La primera fábrica de cerveza se estableció en Amecameca en el siglo XVI y estuvo a cargo del español Alfonso de Herrera

Red de corresponsales

La cerveza es una de las bebidas favoritas de muchas y muchos, es el elemento ideal para pasar un rato con los seres queridos, disfrutar de una michelada o quitarse el calor, sin embargo, es muy común que la gente desconozca la historia de cómo este trago con raíces asiáticas y europeas llegó a tierras mexicanas.

De acuerdo con un artículo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los orígenes se remontan al siglo XVI cuando los españoles conquistaron Tenochtitlan y decidieron asentarse en tierras mexicanas. Al fundarse la Nueva España comenzaron a planearse estrategias para que la economía empezara a desarrollarse a la manera europea, fue así como en 1542 Hernán Cortés decidió enviar a un mensajero para solicitarle al emperador Carlos V un permiso para empezar a producir cerveza.

El emperador dio su autorización el mismo año y al poco tiempo se inauguró la primera fábrica en Amecameca para comenzar a producir esta bebida. La tarea estuvo a cargo del español Alfonso de Herrera. Respecto a sus labores en el ámbito cervecero, la historiadora María del Carmen Reyna resalta: “Se traían maestros cerveceros europeos para poder hacerla, quienes tenían la habilidad, práctica y experiencia necesaria. Esta primera cervecería permaneció alrededor de cuatro o cinco años, pues no tenía las condiciones para subsistir”.

La producción de esta bebida resultó ser más compleja de lo que muchos imaginaron, pues al principio, la elaboración de cervezas fue muy cara y por esa razón, la producción era muy escasa, puesto que no se podían cubrir los gastos necesarios para hacer todo el proceso. Después de varios intentos se decidió traerla en barcos desde Europa.

Parecía una gran idea, sin embargo, luego se dieron cuenta de que tenían que elaborar un plan para establecer las condiciones necesarias que evitaran que el producto no se echara a perder. Cuando la situación se logró resolver, llegaban al territorio un aproximado de 619 barriles y un poco más de 71 mil botellas de cerveza, aunque cabe aclarar que dicho elixir sólo era consumido por los más ricos, ya que eran las únicas personas que podían pagar su precio.

Aunque después se intentó otra vez establecer cerveceras en México, los proyectos nunca daban frutos debido a que se tenía que importar el lúpulo y la cebada, situación que más tarde provocaría que en el país se empezara a cultivar la cebada.

El INAH apunta que fue hasta finales del siglo XVIII que las cervecerías empezaron asentarse con éxito en el territorio y comenzaron a hacerse más populares entre la sociedad de todo tipo de clases. De hecho, esta situación ocurrió gracias a que después de la Independencia llegaron algunos inmigrantes europeos y estadounidenses que buscaban comprar la bebida porque “preferían la cerveza al pulque pues éste les parecía que no tenía sabor”

A propósito de esto, María del Carmen Reyna comenta que las exigencias de los extranjeros fueron uno de los motores principales que propiciaron que en la primera mitad del siglo XIX “los europeos empezaron a establecer fábricas artesanales, pero tenían que traer maestros cerveceros para poder elaborarla, a quienes se les pedía firmar un contrato en el que se establecía que no debían enseñar aquí la técnica porque era algo casi secreto”.

Por lo regular, las personas que viajaban al país eran monjes, debido a que desde tiempos de la Edad Media fueron ellos quienes habían adquirido más práctica para la elaboración de este producto, inclusive, “algunas marcas tenían el nombre de los monasterios donde se producía”.

Cabe destacar que a causa de la inestabilidad política a la que se enfrentó la República Mexicana en el siglo XIX no se pudieron fortalecer las fábricas de cerveza. Sin embargo, en cuanto los conflictos comenzaron a solucionarse empezó a haber una mayor demanda de la también llamada CHELA, la cual poco a poco fue desplazando al pulque, ya que “la cerveza también se consideraba medicinal, a los niños se les daba un traguito para tranquilizarlos por efectos del lúpulo”.

Desde entonces, el desarrollo de esta industria fue en mejorando y diversas marcas extranjeras y mexicanas se fueron incorporando al mercado para cubrir el incremento de la demanda.