La Convención Nacional Democrática estableció que el 20 de noviembre de 2006 se nombrara a Andrés Manuel López Obrador, Presidente Legítimo de México. Así mismo se acordó rechazar la usurpación y desconocer al espurio Felipe Calderón. Esta fue la determinación de más de 1 millón de delegados que anticipaba los hechos que implicaría la sucesión pactada entre los panistas, lo que se desconocía en ese momento es cómo se concretaría la usurpación. Los signos oscuros que anticipan tiempos aciagos comenzaron en la víspera.

El operador del fraude, Vicente Fox solo alcanzó a entrar a la Basílica de Guadalupe por la puerta de atrás, frente al repudio de los feligreses que fueron desalojados para que su familia ocupará todo el templo, antes de ofrecer una cena a los pocos presidentes que estuvieron dispuestos a presenciar cómo le pondría la banda a “don Felipe Calderón”.

Esa noche, antes del primero de diciembre, se definieron los actores principales que entrarían a escena para inaugurar el sexenio más sangriento de nuestra historia reciente, así el gabinete de seguridad quedaba a cargo de Genaro García Luna y Eduardo Medina Mora. Con el fantasma vivo de la represión a la APPO justo un mes antes en Oaxaca, cientos de presos políticos y todos los medios de comunicación demonizando cualquier acto de protesta, es que optaron por militarizar la capital de la república, anticipándose con amagos de represión a gran escala a la movilización popular.

Previendo el descontento que habían cosechado con el descarado fraude electoral, escondidos en la residencia de Los Pinos y resguardados por el Estado Mayor Presidencial; a la media noche consumaron el atraco por medio de un desangelado acto de transito del poder ejecutivo, solo presenciado por los íntimos y los secuaces.  En un ilegal acto, el presidente saliente entregó a un militar la banda presidencial y no a un representante del poder legislativo; las premuras de estos actos solo se intentaron justificar en una inédita entrega de la “oficina presidencial” al equipo de Calderón quienes rápidamente se apropiaron de las instalaciones para operar el albazo de siguiente día.  Un solitario automovilista se paró esa noche en la inmensa reja que impide el paso a Los Pinos, y voz en cuello reclamo: “¿Por qué a la medianoche y en lo oscurito? ¡Pinches delincuentes!”[1]

Dirigiéndose solo a las cámaras de televisión, siendo su interlocutor los mismos medios que ayudaron a convalidar su arribo al poder, a pesar de los recurrentes llamados a la unidad, más obligatoria que deseada, de los mexicanos, la definición ideológica del sexenio se dio en los primeros balbuceos de un poder impuesto: “Yo creo en un México ganador, fuerte y seguro de sí mismo… un México distinto y mejor, un México ganador”. Contrario a lo expresado por el mismo Calderón en su primer mensaje televisado, la ceremonia en el Congreso estuvo muy lejos de estar apegada al espíritu republicano de la Constitución, en cambio en pocas palabras reafirmo su ánimo revanchista que marcarían todas sus acciones.

Así fue como se impuso la toma militar de la sede del Congreso de la Unión y la toma panista de la tribuna, al tiempo que algunos de los recién asumidos diputados del movimiento comenzaban el regateo de cuanta resistencia había que mantener. Diputados y guardaespaldas funcionaron como el grupo de choque que tomó a empujones y patadas la máxima tribuna, animados por los gritos de las “educadas” diputadas del PAN, para concretar la misma estrategia que les escandalizó en Oaxaca: armar barricadas con el mobiliario.

Los acuerdos de la CND impulsaron a la movilización del pueblo mexicano, a miles de ciudadanos llegados de todas partes del país, para hacer presencia y caminar esa fría mañana, al lado de quien consideraban el presidente legítimo de México. Desde las 7 de la mañana se reunieron en el zócalo miles de mexicanos para protestar por la imposición que se estaba consumando, y acompañar a López Obrador con el grito de ¡Presidente, Presidente! A pesar del robo que se estaba perpetrando a unas cuadras de ahí, la gente potenció su enojo en miles de carteles y consignas que dejaban constancia de la rabia que les provocaba ese crimen en contra de la democracia. Cientos de globos negros marcaron el inicio de la marcha hacia Paseo de la Reforma, así fue como se mantuvo la organización pacífica y se optó por marchar hasta donde los cercos policiales y militares lo permitieran.

