¿Por qué son así? / Por María Luisa Prado

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No entiendo por qué existiendo tantos problemas en nuestro México querido, todos los días se suman otros que no debieran de existir porque con voluntad sería fácil evitarlos.

Pero no, pueden más nuestras locuras, nuestras frustraciones y por supuesto, nuestra intolerancia. La forma en que nos comportamos ante las vicisitudes que se viven en el tráfico cotidiano, es el mejor ejemplo de todo ello.

No sé si a ustedes les pase lo mismo, pero en mi caso, no hay un solo día donde no conozca o no tenga un incidente con algún conductor de un vehículo automotor que circule por las principales vialidades de la ciudad.

Y si le sumamos a los otros que no son propiamente motores, pero que igual causan broncas. Pueden ser los limpiaparabrisas, los pedigüeños, los malabaristas, los ciclistas, los peatones rebeldes, entre otros.

En este asunto de movilidad vial, nadie sale exento de tener un problema.

Pero quien se lleva todas las canicas son los conductores de motocicleta. Estos tipos, han venido a joder el tráfico por sus conductas irresponsables, irrespetuosas y gandallas.

Quienes manejamos un automóvil los padecemos todos los días y en todos los espacios. El ruido que provocan es lo de menos, y con eso les digo todo. La actitud con la que la mayoría conduce su máquina de acero es terriblemente nefasta.

En sus prisas circulan a toda velocidad por las líneas que dividen los carriles, sin importarles que esa división es solamente para mantener la distancia entre automóviles. 

Y aún así, aceleran sin importarles que en su loca carrera puedan dañar los espejos laterales de los autos que circulan en su carril normal o bien causarles alguna molestia mayor.

Sin una verdadera cultura vial, cada quien hace lo que le da la gana sin importar quien salga perjudicado y eso es una verdadera amenaza para todos.

Los chicos que reparten comida son también un seri dolor de cabeza para los que conducimos. En sus ansias locas de llegar a tiempo para entregar su pedido, rebasan sin ton ni son, sin medir las consecuencias que puede ocasionar su imprudencia.

Los famosos y molestos moto taxis también son una aberración a los buenos modales del conductor porque son indisciplinados, tercos y destructivos. Cuidado con decirles algo.

Los otros chicos, los que roban, también circulan con la fortaleza de saberse impunes. Para ellos el asfalto es suyo. Cuidado con verlos de frente, cuidado con tocarles el claxon.

Trepados en sus poderosas máquinas, hacen piruetas innecesarias, conducen a grandes velocidades sin que nadie se los impida. Hacen de las grandes vialidades pistas para presumir, para saberse y sentirse poderosos y de esa manera intimidar a la gente común.

En esta pesada selva de asfalto, pocos son los que respetan las reglas de tránsito. Los que saben, difícilmente se la pasan tratando de demostrar el poder y el precio de sus motocicletas.

En la medida que pueden, son respetuosos con los conductores, con el reglamento y con ellos mismos. Es difícil distinguirlos entre la maleza vial, pero existen y ellos son bienvenidos.

La falta de una cultura vial provoca este tipo de problemas. En nuestro país, al año mueren casi 150 motociclistas y de seguir esta tendencia el número irá incrementando.

Lo único que nos queda a los conductores de automóviles es manejar a la defensiva. Mientras los moteros locos no aprendan a respetar y sigan haciendo de las suyas en el tráfico, los problemas serán mayores.

Con las emociones alteradas, muchos en su desesperación también se enganchan con los poco respetuosos y los agrede provocando peleas innecesarias.

Yo lo sufro mucho. No tienen idea del coraje que me da, cuidarme no solo de los otros automovilistas, sino de estos tipos irresponsables que pululan en la ciudad de México.

Imagínense el caos que generan estos personajes que manejan irresponsablemente una motocicleta en las grandes avenidas de la capital.

Se sienten inmortales, poderosos e irrepetibles. Y pensar que hay alrededor de 150 mil unidades circulando en el ex Distrito Federal sin freno e impunemente. Ante ellos, quién podrá defendernos.

Bueno, eso lo veo y lo vivo diariamente. Espero no caer en las trampas de estos ilustres motorizados. A mi solo me queda preguntar cabrones:  ¿Por qué son así?