Compatriotas ¡” el mundo marcha” ha dicho Pelletan: marchemos todos!

¡Que los cobardes, que los histriones, que los enfermos de inverecundo indiferentismo, se queden atrás; a la vanguardia los que aun sentimos correr en nuestras venas la sangre heroica de Cuauhtémoc y del Benemérito de las Américas! Sucede a la paz de la abyección la paz del derecho.

Manifiesto del Club Liberal “Ponciano Arriaga”
27 de febrero de 1903

La historia nunca es una gesta individual, a pesar de que estemos acostumbrados a recordar los nombres de sus personajes emblemáticos -que con su vida nos legaron ejemplos de lucha-. Colectiva es la historia de una de las organizaciones políticas que aglutinó e impulsó a buena parte de los futuros revolucionarios en tiempos del férreo control social que impuso el dictador Porfirio Díaz.  El Club Liberal Ponciano Arriaga surgió como una organización legal que reivindicaba la lucha y el pensamiento de uno de los más ilustres liberales que acompañaron a Benito Juárez en sus horas más aciagas, quien fuera el más brillante y radical constituyente en la redacción de la Carta Magna de 1857. 

El potosino Ponciano Arriaga fue testigo y protagonista de las intervenciones armadas y luchas políticas que durante sus primeros 50 años definieron al México independiente como una nación federal con una Constitución liberal. Su ejemplo de lealtad a Juárez y su congruencia política con las causas populares que reivindicó desde muy temprano en la defensa de la educación pública, con su proyecto de crear una procuraduría de los pobres y argumentando la necesidad de la propiedad social y el reparto agrario; ejemplo y causas que fueron retomadas por sus herederos políticos, los opositores al régimen porfirista que ya se organizaban a fines del siglo XIX. Ponciano Arriaga es el eslabón entre el liberalismo juarista del Siglo XIX y los precursores intelectuales de lo que sería la revolución social del siguiente siglo.

En dicho Club Liberal fundado en San Luis Potosí en 1899 confluyeron notables personajes como el propio sobrino de Ponciano, Camilo Arriaga y su esposa Avelina Villareal, los hermanos Juan y Manuel Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama, Antonio I. Villareal, Librado Rivera; quienes posteriormente se sumaron a la organización a los hermanos Jesús, Enrique y Ricardo Flores Magón y la maestra Dolores Jiménez y Muro; por solo mencionar a sus integrantes más conocidos, pero no únicos militantes de estas organizaciones liberales.

La confluencia de personalidades e ideas que significó esta organización tuvo su punto de mayor efervescencia durante el Primer Congreso de Clubes Liberales en febrero de 1901 que organizaron como protesta a la influencia política que el alto clero hacía alarde, justo en San Luis Potosí, como abierto desafío a la Constitución de 1857. Su ideología liberal y su fuerte anticlericalismo, como punto en común de todos los integrantes de los clubes convocados, no tardaron en derivar en abiertas denuncias al régimen político que permitía estas violaciones al estado laico; así que no dudaron en poner en evidencia el nombre de sus esbirros y personeros locales, y menos se detuvieron para señalar como principal responsable de la miseria del pueblo a su cabeza, el mismísimo dictador Porfirio Díaz.

Este temprano activismo derivó en la represión del régimen contra de ellos, por medio de la cárcel a los integrantes del Club Ponciano Arriaga como dirección colectiva de la confederación de clubes; la animadversión que estos foros de denuncia provocaron entre personajes como Bernardo Reyes o los mismos jerarcas del clero, llevaron a Díaz a impedir que se realizara el Segundo Congreso Liberal, empleando la abierta provocación que actuó a punta de pistola en febrero de 1902, terminado con una gran celada a los dirigentes liberales que acudieron a esta malograda conferencia, mismos que radicalizaron sus posturas luego de constatar en carne propia la represión.

Aquel es el momento, en que aumenta la publicación de prensa crítica que sigue la línea de Regeneración o El hijo del Ahuizote, por parte de los integrantes de los todos los clubes que replican la estructura del Ponciano Arriaga. Tan solo un año después, en febrero de 1903 se publica el Manifiesto de este club liberal que, partiendo de una síntesis del devenir histórico del pueblo de México en la búsqueda de su libertad, y de la descripción de la situación socioeconómica y política del México a principios del siglo XX, termina con una tempranísima convocatoria a la rebelión en defensa de la República, que en ese momento no quiere aún llamarse revolucionaria, sino de defensa a la lucha del liberalismo político y social  del que se había manifestado partidario la mayor parte de los mexicanos, al que se mantiene como fuente de legitimada política al evocar sus palabras de 1857:

“Vuestros representantes han tenido que hacer un esfuerzo supremo sobre sí mismos, que obedecer sumisos los mandatos del pueblo, que resignarse a todo género de sacrificios para preservar en la obra de constituir al país”.

La historia -insistimos-, es siempre una construcción colectiva donde algunos nombres trascienden, pero donde muchos otros quedaran relegados; los “nuevos” liberales muy temprano se fueron radicalizando por la influencia de los autores socialistas y anarquistas de la época de los que fueron conociendo y abrevando; en gran medida por dicha influencia ellos no intentaron ser “lideres” en el sentido de sentirse indispensables o individuos excepcionales. Para ellos, la búsqueda del de bien común y el sacrificio por la colectividad era una tradición que asumieron inherente al espíritu profundo del pueblo de México; en esa perspectiva, son los tiranos quienes traicionan desde las cúpulas políticas, eclesiásticas y militares y quienes han interferido con esta vocación que surge de los valores ancestrales. A partir de este liberalismo, la cúpula económica, es decir, la oligarquía porfirista quedará plenamente identificada como capitalista: 

“Hoy nuestra Constitución ha muerto, no porque fuera utópica, no porque no fuera adaptada a nuestra generación, sino porque el pueblo ha degenerado a medida que el Clero y la tiranía ha ido triunfando”.

Desde esos tiempos precursores, esta experiencia de militancia radical se enfocó en el trabajo de formación política, que, nunca se asumió vertical, como si se tratara de escribir en hojas en blancos, o solo fuera el esfuerzo de “adoctrinar o luminar a un pueblo ignorante”; por el contrario, se asumió que esta construcción de conciencia en el pueblo era (y es) una labor de Regeneración de México.

En la idea de preservar como función social el formar y organizar a las colectividades para la acción, los clubes liberales y en particular el Ponciano Arriaga, significaron la semilla o la célula básica de la organización popular, donde pequeños o grandes grupos se identificaron -más allá de lo cuantitativo-, para discutir y asumir posturas ante la coyuntura, y preparar condiciones a través de lectura, la propaganda, el correr la voz y repartir tareas políticas y operativas concretas para incidir en la transformación de la realidad. Ese modelo de participación devino del juarismo y subsiste hasta nuestros días, como vía de incidencia en los asuntos públicos del hermanamiento entre iguales con objetivos comunes y un interés superior: los anhelos del pueblo.

Cobran nuevamente sentido las palabras de Ponciano Arriaga precisamente para vislumbrar la importancia de los clubes liberales y la organización desde abajo, como legado e inspiración:

“Hay en medio de nuestra sociedad una clase desvalida, menesterosa, pobre y abandonada a sí misma. Esta clase está en las entrañas de nuestra sociedad, es la clase más numerosa, es nuestro pueblo, es nuestra sociedad misma: se compone de todos aquellos infelices que, no habiendo tenido la suerte de heredar un patrimonio ni la forma de adquirir educación, se encuentran sumergidos en la ignorancia y en la miseria, se ven desnudos y hambrientos, por todas partes vejados, en todas partes oprimidos“.