Molestar es su juego… / Por María Luisa Prado

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No deja de causarme sorpresa la cantidad tan grande que existe de gente tóxica en los diferentes espacios de convivencia social, sobre todo en las oficinas de trabajo. Ahí, pululan y además se multiplican.

Es posible que tú y muchos de tus conocidos te hayan contado alguna experiencia con este tipo de sujetos desadaptados quienes se la pasan todo el tiempo molestando, intrigando y jodiendo a quien se deje, provocando en el ambiente laboral una enorme carga de conflictos y desacuerdos.

Y no importa el nivel escolar o el cargo, ser tóxico viene desde las entrañas. Por ejemplo, hay jefes tan problemáticos e inestables que fastidian a la plantilla con su sola presencia. También hay compañeros con maestría y mil reconocimientos, pero venenosos. Son iguales sin importar el nivel.

Los hay controladores, chantajistas, burlones y repulsivos. Los que son poderosos por su posición de jerarquía, hacen de las suyas al grado de hacernos sentir inútiles y llenos de frustración -me incluyo-. Su energía es completamente oscura.

En el caso de los compañeros es aún más molesto porque están en el mismo terreno y su accionar es más evidente. Hablan de todos, se quejan de todo, se victimizan de todo, caminan de un lado para otro e inventan chismes para perjudicar a la víctima que desean sin el menor remordimiento.

En mi historia laboral, me he encontrado con este tipo de seres humanos y he podido controlar un poco los efectos adversos que   provocan, aunque siempre dejan una huella de dolor y coraje. 

Sea el lugar que sea, siempre hay tipos o tipas así. Yo podría recomendarles que cambien de trabajo, pero las circunstancias actuales no son las más favorables para hacerlo. Por eso hay que aprender a vivir con estas personas. El reto es subsistir y resistir, no hay de otra.

Y aunque no se nota, estas personas impiden el crecimiento de las empresas y el buen funcionamiento de las diferentes instancias de gobierno. Un ambiente tóxico no permite el avance positivo en ninguna institución, en ningún espacio y en ningún lado. Todo lo corrompe.

Normalmente las personas toxicas, oxidas o ponzoñosas no han madurado emocionalmente. Son terriblemente inseguras y egoístas.  Su perfil odioso necesita tener cerca a una víctima para recargar en ella todas sus frustraciones existenciales.

Desde hace tiempo he sostenido que todos necesitamos terapia. Las huellas del dolor deben ser tratadas con la misma atención que una enfermedad física. La paz mental es vital para vivir felices. Sin ese elemento, miles y miles de tóxicos inundarán todos los espacios vitales.

Mi experiencia es parecida a la de muchos de ustedes. Hay miles de historias con estas personas y hemos sobrevivido al calvario que esto representa. 

En tanto no exista una cultura laboral que privilegie las relaciones de sus participantes y evite los ambientes tóxicos, tenemos que aprender a lidiar con ellas.

Hay puntos mágicos que pueden ayudar a reducir el efecto de este tipo de personalidades que, para nuestra mala fortuna, hay en todos lados.

Lo primero que debemos de hacer es identificar y tomar conciencia del individuo que tenemos enfrente. Después marcar límites, y evitar un diálogo íntimo ofreciéndole información, que más tarde puede utilizar en nuestra contra. Si el sujeto quiere hablar de alguien, no hay que tomarlo en cuenta. Eso les ofende y se van. Es la mejor medicina, se los juro.

Es imposible que dejen de existir estos humanoides de dos patas. Lo mejor es verlos de lejos, evitarlos y bendecirlos, porque debe ser muy cabrón, estar en el cuerpo de una persona que tiene como única ocupación en su vida, jugar a estar chingando.