Buscar culpables fuera de uno mismo, es una constante del ser humano. Es un vicio, un mal hábito y un problema que genera crisis en cualquier sociedad porque genera una espiral de irresponsabilidades que nos cuesta a todos.
Dentro de esa dinámica, nadie responde por sus actos. Algunos defienden su falta de acción, otros evaden su realidad y justifican su toma de decisiones, fijando una postura valemadrista que, se quiera no, afecta y duele.
En lo individual y en lo colectivo, estás actitudes lesionan los espacios sociales y muchos de los problemas que viven las grandes ciudades se deben particularmente a esa obsesión de culpar a los demás de todo lo negativo que sucede en su entorno.
Sin autocrítica certera, transparente y honesta, lo más común es lanzar el dardo envenenado hacia otros, provocando un espacio desordenado y vacío que a nadie beneficia.
Dentro de ese fenómeno, en estos días, un sector inconforme de la sociedad parece haber encontrado en el gobierno actual, a un chivo expiatorio en quien recargar todas sus quejas y frustraciones.
Es evidente que las promesas de un cambio social no han logrado consolidarse debido a la inexperiencia, desinterés o soberbia de la nueva administración, pero culparlo de todo, no tiene sentido.
Delirantes, desafían al presidente López Obrador y lo ubican en su órbita como el nuevo monstruo que está destruyendo al país y tratan de empequeñecer sus acciones a toda costa, apoyados desde luego, por sus informadores afines.
En la actual crisis sanitaria, han sido implacables críticos de todas las medidas adoptadas por el gobierno y en su destrucción mediática, han celebrado las lamentables muertes provocadas por el COVID-19.
Sin el más mínimo pudor culpan de esta pandemia al gobierno obradorista. No logran comprobar en absoluto sus dichos y esa es su lógica destructiva.
Sin tapujos, se quejan de la inseguridad que se vive en el país, omitiendo que esos problemas son heredados de gobiernos anteriores y donde nada dijeron. Lo permitieron, aplaudieron y solaparon.
Aprovechando al máximo la libertad de expresión que se vive en nuestro país, utilizan a los medios de comunicación afines para realizar campañas en contra del presidente, donde lo culpan de todos los males que padece México, siendo sin duda, una premisa falsa y desesperada.
Ejercen puntuales una crítica destructiva que no ayuda en nada a este país. Ese es el gran problema, su gran contradicción y su desmedida carencia de verse a sí mismos y enfrentar sus miedos y asumir sus propias responsabilidades.
Una crítica siempre será bienvenida cuando se realice objetivamente y tendrá un efecto positivo, siempre y cuando el receptor lo acepte y la utilice para crecer, algo que desafortunadamente, en ninguno de los dos casos se cumple en nuestra sociedad. Eso lo complica todo.
Justo hoy, cuando el país está entrando en una crisis sin precedentes, bien valdría la pena unir esfuerzos para poder enfrentarla. No hacerlo, puede costarnos muy caro. Es un gran riesgo polarizar y dividir.
En un país, donde todos los días, los grupos políticos y fácticos discuten y pelean por el poder, bien valdría tomar distancia entre ellos. Porque entre ellos, será difícil que se pongan de acuerdo.
Algunos seguirán culpando al gobierno de todos los males que les aquejan, otros pelearán, defenderán a capa y espada a sus ídolos y asumirán un rol de víctimas, en esta incesante lucha en busca del control político y social de México. Y esa es su realidad y su naturaleza.
Para fortuna, quedan algunos que trabajan, no se quejan y se responsabilizan de sus actos. Esos son los más valiosos, aunque son menos, no alcanzan para equilibrar la balanza entre productivos y quejosos. Son personas de las que más necesita México.
Pero, mientras se sigan buscando culpables y chivos expiatorios, la sociedad no avanzará. El reto de cambiar no es solo responsabilidad de los gobiernos, el cambio nos corresponde a todos e inicia desde la conciencia individual…