En México, y algunos países de Latinoamérica, por razones que resultan ahora ociosas de explicar, “patito” es sinónimo de falso, engañoso o fingido, como fuera la marcha “del odio”, o marcha de “los pendejos”, llamada así por muchos, que encuentran una justificación ampliamente compartida.

Veamos, la reforma electoral, en su iniciativa, en ningún caso sugiere la desaparición del INE, tampoco del TEPJF, la propuesta, al contrario, es fortalecerlos en beneficio de la democracia, evitando los fraudes electorales que consejeros y magistrados, en complicidad con algunos partidos políticos, alientan y facilitan. Pero, este planteamiento, es apenas una pequeña porción de la iniciativa de reforma. 

PAN, PRI y PRD, con la sospechosa abstención de Movimiento Ciudadano, harían una campaña en contra de la reforma electoral bajando a su pequeño e ignorante electorado solamente la hipotética “desaparición del INE”. Y así vimos en esa vergonzosa y humillante marcha de sus obligados “seguidores”, como militantes de los tres partidos, clasemedieros confundidos, y trabajadores de las alcaldías prianistas, repetir sin cesar mentiras preconcebidas por sus convocantes sin el pudor de la cultura y el conocimiento: “El INE no se toca”, “Yo defiendo al INE” y otras frases “patrióticas” amañadas.

Fue muy fácil darse cuenta por entrevistas específicas y la centralización en su “lucha”, los “marchantes” NO tenían las más remota idea de lo que hacían, qué significaba la reforma electoral NI su contenido, y estaban siendo usados miserablemente por los partidos “ofendidos”.

Como todos los lectores saben, en la víspera del evento, el INE había ocultado los resultados de una encuesta que ellos mismos habían ordenado. En ella se consignaba claramente los mexicanos, por abrumadora mayoría, habrían exigido se aprobara la reforma electoral sin restricciones.

Sin embargo, debemos recordar, los legisladores del PAN, PRI, y PRD, no quieren representar a sus electores, es decir, a quienes votaron por ellos, y todavía, a pesar de esto, cuentan con un 25% (en su conjunto) del total nacional en la intención de voto. Esos partidos obedecen ilegalmente a una oscura cofradía de apátridas y saqueadores, sin saber que las organizaciones partidarias tienen como dueño absoluto al pueblo de México. En el futuro inmediato, si no desaparecen, deberán regresar a sus legítimos propietarios.

No hay que olvidar, los partidos políticos en nuestro país son inmensamente ricos, y la ironía es que son financiados, a través de nuestro gobierno, por un pueblo mayormente pobre. De ahí que uno de los puntos con mayor trascendencia de la reforma es la disminución excesiva de recursos para estos vividores. Por encuesta del mismo INE, el 93% de los mexicanos buscan disminuir este insultante dispendio.

Si los manipulados marchistas del pasado día 13 de noviembre hubieran leído con interés cívico el contenido en la iniciativa de la reforma electoral jamás se habrían expuesto a formar parte integral en la “marcha de los pendejos”.

Existen dos cálculos o versiones en la cantidad de personas que desfilaron ese penoso día. Algunos opinan fueron 60 mil, otros que 600 mil. Los menos, se dejaron traicionar por un optimismo enfermizo que lo elevó a un millón de participantes. En cualquier caso, es doloroso para nuestra conciencia colectiva existan tantos incautos. Son los mismos que aceptaron Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México, que seríamos comunistas, que tendríamos motines y saqueos por la hambruna, que  el dólar y otras divisas se irían a la nubes, que los  energéticos se volverían inalcanzables, que sus casas tendrían que ser compartidas por familias ajenas, en fin, que alcanzaríamos el caos y destrucción que ellos mismos prepararon durante tantos años. ¡Qué difícil ya resulta creerles cuando ha sucedido lo contrario en México a pesar de lo terrible de la guerra y la pandemia!

Sin embargo, no todo está perdido para la credulidad estúpida de los “marchantes”, es el momento de contrastar el movimiento monotemático del día 13 (“El INE no se toca”) a la amplia exposición que tendremos el día 27 sobre la reforma electoral a cargo del más brillante y propositivo de todos los presidentes en la historia de nuestro país.

Hago un breve recordatorio de los urgentes cambios y beneficios posibles:

  • El INE no desaparece (cambia de nombre y seguirá autónomo)
  • Reducción del número de diputados (de 500 a 300)
  • Consejeros y magistrados elegidos por la gente (no por los partidos)
  • Eliminación de organismos electorales locales (por su duplicidad)
  • Reducción del número de senadores (de 128 a 96)
  • Financiamiento a los partidos políticos sólo para las campañas electorales (deberán sobrevivir con el apoyo de su militancia)
  • La consulta popular será vinculante con el 33% y no 40%
  • Posible instrumentación del voto electrónico 

La marcha que realizará el Presidente de la República no tendrá un efecto o  propósito electoral, busca, como siempre, mantener un estrecho vínculo con la población que permita conocer el sentido de la reforma y sus actos de gobierno.

El próximo 27 de noviembre de 2022 será otro día extraordinario, como todos aquellos que fueron elegidos por López Obrador, para impulsar por todo el país, la ilusión, la esperanza y los proyectos, que cada día se hacen realidad en beneficio de las mayorías. 

No hay que olvidar, por eso lo reitero. La marcha “patito” NO fue un reclamo ciudadano, fue una expresión política falsa que unió, una vez más, a los partidos para defender sus intereses económicos (miles de millones de pesos)  cuotas políticas de control y premios (plurinominales) y extender la sujeción de consejeros y magistrados para imponer “oficialmente” fraudes electorales.

“La marcha del 27” es incomparable, tiene fuentes, ingredientes y propósitos distintos. La convocatoria parte de un presidente de la república atípicamente comprometido con el México que todos deseamos. Un presidente, cuya popularidad, trabajo y resultados son inéditos en la historia de nuestro país, situándolo desde ahora, como el mejor gobernante que se recuerde.

Si bien es cierto, Andrés Manuel López Obrador hizo un partido para competir y legislar, no es este un apéndice para gobernar. Es él quien invitó a la marcha y no Morena. Tampoco es necesario el concurso de los veintidós gobernadores afines, pues tiene, por si mismo, la fuerza moral y simpatía para llegar a toda la población mexicana que intentará acompañarle.    

“Este mundo físico no tiene dos cosas iguales. Cada comparación es torpemente tosca” (Rumi)