Rómpase en caso de incendio / Por JHAD

1056

Nunca una afirmación había sido tan certera. Nuestro país se encuentra dentro de una rugiente hoguera que quema a todos. A buenos y malos. A liberales y conservadores. Aquí nadie se salva. Aunque algunos quisieran que la gente no se dé cuenta.

La polarización que se vive en la arena política ha provocado enfrentamientos innecesarios y torpes al tratar de defender ideologías que, de nada sirven en momentos en que se requiere unidad.

Arrasados por el virus en su quinta ola, con una economía herida y débil. Con un gobierno que no atina en controlar el flujo de poder con que operan los criminales en todo el territorio, donde matan gente sin importar quien sea, cobrando derecho de piso impunemente y eligiendo gobernantes afines a sus intereses.

Con una violencia nunca antes vista. Con mujeres padeciendo el maltrato de hombres violentos sin que nadie haga algo por apoyarlas.  

Con las instituciones públicas de rodillas ante el poder. Con funcionarios dedicados a hacer campañas para ser considerados presidenciables, dejando sus principales tareas pendientes. 

Sumado al mal humor social que asfixia a todos y miles de problemas que urge atender de inmediato, surge desde el poder mismo, una fórmula mágica, que ha sido aplicada cada vez que los problemas se matizan y ponen en evidencia que las estrategias, si es que existen, no son las adecuadas y exhiben a quien las aplica o a quien las prometió.

Esa historia no es exclusiva del actual gobierno, es una práctica muy común con la gente del poder. Prometer es su vocación, no cumplir es su realidad. Extraña que un pueblo tan listo como es el nuestro, tenga tan mala memoria y siga aceptando migajas que solo sirven momentáneamente y justifique todo sin un pedazo de sentido común.

La semana anterior, como sacado de una tira cómica, en la mañanera, sorprendentemente le pidieron al presidente información sobre el ex presidente Enrique Peña Nieto, a quien en muchas ocasiones le ha agradecido su comportamiento durante la jornada electoral de julio 2018, donde lo llamó demócrata.

Ni tardo ni perezoso, el jefe del ejecutivo, pidió al titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez que informara sobre la situación del hombre de Atlacomulco para desviar la crítica negativa que vivía en esos momentos cuando su enfrentamiento con la iglesia, con los jesuitas y la creciente ola de violencia en el país subían de tono.

Amplio conocedor de las formas políticas y viejo lobo de mar, el mandatario logró el cometido de desviar la atención hacia otro lado para bajarle las revoluciones a sus duelos verbales con las jerarquías católicas y de paso, poner un tema muy morboso en la palestra pública.

Aunque el pleito sigue y las inconformidades continúan por todos los flancos, por este breve periodo la atención se dirigirá exclusivamente a Peña Nieto.

Y así, mientras el país se ahoga en una crisis monumental de punta a punta, el presidente utilizará su conocimiento político para culpar a otros de sus malos resultados como gobernante, echando mano a sus últimos recursos que le quedan para justificarse y poder gritar a los cuatro vientos que el país está en paz y tranquilidad.

En tanto esto sucede, el ex presidente seguirá gastando su fortuna por el mundo. El escándalo mediático solo servirá a desviar la atención de lo verdaderamente importante.

Una vez que pase el vendaval informativo y la distracción haya cumplido con su propósito, ocurrirá lo de siempre. Es decir, nada habrá cambiado porque todo seguirá igual o peor.

En fin, así las cosas y con todo respeto, esto no es más que un nuevo episodio del famoso rómpase en caso de incendio, en espera de otro nuevo distractor que tranquilice el ardor de la hoguera nacional.