• Investigadores de la Universidad de Nicosia en Chipre advierten que las partículas microscópicas de los árboles pueden haber ayudado a la transmisión del virus, especialmente durante la primera ola de la pandemia

Redacción

Muchos han sido los estudios dedicados a entender la física detrás de las partículas virales que se escapan de una persona infectada con el SARS-CoV-2, el virus que produce el COVID-19, y cómo pueden viajar o permanecer en el aire durante un tiempo prolongado. Sin embargo, una nueva investigación publicada en la revista Physics of Fluids, analizó el papel de las partículas microscópicas, como el polen que se desprende de los árboles, que actúa como una suerte de “vehículo” para el virus, transportándolo más lejos.

Investigadores de la Universidad de Nicosia en Chipre utilizaron modelos informáticos para imitar el movimiento del polen de un sauce, con simulaciones de un día típico de primavera en los Estados Unidos y descubrieron que las partículas microscópicas viajaban a lo largo de 50 metros y a través de una multitud simulada de hasta 100 personas en menos de un minuto. Cada grano de polen puede transportar cientos de partículas de virus y, en un día de alto nivel de polen, los árboles por sí solos pueden liberar 1.500 granos por metro cúbico al aire.

Los granos de polen pueden viajar distancias más largas que las gotas de saliva y no pueden evaporarse por completo, a diferencia de las gotas de saliva líquida. Por lo tanto, pueden propagar el virus en el aire a tasas más altas en comparación con las gotas de saliva transportadas por el aire. “Hasta donde sabemos, esta es la primera vez que mostramos a través de modelos y simulación cómo los microgranos de polen en el aire se transportan con una brisa ligera, lo que contribuye a la transmisión de virus en el aire en multitudes al aire libre”, aseguró el doctor Dimitris Drikakis, coautor principal del estudio.

 

“Uno de los desafíos más importantes es la recreación de un entorno completamente realista de un sauce maduro”, asevero el doctor Talib Dbouk, director de investigación de la Universidad de Nicosia. “Esto incluyó miles de hojas de árboles y partículas de granos de polen, cientos de tallos y una reunión realista de una multitud de aproximadamente 100 individuos a unos 20 metros del árbol”.

La simulación encontró que el polen puede llevar el virus más lejos de lo que viajaría por el aire, y que una distancia de dos metros puede no ser suficiente en áreas con mucho polen. El equipo también descubrió por separado que las áreas que se consideraba que tenían una alta concentración de polen en el Mapa Nacional de Alergias tenían más probabilidades de ver una mayor transmisión de COVID-19, lo que proporciona una prueba potencial en el mundo real de sus hallazgos simulados.

Los investigadores esperan que otros continúen investigando cómo las micropartículas podrían ayudar a propagar el virus al transportar partículas de persona a persona. A medida que la pandemia de COVID-19 se acerca a su fin, al menos en los EEUU, los investigadores esperan aprender más sobre el virus que se apoderó del mundo durante un año. A pesar de su prevalencia, gran parte del SARS-CoV-2 sigue siendo un misterio. De dónde vino, cómo afecta el cuerpo de una persona a largo plazo, el verdadero recuento de muertes del virus e incluso cómo se puede propagar de persona a persona han sido objeto de investigación por parte de expertos de todo el mundo.

Aun así, se sabe que por la pandemia, las reuniones al aire libre con barbijos o mascarillas y distanciamiento con personas no convivientes son más seguras que en interiores. Esta medida de prevención es clave para reducir el riesgo de contagio de coronavirus. Porque las personas pueden estar infectadas sin saberlo y emitir tanto gotitas como aerosoles con el coronavirus a otras personas que están cerca. Al aire libre, el riesgo de contagio es menor, y la investigación científica ya conoce por qué.

“El riesgo de transmisión del coronavirus es mucho menor en el exterior que en el interior debido a dos factores principales”, la doctora Andrea Pineda Rojas, investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, que depende del CONIVET y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Por un lado, señaló la experta, “la turbulencia atmosférica es muy eficaz para diluir aerosoles. Por otro, en áreas abiertas, los aerosoles se pueden esparcir en un volumen mucho mayor que en los espacios cerrados”.

Aun así, se sabe que por la pandemia, las reuniones al aire libre con barbijos o mascarillas y distanciamiento con personas no convivientes son más seguras que en interiores. Esta medida de prevención es clave para reducir el riesgo de contagio de coronavirus. Porque las personas pueden estar infectadas sin saberlo y emitir tanto gotitas como aerosoles con el coronavirus a otras personas que están cerca. Al aire libre, el riesgo de contagio es menor, y la investigación científica ya conoce por qué.