El frío apresta en mi cuerpo y mi sensible mano se aferra a empezar a escribir como hace tiempo no lo hacía con tanta soltura.
Me deja cautivar una sonrisa, una mirada, un pensamiento, un motivo cualquiera… no pretendo particularizar, pero menos quisiera generalizar así porque sí.
Siempre espero fechas importantes y sensibles.
Por eso mismo, el pretexto y razón para que este trovador no abandone su sana costumbre de escribirle al alba y al dorado cielo del ocaso, y también a lo que escucha de la tersa noche en que la luna lunera alumbra los campos y las ciudades, a pesar de que luego las farolas quisieran opacarla con brillos inertes.
Por las ciudades de continuo bullicio disfruto las risas que ahora escucho ocasionalmente en los camiones o en el Metro, o bien ahora que tengo más oportunidad de caminar y caminar.
Claro que disfruto estos momentos porque cuando uno viene conduciendo un auto, difícilmente puede estar atento a los pequeños detalles de su entorno.