A pesar de que la inflación general ha mostrado en los últimos meses una tendencia a la baja, lo cierto es que los precios de los alimentos se mantienen “en las nubes”, complicando -aún más-, la llamada “cuesta de enero”.
En este sentido, por extraño que parezca, comprar un kilo de calabacita, uno de cebolla y uno de tomate implica un desembolso total superior a los 200 pesos, pulverizando casi el salario mínimo vigente para este 2024 de 249 pesos.
De esta manera, de poco ha servido los importantes aumentos al salario mínimo y los programas sociales que ha impulsado el gobierno federal, pues la presunta mayor capacidad económica que tendrían los mexicanos (sobre todo los de menores ingresos), se ve erosionada por el alza de productos de primera necesidad.
De acuerdo con un sondeo que levantó la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC), tan sólo en lo que va de enero, los precios de frutas y verduras reportan alzas superiores al 230 por ciento, tal es el caso de la calabacita que pasó de 29 pesos el kilo a 96 pesos en algunas semanas.
Por su parte, las proteínas han incrementado su precio a lo largo del actual mandato de manera importante:
“La inflación va a todo galope en la economía mexicana, haciéndose sentir en esta cuesta de enero, especialmente en los productos alimenticios esenciales que todo hogar requiere consumir para una adecuada nutrición. El estudio realizado demuestra que no es que la gente no quiera comer sano, su limitado poder de compra y el alto costo de los alimentos son los factores que se lo impiden. Las consignas de los académicos que exhortan a la población a tener una alimentación balanceada bordan en el aire, pues lo que convocan y evocan es una utopía en México, en pocas palabras, la ecuación es: se baja el cero y no contiene”, recalcó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la inflación general se ubicó en 4.90 por ciento a tasa anual durante la primera mitad de enero, pero el rubro de alimentos anda por arriba del 10 por ciento.
“Como lo hemos señalado, la inflación es un impuesto que castiga fundamentalmente a la población más vulnerable, que son los que mayor parte de sus ingresos destinan a la compra de alimentos. Es un impuesto tan nocivo que afecta el estado de ánimo de la población, su capacidad productiva, su emocionalidad para llevar una sana convivencia social y, por supuesto, su salud”, detalló Rivera.
Ante ello, el empresario consideró que resulta urgente garantizar una alimentación saludable y balanceada que ofrezca calidad de vida a las familias mexicanas.
“Apremia salir de este círculo de perder-perder y repensar políticas y programas públicos de alto impacto, eficientes, que amainen este flagelo propio de una economía de guerra. Los jefes de familia no tienen opción, resuelven o resuelven las demandas básicas del hogar, es una responsabilidad que no pueden delegar a nadie. Como sociedad, no podemos dejarlos solos, debemos insistir hasta encontrar la manera de salir de esta problema, que permita un mejor desarrollo económico y social en nuestra patria”, afirmó.