Qué pasará cuando me vaya… / Por María Luisa Prado

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Nadie de nosotros sabe el día en que partiremos de este mundo. Para la muerte no hay clases sociales, ni reglas, ni leyes. Su andar en silencio campanea amenazante a cada instante. Segura de su existencia, sabe que ella tiene el poder absoluto sobre la vida y sobre nosotros.

Y bajo ese manto, a veces esta señora se mete a tus pensamientos y te sonríe, te coquetea. Intenta seducirte. A veces te amenaza y a veces te olvido. Ese es su juego y cuando lo decide, te gana.

En un mundo con 7.9 millones de habitantes, la actividad de esa elegante señora consiste en escoger a 150 mil personas diariamente para llevársela a su regazo sin importar la condición social en que se encuentren. De ese tamaño es su gran poder.

Bueno, esto que les cuento tiene relación con lo que les voy a platicar enseguida. Lo más importante es la lección y reflexión que me dejó esta experiencia onírica que tuve hace unos días. Esta es la historia.

Sin haberle dado un motivo especial a mi mente, tuve un sueño relacionado con la muerte.  Fue algo extraño y fuerte. Fue un sueño donde lo que más me impresionó fue que era mi propia muerte y mi propio funeral.

Durante este sueño, pude observar con angustia todo el ritual que se llevaba a cabo para despedirme. Vi a mi familia con el alma destrozada. Pude escuchar los rezos y presenciar el entorno de mi despedida. Todo lo veía desde un lugar especial. Naturalmente que estaba fuera de mi cuerpo.

Claro que me espanté, por lo crudo que suele resultar un evento de esa naturaleza. Entiendo que el significado psicológico no indica que sea algo malo, por el contrario, soñar en la muerte puede significar que se aproxima un cambio radical en nuestras vidas. Solo eso. Por lo tanto, no hay de qué preocuparse.

Pero, más allá de lo impresionante que resulta observar tus propios funerales, -aunque sea en un sueño- se te mueven mil emociones que te llevan a otras tantas reflexiones muy profundas.

Aunque una solo se muere una vez en la vida, resulta inquietante saber cómo será ese momento y yo quisiera tener la oportunidad de contárselo a todos, pero eso es francamente imposible. La única certeza que tengo es que voy a morir, y lo mejor o peor, es que no sé cuándo, cómo, ni dónde.

Lo hermoso de esa incertidumbre me obliga a vivir el hoy, sin chistar en despilfarrar el amor hacia la gente que amo. Obvio que quisiera vivir mucho tiempo, pero con la señora muerte una nunca sabe. En tanto llegue ese momento, seguiré brindando amor y más amor a las personas que quiero.

También he decidido fortalecer aún más mis ideales personales y filosóficos para que mi paso por esta vida sea fructífero. Quisiera dejar una huella que perdure por mucho tiempo en la gente que conozco y amo.

Siempre he vivido con buena actitud, pero ahora lo haré con mayor intensidad porque la verdad, no sé qué sucederá mañana y no quiero arrepentirme de nada.

Hoy en día, mi prioridad es cuidar mi presente sin joder a nadie y con la disciplina irrestricta de no dañar a mi prójimo en consecuencia de mis actos locos. Esa es mi máxima aspiración y lucho cada día por lograr lo que me propongo. Creo que la frase de mi vida se encierra en tres palabras: Solo por hoy.

Con respecto a mi familia, puedo presumirles que, aunque tengo la bella costumbre de decirles cuánto los amo, también los bendigo a cada instante como si fuera la última vez que nos vemos. Y justo con ellos platicaba sobre el sueño que tuve y se dio la oportunidad de charlar sobre la muerte y sobre nuestras muertes.

Cada uno hablamos sobre la forma en que nos gustaría ser despedidos, qué tipo de ceremonia realizar, de qué forma nos gustaría que nuestro cuerpo fuera despedido, sea incinerado o sepultado, y desde luego que legado vamos a dejar. Fue una charla extraordinariamente productiva y elevadamente filosófica.

Por ejemplo, puedo decirles que mis papás, ya hicieron su testamento desde hace tiempo, y tienen un espacio reservado para cuando ocurra la partida de alguien de ellos o de alguno de nosotros. No cabe duda que son previsores y sabios. Quieren dejar pocos problemas a los que sobrevivan. Una gran decisión y por supuesto una gran herencia. 

Sin culpas ni resentimientos.

Después de esta charla y, sobre todo, después de este extraño sueño, mi pensamiento se ha llenado de miles de ideas, de miedos y de locuras, pero también de decisiones, certezas y reflexiones constantes. No somos eternos, pero sí podemos ser inmensos. Amor es la respuesta. Por eso hay que gritarlo, ejercerlo y demostrarlo. No hay otro camino, neta. La vida está ligada a la muerte.

Sé que no será fácil partir de este mundo. Espero que sea dentro de muchos años. Pero por lo pronto contrataré un servicio funerario, realizaré mi testamento y viviré al máximo como debe vivirse la vida. Le seguiré dando importancia a lo que realmente lo tiene. A la chingada lo material.

Voy a vivir y a morir sin culpas y sin resentimientos. He dicho.

Espero que te sirva de algo este relato para reflexionar un poquito, al fin y al cabo, nunca sabremos qué pasará después de la vida. Yo por lo menos pude soñar lo que pasará el día en que me vaya de este mundo, y creo haber entendido muy bien la lección. Hasta la próxima.

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