Las falacias de Piña / Por Lucía Deblock

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Cuando la ministra Norma Piña decidió no ponerse de pie ante la llegada del presidente de México, en uno de los actos solemnes más importantes como la ceremonia de conmemoración por la Constitución de 1917, ya daba avisos de lo controversial que sería su gestión ante la SCN.

Aunque las opiniones estuvieron divididas entre quienes tienen micrófonos y algunos lo calificaron como una ostentosa falta al protocolo, otros añadían el irrespeto ante la figura presidencial, pero entre los ciudadanos comunes y corrientes ese gesto casi rústico de verla encorvada mientras aplaudía con displicencia, y su mohín de hastió dibujado por un viejo y ordinario rojo carmín, fue considerado una ofensa, porque hay algo fundamental en toda crítica y ataque que se hace a AMLO: cuando lo intentan humillar a él, nos humillan a nosotros, a quienes votamos por él, a quienes lo apoyamos, a quienes seguimos de cerca los avatares de la política, a quienes respaldamos el programa de la 4T y participamos activamente para mejorar a nuestro país.

A partir de entonces, los mexicanos pusimos el ojo crítico sobre los quehaceres de la corte, donde todos esos señoritingos han hecho a su antojo la impartición de justicia.

Uno tras otro, ejemplos sobran, los criminales empezaron a desfilar de sus celdas a la calle tranquilamente, conscientes que un buen abogado “con conectes” y dinero les garantiza un pase libre, sea cual sea su delito, sea cual fuere su situación legal. Y bajo el mandato de Piña, todo pinta a que esa tónica va a seguir siendo explotada, al fin, han tenido tiempo de sobra para decantar las excusas, las desestimaciones y los fracasos de la verdadera justicia, eso sí, con pleno derecho.

Han pasado muchos años llenos de frustración y los mexicanos hemos aprendido que una de las máximas del neoliberalismo ha sido legalizar lo ilegal, para allanarse el camino, el propio y el de sus colegas. Prueba de ello es que en México, hasta la llegada de Obrador, la corrupción era considerada un delito menor. Por eso es tan difícil procesar casos como Odebrecht, Oro Negro y otros de altísimo perfil, con capacidad de indignar a una piedra.

Aun así, los jueces siguen sin despeinarse. Los “presuntos” delincuentes son liberados los fines de semana, a altas horas de la noche, alegando alguna inconsistencia en la averiguación previa. Ese cuento, ya nos los sabemos. Y con Piña, todo seguirá igual o un poco peor, ya vimos cómo amenaza a senadores, en un momento pide, por lo bajo, en lo oscurito, el apoyo de la Guardia Nacional para resguardar el recinto de los ciudadanos inconformes que se solicitan su remoción y al siguiente, vota en contra del traslado de la misma GN al Ejército.

Norma Piña se ha opuesto al menos en 15 proyectos de AMLO, no lo olvidamos.

En días pasados se reunió con personas juzgadoras en Coahuila y con absoluto desparpajo y una caradura de campeonato se atrevió a asegurar que el Poder Judicial Federal (PJF) imparte justicia con ética, excelencia y unidad.

Los mexicanos tenemos otros datos. Eso no se ve así a ras de calle. Por el contrario, una de las instituciones con los índices de confianza más bajos es la corte.  Y desde el numerito de soberbia en Querétaro, más.

Que alguien le avise a la presidenta del Consejo de la Judicatura Federal (CJF) y Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que nadie se fía de ella y que la estamos vigilando.