• La actriz fue cortejada por el rey Faruk, quien siempre se rodeó de lujos y pretendía hacer lo mismo con “La Doña” regalándole una joya a cambio de algo que sólo ella le podía dar.

Red de corresponsales

María Félix se caracterizó por ser una de las mujeres más admiradas dentro del cine mexicano; ya sea por su talento o por su belleza, siempre existieron personas que la pretendieron y le ofrecieron los mejores lujos. Tal fue el caso del rey de Egipto, Faruk, quien quiso regalarle una joya muy especial a cambio de algo que La Doña se rehusó a darle.

Una de las tantas veces que María Félix visitó Francia buscó hacer algo muy especial para ella: reunió todas las joyas que tenía para poder adquirir una, que fuera la más lujosa de la firma Cartier.

La actriz llegó a la casa joyera ubicada en Rue de la Paix, en París, y espero a que el gerente la atendiera para pedirle que le dieran lo más especial que tuvieran, por lo que fue en ese momento que mandaron diseñar su famosa serpiente de ojos de esmeralda.

Cuando fue a recogerla conoció al rey Faruk de Egipto, quien estaba esperando recibir una alhaja que mandó hacer para una de sus parejas. Según ella, le gustó del momento en que la vio y le hizo plática. Al final de su encuentro acordaron en ir a cenar una semana después al exclusivo restaurante Maxim’s.

El día que se volvieron a ver, el rey dijo un comentario sobre las joyas que portaba María, algo que la molestó mucho, pero que sirvió para que él se diera cuenta de lo mucho que la actriz apreciaba sus lujos.

Desde esa cena no se volvieron a ver hasta tiempo después, cuando el soberano la invitó a su fiesta de cumpleaños en El Cairo, con todo pagado. Aunque ella ya sospechaba de las intenciones de Faruk, aceptó ir porque sabía que era una gran oportunidad para conocer la ciudad.

La fiesta fue todo un espectáculo, lleno de excentricidades y, debido a lo ocupado que se encontraba el rey disfrutando de su cumpleaños, ese día no hablaron mucho, pero al siguiente él llamó a María para invitarla a unas ruinas.

Tras unas pocas horas de viaje en avioneta, llegaron a las ruinas de Abu Simbel, una de las atracciones turísticas más importantes de Egipto.

Félix estaba fascinada de lo que estaba viendo, pues siempre se consideró una fanática de las construcciones antiguas. Además, sabía que estaba disfrutando de una experiencia única, pues podía hacer un recorrido especial al ir en compañía del rey.

El soberano comenzó a mostrarle algunas de las antigüedades hechas para Nefertari, una de las esposas de Ramsés II, quien mandó construir el templo que estaban visitando. Faruk le dijo que la reina había sido como ella, una amante de las joyas.

En medio de su recorrido, el rey llamó a uno de sus asistentes, quien ya llevaba en manos una diadema, la más fabulosa creación de su tipo, según la protagonista de El Rapto. Era la corona de Nefertari.

Él le pidió que la tomara como un regalo para ella, la reina de México. María, completamente fascinada por el oro, la agarró y se la colocó en la cabeza, pero a los segundos reflexionó acerca de lo que implicaba aceptarla.

La Doña le preguntó a su pretendiente a cambio de qué le estaba regalando la corona y él no dio rodeos: a cambio de una noche de amor juntos.

Rápidamente la histrionisa devolvió la diadema y le hizo saber al rey que a ella no la podía comprar con los más caros lujos ni con otra cosa, menos si no le gustaba, como era su caso, por lo que ahí terminó el cortejo de Faruk a María.