Los quince años de Regina / Por María Luisa Prado

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Conozco a esta chamaca desde que nació. Su familia es muy cercana a la mía y llevamos una buena relación desde hace bastante tiempo. Es muy carismática y la verdad yo la quiero mucho. 

Su mamá es una gran amiga y gracias a lo que me cuenta, sé de las andanzas de esta adorable chiquilla. Es mi sobrina adoptiva y la favorita, sin duda.

En días pasado acepté la invitación que me hicieron para ir a festejarle sus primeros quince años y lo hice con mucho gusto. No podía estar lejos de ella en este su día. 

Fue un festejo sencillo, en un lugar especial que escogió mi sobrina favorita, en un ambiente muy relajado y agradable porque pudimos estar cerca para celebrarle como ella lo merecía.

Lo disfrutamos mucho. Le pregunté si no añoraba una fiesta espectacular, con grandes invitados, con un gran vestido, un baile con chambelanes y todo el ritual que se realiza según la tradición social. Me dijo que no. Que prefería una celebración tranquila.

Solo me dijo que había negociado con sus papás y su familia que le regalaran un recorrido por la ciudad a bordo de una gran limusina y que pudieran ir con ella sus mejores amigos, el día que quisieran. Y le cumplieron.

El sábado siguiente, como en un sueño de hadas, Regina logró su cometido. Escogió a sus mejores amigos y los invitó a festejar con ella esta fecha tan especial.

Para la ocasión, portó un elegante vestido y sus acompañantes lucieron impecables para hacer un juego de colores muy espectacular.

Cuando la vi, no pude resistirme y mis lágrimas se llenaron de lágrimas. Mi emoción al verla, me cautivó. Movió mis sentimientos. Lloré porque me pareció un suspiro el tiempo que ha pasado desde que la cargué por primera vez hace quince años.

Esta vez, verla ya como una adolescente cimbra cualquier sentimiento. Algo movió en mí. Recordé mis quince años, mi festejo, mi primer beso, mi primer novio, mi primer amor. Sí, parece que fue ayer.

La cara de felicidad de Regina me conmovió. Dentro de los comentarios que pude hacerle, le recomendé que disfrutara esta etapa. Que no tome nada tan en serio. Que viva, que conozca, que experimente. 

Sé que difícilmente lo entenderá por ahora. En esta edad, no hay mucho tiempo para la reflexión. Está en una edad en la que la rebeldía es la constante. Espero que algo de lo mucho que le dije, le sirva para la vida en los próximos años.

Para mi es increíble ver la forma en que pasa el tiempo. Y pensar que vi a esa chamaca cuando recién había nacido. Después sus primeras fiestas infantiles. Sus cumpleaños, sus vestiditos coquetos y diminutos y sus berrinches cada vez que no jugaba a lo que ella decía.

Les digo, es mi sobrina favorita y está dentro de mi corazón desde que nació. Hay algo de ella que me enamora. Espero que con el paso del tiempo me permita seguirla queriendo.

Este ritual tiene su origen de las grandes culturas como los Aztecas y los Mayas quienes indicaban el fin de la etapa infantil para darle inicio a la vida adulta.

Muchas familias lo realizan para agradecer al ser superior la vida de la quinceañera y por supuesto hacen una gran fiesta para celebrarlo. Regina no quiso que fuera así. Con dos detallitos se sintió feliz. Y yo contenta de atestiguar el crecimiento de mi sobrina y ser parte de su festejo.

Así, con todas mis emociones a flor de piel, queridos amigos quise contarles este acontecimiento que será inolvidable para Regina y para todos los que la amamos.

Me quedé llena de amor, de alegría y de grandes reflexiones. Gracias todo esto:  por los quince años de Regina…