; son los causantes de las mayores pérdidas económicas. El principal representante de este tipo de parásitos es el género Meloidogyne, que cuenta con más de 100 especies.
Citó de ejemplo, en 2019, en Sinaloa -donde hay importantes cultivos de jitomate saladet, una variedad que se creía altamente resistente a esta plaga-, se encontró́ que más de 80 por ciento de las matas revisadas estaban infectadas por la variedad Meloidogyne enterolobii, lo que causó considerables perdidas económicas para los agricultores.
Es por ello que Martínez Anaya, en colaboración con Irán Tapia Vázquez, cofundadora de la empresa ESBiovolt, y expertos de la Universidad Veracruzana, estudian en el laboratorio del Departamento de Ingeniería Celular y Biocatálisis del IBt de la UNAM una población de M. enterolobii, a fin de identificar microorganismos nativos del suelo (como hongos y bacterias) que tengan la capacidad de proteger a las plantas.
Es posible que empiecen una infección, y lo que puede suceder es que las heridas que provocan al internarse dentro de las plantas dejan la puerta de entrada para otros organismos. “Se sabe que en algunos casos, hongos o bacterias aprovechan esta situación empeorando la enfermedad iniciada por el parasito”, abundó.
Nematicidas sintéticos, prohibidos
El objetivo, comentó la especialista en genética y biología molecular, es llevar a estrategias de control biológico que no generen daño ambiental, a la salud humana y animal, que pueden causar los actuales nematicidas sintéticos, varios de los ello, prohibidos en diversos países.
“Parte del trabajo que estamos haciendo en el laboratorio es caracterizar bacterias y hongos que pudieran ayudarnos a controlar las poblaciones de nematodos. Logramos identificar un hongo que invade a la masa de huevos y mata a los nemátodos, ello nos dice que ese hongo podría ser un enemigo natural”, detalló la investigadora.
Martínez Anaya añadió́ que se cree que existe una diversidad de microorganismos que podrían ser utilizados para controlar las poblaciones de los patógenos, por lo que en este caso el trabajo del IBt se basa en suelos nativos de México y se tiene colaboración con expertos en bacterias para ampliar la estrategia de combate.
Además de los estudios anteriores, con la población de nemátodos con la que cuenta, Martínez Anaya también investiga los mecanismos de invasión del parásito y la forma en la que la planta detecta su presencia -o de sus proteínas- que le sirven, tanto para crecer como para manipular el sistema inmune de la planta, y que esta no los rechace.
Las plantas tienen mecanismos para defenderse de diferentes patógenos y hay “una guerra bioquímica” entre estas y el parásito, con diferentes interacciones entre moléculas de ambos que necesitan ser entendidas, esto permitirá́ planear estrategias para identificar las naturalmente resistentes a la infección o para generarlas, lo que también pretenden numerosos laboratorios en el mundo, porque permite plantear otro tipo de estrategias, acotó Martínez Anaya.