Ni hay ninguna duda de que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un hombre cercano al pueblo. Sus hechos así lo demuestran, y gracias a ello, su popularidad goza de cabal salud.
En sus programas sociales, privilegia a los que menos tienen, destacando por sobre todas las cosas, la ayuda a los adultos mayores, y eso le ha valido el reconocimiento de propios y extraños.
Ayudar a ese vulnerable grupo, le coloca en un lugar especial en la historia, porque muy pocos presidentes se preocuparon en brindarle atención a ese sector de la población.
Se puede objetar que lo hace con fines electorales, y puede ser cierto, pero en la mente de una persona que transita por la vejez y tiene un respaldo económico, le queda claro que el presidente le está echando la mano.
Y si eso no bastara, la visión del primer mandatario de apoyar a la gente de la tercera edad, se prolonga hasta su mismo gabinete, donde la gran mayoría se encuentra en la tercera edad, incluso él, es decir tienen 60 años o más.
Está claro que el presidente confía en la sabiduría infinita que brinda la edad y por eso les mantiene en un cargo público, apelando a la experiencia que tienen estas personas que cursan la última etapa de sus vidas. Tal como lo hacían las culturas mesoamericanas en el pasado, donde el anciano era respetado y valorado.
Y es justo en esa sabiduría la que hace pensar en que todas las acciones en el ejercicio del poder de cada uno de estos personajes, serán atendidas con esa visión de experiencia, sensibilidad y neutralidad que brinda la edad.
Sin embargo, este ejercicio de poder no está exento de protagonistas, quienes desafortunadamente no aplican su experiencia y sabiduría de manera positiva para conducir con decoro su actividad pública, manchando las grandes expectativas que se tienen sobre ellos.
Éstos, a pesar de ser adultos mayores, están lejos de cumplir con sus deberes de manera positiva. Las acciones y tropezones que cometen casi diariamente se han convertido en un verdadero lastre para el presidente y un espectáculo nada favorable dentro del gobierno de la cuarta transformación.
El caso más reciente es el del Fiscal General de la República, un hombre de 82 años de edad, quien ha convertido su cargo en una fiscalía particular que opera solo para su beneficio, y que lo mismo encarcela, amenaza y asusta con el amparo del gobierno, sin que el presidente le llame la atención.
Y dentro del grotesco espectáculo que brinda el fiscal, aparece otro hombre -que no pertenece al gabinete- conocido como el Fiscal de Hierro, de 73 años de edad, para hacerle frente a las atrocidades del poderoso octogenario, llenando de morbo los medios de comunicación, contaminado aún más, el ambiente político y social en que se encuentra el país.
Por otro lado, pero igual llamando la atención, cual espectáculo teatral, la agenda de Comunicaciones y Transportes la lleva, con un sinfín de problemas y calamidades un hombre que tiene 79 años de edad, cuya dinámica no es la adecuada para un área sustantiva para el desarrollo integral del país.
Lo mismo sucede en la Comisión Federal de Electricidad que es dirigida por un hombre de 86 años de edad, con un historial muy oscuro, y cuyo trabajo ha sido poco efectivo para una institución también vital para el desarrollo y modernización de México.
Y aún existen más ejemplos donde los hombres de la tercera edad son los protagonistas principales de los diferentes escenarios que se abren todos los días en este país. Unos en el gobierno y otros fuera de él y no precisamente por la brillantez de sus acciones.
Consterna, por ejemplo, que un desequilibrado hombre de 78 años, haya privado de la vida a su joven esposa porque se le dio la gana, demostrando una soberbia inaudita, llamando la atención de los medios de comunicación, por lo morboso y atroz del caso, donde queda demostrado que ser una persona de la tercera edad no es garantía de sabiduría, paciencia y mucho menos de sensatez.
Así, mientras esto sucede, los casi 15 millones mayores de edad que viven en nuestro país son apapachados de una manera digna, integral y con mucho amor por parte del gobierno de AMLO -y de sus respectivas familias de las que fueron sustento-, unos pocos desubicados y locos buscan los reflectores a como dé lugar, convirtiendo el escenario público en un inesperado show de terror protagonizado principalmente por los sorprendentes hombres de la tercera edad…