La basura y las bestias / Por María Luisa Prado

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De verdad no entiendo cómo aún existe gente que no toma conciencia de lo malo que resulta tirar la basura en las calles. No sé qué es lo que pasa en su cabeza para hacer de este acto irresponsable, una práctica común en su vida.

No hay empatía, no hay solidaridad, no hay respeto y parece que tampoco educación, porque alguien educado no hace daño a su entorno, y mucho menos realiza una acción que perjudica al medio ambiente y en consecuencia a su familia y a las miles que viven aquí.

Es muy desagradable observar montones de basura en muchos espacios abiertos de nuestra ciudad y por más campañas que realizan las autoridades para evitarlos, los resultados simplemente no se dan.

Y no solo eso, también hay multas para quien sea sorprendido tirando basura en las calles, pero parece que a nadie le importa hacerlas efectivas. Por eso es que el problema sigue y seguirá creciendo en tanto los ciudadanos no se pongan las pilas para poner fin a este flagelo.

Todos sabemos que nuestra capital genera grandes cantidades de basura, para ello el servicio de limpia de las alcaldías recolecta los residuos en horarios fijos para que la gente acuda a los lugares establecidos y los deje ahí. Por eso no hay pretexto para que la gente tire basura en la calle.

Por ello nos piden que los apoyemos separándola para que así sea más fácil de tratarla. Es una gran idea que ha funcionado, pero el problema radica en que no todos lo hacen.

Ese segmento de personas que hacen caso omiso a todas estas reglas, son los responsables del deterioro que viven algunas calles de la ciudad de México y del área metropolitana.

Además de ser un foco de infección y generador de olores nauseabundos, los basureros son peligrosos porque aumentan los roedores y algunos insectos y bichos raros que llegan a las casas, con las consecuencias conocidas. En temporada de lluvias, el drenaje colapsa por el exceso de basura en las coladeras.

Todo este disparate lo vivo y lo veo casi todos los días cuando me dirijo al trabajo o a la casa de mis padres. Me enoja ver cómo hay gente irresponsable y lo peor de todo es que se enojan y agreden cuando se les pide que no tiren la basura. Es el cuento de nunca acabar.

Bueno. Todo esto que les platico viene a propósito de lo que me sucedió hace unos días cuando de casualidad me encontré a una señora que llevaba tres bolsas llenas de basura intentando dejarlas en la entrada de los departamentos donde vivo. Ella no me vio, pero yo sí pude observar su vil acción.

Al verla, le reclamé con energía. Casi le pego del coraje que me dio, pero me tranquilicé. No pude llamar a la patrulla para denunciarla, así es que tuve que lidiar con la tipa. Serena me di a la tarea de encausarla por el camino del bien, explicándole que no era lo correcto, pero fracasé.

Le pregunté que por qué lo hacía y muy altanera me mandó al diablo.  Me quedé estupefacta. De pronto, no sé de dónde, llegaron sus dos hijos y altaneros, como ella, me volvieron a mandar al lugar que les cuento.

Frustrada, enojada y espantada no hice más escándalo y dejé que se fueran los tipos junto a su fina madre. Total, no me toca a mi educar a insensatos y gandules. Ya habrá alguien que les cobre sus actos. Yo no lo haré, aunque ganas no me faltaron.

Si me preguntan por las bolsas de basura, les cuento que ahí las dejaron y tuve que meterlas a los contenedores que tenemos en los departamentos para dejar limpia la entrada. En la tarde, pasó el camión y como siempre, el personal hizo su tarea y se llevó todo.

Más allá de lo anecdótico de este evento, saqué muchas conclusiones.

Comprendí por qué nuestro país no sale del pozo de la mediocridad existiendo gente así.

Entendí por qué no nos quieren en la provincia. Nadie nos soporta, aunque no todos somos como los malandros que les cuento.

Comprendí por qué las playas están llenas de basura. Y por qué hay incoherentes que tiran las colillas de cigarro en las macetas o en el suelo sin el menor recato.

También recordé que hay tipos que escupen en cualquier lugar contaminando con su baba el sitio donde lo hacen.

Comprendí por qué muchos arrojan basura desde sus autos valiéndoles madre donde lo hacen. También entendí y lamenté que, al no existir castigo alguno, ni consecuencias, las cosas van a seguir igual o peor.

Entendí, comprendí, reflexioné y comprobé que mientras existan personas como el trío que les platiqué y gente que hace esas porquerías en todo momento, difícilmente vamos a vivir en armonía y en orden. Es una realidad que duele porque nos afecta a todos.

Tras estos sucesos, me puse a pensar en las familias de ese tipo de gente y me quedé sorprendida, triste y desencajada. Me quedé pensando en la forma en que viven. Imagino que no ha de ser muy agradable.

Supongo que cargan mucha frustración, ignorancia y resentimiento. Su situación es lamentable y triste. Lo malo es que ese tipo de personas se multiplican y eso es lo grave. Tenemos que aprender a vivir con ellos. Lamentablemente.

En fin, todo empieza con una simple acción, que se normaliza y se convierte en el primer paso hacia el abismo. La ciudad puede colapsar aún más.

Es difícil que esa gente lo entienda. Así ha sido y así seguirá, en tanto no existan consecuencias reales y serias.

Mientras tanto la vida continuará y las bestias seguirán llenado las calles de basura y la basura se mimetizará de esas mismas bestias.