Soy una persona que está al pendiente de lo que dice Hugo López Gatell.  Desde que en mi trabajo me mandaron a descansar porque soy una persona de alto riesgo, decidí ser disciplinada y hacer caso a todas las recomendaciones que nos hacen las autoridades sanitarias.

En los noventa días en que he estado confinada, no me pierdo ninguna conferencia. En mi celular me llegan las notificaciones y como tengo tiempo, las veo con mucha atención. Incluso tengo una libretita donde anoto todo lo que considero importante.

Llevo el registro desde que murió el primer infectado por COVID-19, hasta el último de este día. He visto con mucha preocupación que los números crecen y por primera vez, ya no quiero escuchar al doctor López Gatell, porque lleva más de seis veces que dice que ya domaron la pandemia y por los muertos que hay, no parece que así sea.

Para colmo de males, en la mañana escucho a mi presidente decir que salgamos poco a poco porque ya la pandemia está controlada. Los dos personajes que más sigo dicen cada rato que ya está domada la curva y que nos acostumbremos a la nueva normalidad.

Yo les quiero creer a ambos, pero algo me dice que no es coherente lo que dicen. Más de 16 mil muertes y miles de contagiados no son números que nos den paso al optimismo. Hoy, al contario me siento triste, desesperada y con mucho miedo.

También sigo a Claudia Scheibaum. Es una gran mujer. Me gusta como dirige a la ciudad de México. Le hago caso y llevo a cabo todas las instrucciones que dice. He tenido que salir algunas veces de mi departamento a realizar algunas compras y me pongo el tapabocas tal como ella lo pide.

Pero me hago una pregunta cuando veo que ni López Gatell, ni mi presidente López Obrador usan el tapabocas: ¿A quién le hago caso? ¿Qué debo hacer? Es muy contradictorio todo esto.

Se supone que la semana entrante pasaremos a semáforo naranja y la movilidad será aún más en la ciudad de México. El presidente saldrá de gira. El metro y el metrobús reabrirán sus estaciones. Al doctor López Gatell se lo van a llevar a la Organización Mundial de la Salud y todo parece tan normal.

Medito, reviso los números y no me parece que la pandemia esté controlada. En mi trabajo nos dieron más días para quedarnos en casa y debo ser respetuosa con esa decisión. Voy a seguir resguardada. No quiero arriesgarme.

Tengo miedo. Dos amigos me han hablado para contarme que personas cercanas a ellos han fallecido.

Siento horrible de pensar que hay mucha gente que ha salido a trabajar por necesidad y lo entiendo, pero también lamento que hay gente que no respeta las medidas de seguridad que nos piden las autoridades y salen de sus casas como si estuvieran de vacaciones.

Como me gustaría que todo esto terminara, pero temo que esta pandemia va para largo. Los números no mienten. Imagino el dolor de las familias que han perdido a sus seres queridos por el COVID-19.

Ojalá se pongan de acuerdo nuestras respetables autoridades. Los mensajes que nos mandan son contradictorios. Especular no sirve.  Muchos hemos respetado todo lo que nos instruyen, no quiero pensar que lo estén tomando a la ligera.

Por lo pronto, ya voy a romper mi libreta. Ya no voy a escuchar noticias ni conferencias. Mejor, seguiré tomando clases de yoga por internet porque solo de esa manera alejaré el maldito miedo que tengo…