Texto: Aída Flores / Fotografías: Joel Hernández
Armada de su banjo, su poderosa presencia escénica, un carisma arrollador y acompañada de su guitarrista, bajista y baterista, Morgane Ji tomó por asalto el sábado 12 de octubre al legendario escenario de la Alhóndiga de Granaditas.
“Aprecio mucho el banjo, tanto en vivo como en estudio me da un toque especial” ha declarado Morgane Ji en alguna ocasión y, en efecto, ese “toque especial” se hizo sentir, hechizando poco a poco a un público que acabó abarrotando la calle aledaña para dejarse llevar por la música enigmática, rebosante de energía y ecléctica de esta artista originaria de la Isla de Reunión.
Es originaria del archipiélago de las Mascareñas, región ultraperiférica de Francia y la Unión Europea, emblema de mestizaje, lugar de salvaje belleza natural, 800 mil habitantes y en el que se hablan más de 10 idiomas. Por ello, sin duda, ver y escuchar a Morgane es un viaje a tierras remotas, mundos desconocidos y exóticos.
Después de declarar que Guanajuato es la ciudad más bella que ha visto, la artista desplegó su rock melódico mezclado con toques electrónicos, que desafía todas las etiquetas. Sus letras, alejadas de cualquier propuesta comercial y faciloide, contienen un sentido de justicia hacia las mujeres, los migrantes, los amores difíciles, la guerra, el duelo y la búsqueda de sí misma.
La cultura global que vivimos puede producir fenómenos masivos con propuestas paupérrimas artísticamente, que inexplicablemente son famosos a nivel mundial (ejemplos hay miles), pero también puede generar una artista como Morgane, sincretismo de lo mejor de múltiples culturas, una propuesta arriesgada y personal, digna de ser disfrutada en vivo.
Si mañana fuera el último día del planeta Tierra, y por ende me quedaran sólo 24 horas para escuchar música, sin duda al menos una de las canciones del disco Woman Soldier de Morgane Ji estaría incluida en mi soundtrack del fin del mundo.