Menos de 5 minutos bastaron, para cumplir burocráticamente la ceremonia, y darle un barniz legal a la usurpación, cobijado por los diputados panistas que habían tomado la tribuna y por decenas de elementos armados del Estado Mayor Presidencial. Aun así, Felipe Calderón no pudo entrar al recinto de San Lázaro más que por la puerta trasera. Frente a sus invitados, que presenciaron los ánimos crispados y el ambiente más propio de un partido del futbol, fue recibido en medio de gritos de ¡espurio, espurio! El mismo Fox, en un último desfiguro, trato de imponerle la banda presidencial, la misma que el presidente de la Cámara había olvidado por completo, todo era prisa en medio del despropósito que se escenificaba. La vergüenza no solo fue haber entrado por la puerta trasera en medio de empujones y silbidos, sino tener que salir sin poder dar un mensaje al Congreso, por la misma puerta trasera, bajo los gritos de ¡Fuera, fuera! 

Pero, al contrario del discurso de la necesidad de los “contrapesos necesarios”, con esa atropellada ceremonia se desato una campaña en medios, en contra del Poder Legislativo y comenzaron los llamados histéricos a un presidente fuerte que venga a “salvar a México”. Los priistas se preciaron de su capacidad de negociar su asistencia para asegurar el quórum, junto a sus compinches del Partido Verde. A Fox le llovieron reclamos hasta de sus propios aliados por haber asistido a la ceremonia, y rápidamente el PRI se sinceró: “nos avergüenza tener un ex presidente como Fox” para terminar lanzando la amenaza de quitar el registro a la izquierda electoral. Así fue como México tuvo que presenciar la “toma de posesión” más breve y ridícula de todos los tiempos, tal como consigno Jaime Avilés en su crónica.

Luego del haber cumplido el trámite, el ladrón tuvo que salir rumbo al Auditorio, resguardo por miles de policías, para poder dirigirse solo a sus partidarios. Un acto al que el gobernador del Estado de México tuvo que entrar corriendo y mojado en medio de los reclamos y la consigna en la calle: ¡presos políticos libertad!” Acompañado en ese acto exclusivo por los mismos opositores del presente, los mismos que desde entonces se abrogaban la representación de la sociedad civil, representada por Claudio X. González: artistas y presentadores de televisión, académicos e intelectuales a sueldo, empresarios beneficiados de condonaciones fiscales, o los deportistas de “élite”, una larga lista de vividores del presupuesto público, de los que ahora solo extrañamos al luchador, la Parkita. En ese acto de auto celebración que se organizó Calderón, solo le alcanzo el discurso para insistir, como un remedo de visión de Estado, volver en su mantra de auto superación: “Un México ganador, capaz de competir y ganar” en cualquier situación. La sublimación de “del haiga sido como haiga sido” fue lo que le alcanzó.  

Al otro lado del bosque, subido a un templete improvisado, y respaldado por miles de mexicanos indignados, López Obrador calificaba lo acontecido, como un nuevo Golpe de Estado, ejecutado por la oligarquía neofascista, reunida en ese momento en el Auditorio. En medio de la desazón que padecimos esos meses, ahí a los pies del Castillo de Chapultepec, se cerró e inauguró un nuevo ciclo de lucha enmarcado por las palabras necesarias que pronunció el presidente legitimo para exorcizar los siguientes años, justo de desprecio e ignominia que viviría el pueblo tras el fraude: “es un honor ser dirigente de hombres y mujeres libres como ustedes. Por eso me siento muy fortalecido“.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.

[1] https://www.jornada.com.mx/2006/12/01/index.php?section=politica&article=003n1pol