Quien diga que en nuestro país no existe libertad de expresión, está equivocado. Nunca como ahora, este derecho fundamental de los individuos había sido tan respetado como lo es en el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Esto, sin duda es uno de sus mayores aciertos. Y lo saben todos, pero con esas ganas perversas de criticarlo, le achacan que no es así, queriéndolo colocar como un gobernante que censura a quien se atreve a hablar mal de él.
Gracias a esa libertad de expresión que garantiza el artículo sexto de nuestra constitución, hoy podemos leer, escuchar y ver a legiones de detractores y simpatizantes que ejercen libremente ese derecho y hasta este momento, no existe información que señale que algún medio o algún periodista en particular haya sido censurado por insultar o halagar al presidente.
Sobre todo, en la parte de los opositores, quienes riegan veneno a cada instante. Basta echarle un vistazo en las redes sociales, o escuchar o ver los programas conducidos por personajes anti obradoristas para constatar que los insultos en esos espacios son el pan nuestro de cada día y suben de tono conforme pasa el tiempo y nadie les prohíbe decir lo que piensan.
Habrá quien diga y responsabilice al primer mandatario de la muerte de los 13 periodistas que han sido asesinados por ejercer su profesión en lo que va del año, pero no es así. Ninguno de ellos murió por criticar al presidente. Es solo un buen pretexto para endilgarle un error más a su administración.
Es preciso señalar que esas prácticas gansteriles de silenciar las voces de quien se atreve a criticar a los gobiernos, continúan en varias partes de la República. Son herencias de un pasado represor que padecieron miles de periodistas en otros sexenios, y que en algunos lugares del país aún se niegan a morir.
Ante estas circunstancias, se quiera o no, el presidente López Obrador se ha distinguido porque respeta la libertad de expresión y gracias a ese derecho, los ciudadanos hemos sido testigos de sus mismas contradicciones, de sus limitaciones, de sus incoherencias y de sus múltiples defectos.
En otro tiempo hubo censura, misma que sirvió para afianzar gobiernos corruptos, quienes compraron voluntades para someter las conciencias populares y poder así no permitir que alguien se atreviera a criticarlos en algún medio de comunicación
El control que ejercían era asfixiante. Quien se salía del guion establecido, quedaba en completa indefensión. Con López Obrador, no hay una sola señal de que esto suceda.
Por eso quienes tienen el privilegio de escribir en algún medio deben aprovechar al máximo esta magnífica oportunidad de expresarse libremente. Hoy mismo, se puede criticar al poder con la confianza de no sufrir las consecuencias.
El marco ideal de este derecho sería que el primer mandatario aceptara la crítica y con base a ello, intentar un cambio real en sus proyectos, pero eso no es posible. Su tozudez le impide cambiar porque para él, solo su razón es la verdadera y quien no esté de acuerdo, automáticamente se convierte en su enemigo.
En esta dinámica y aun siendo sus adversarios, no los calla ni los censura. Más bien los exhibe, los confronta, los subestima y les da la oportunidad de apoderarse de la opinión pública por criticarlo.
Cabe mencionar que muchos de estos personajes, subieron su popularidad porque el presidente habló de ellos en sus conferencias y les dio un nuevo impulso en sus actividades, después de que estaban en el olvido total.
Así, mientras el país se divide entre buenos y malos, la libertad de expresión está más presente que nunca. Unos defienden y otros critican con y sin argumentos, pero nadie se los impide. Son libres de decir lo que les conviene.
Ojalá esto sirva para que en otros estados apliquen el mismo criterio y permitan hacer el trabajo periodístico con toda confianza. En la provincia falta hacer efectivo el mecanismo que proteja a los periodistas. Nadie debe de ser amenazado ni detenido por cumplir con su trabajo.
Es importante seguir el ejemplo presidencial de respetar la libertad de expresión bajo toda circunstancia. Esto siempre será un regalo muy generoso para los medios de comunicación, para la sociedad y para el país.
A pesar de todos sus errores, de todas sus terquedades y de su mesianismo incontrolable, el manejo de este tema en particular, le otorgan al presidente un punto a favor con respecto a sus antecesores, por lo tanto, lo hacen un poco diferente. Esperemos que siga así hasta el fin de su sexenio y decirle con mucho gusto una vez que se marche, y con todo respeto: Muchas gracias señor.