Escalar el Monte Everest, visitar un museo en Nueva York o bucear por un arrecife de coral: todo esto cómodamente apoltronado en el sillón de la propia sala de estar. Desde la pandemia de coronavirus, las experiencias virtuales han recibido un enorme impulso.

Redacción

Escalar el Monte Everest, visitar un museo en Nueva York o bucear por un arrecife de coral: todo esto cómodamente apoltronado en el sillón de la propia sala de estar. Desde la pandemia de coronavirus, las experiencias virtuales han recibido un enorme impulso.

Esto no ha pasado desapercibido para el sector de los viajes y el ocio, que ya no utiliza la tecnología solo para el marketing, sino también como un producto para eventos. ¿Se trata de una nueva dimensión con potencial? Y si es así, ¿cuál es su futuro?

Si se observa el tema de los viajes virtuales, queda claro rápidamente que el sector apenas está empezando a incursionar en él. El Centro de Atención al Turista del Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, ofrece una experiencia virtual para conocer la capital española antes del viaje en sí.

Para ello, hay que reservar una cita de 30 minutos en el que ofrece todas las experiencias virtuales asistidas de Madrid. Llegado el momento, se inicia una videollamada con zoom y un guía turístico recorre las calles de la capital española con el interesado. En el recorrido, la cámara se detiene en determinados lugares de interés, y las imágenes de 360 grados permiten acercarse, por ejemplo, al Palacio Real.

El servicio es bastante útil para tener una primera impresión de una ciudad, pero la oferta no tiene mucho que ver con la realidad virtual (RV).

Para crear una experiencia de realidad virtual, es necesario un “entorno virtual tridimensional generado por ordenador que se percibe con unas gafas de RV”, explica Armin Brysch, que investiga este tema en la Universidad de Ciencias Aplicadas en la ciudad alemana de Kempten, en el estado federado de Baviera.

Para estar completamente rodeado por el mundo virtual es necesario crear un entorno de realidad virtual inmersiva, o CAVE, que es una sala totalmente equipada con monitores. “Cuanto más se sumerja el viajero en el mundo que se le ofrece, más realista será la experiencia artificial”, explica el científico. Los expertos llaman a este fenómeno “inmersión”, y para crearlo se requieren imágenes de alta resolución y una narrativa emocionante.

Aunque algunos expertos en turismo sigan considerando la realidad virtual como un nicho, no se puede negar que este se está expandiendo. La empresa alemana TimeRide, por ejemplo, ofrece viajes virtuales a través del tiempo que permiten a los visitantes sumergirse en la vida de épocas anteriores: el servicio está disponible en Colonia, Berlín, Dresde, Múnich y Fráncfort del Meno.

“Muchos grandes museos de arte también utilizan aplicaciones de RV”, ha constatado Armin Brysch, que espera que las ofertas se mantengan: “Aunque ahora tenemos el deseo de vivir experiencias sociales, la tecnología seguirá ocupando un lugar”.

En la ciudad alemana de Essen, hay un recorrido de realidad mixta por la ciudad llamado “Essen 1887”. Los visitantes recorren la ciudad de la región del Ruhr guiados por un GPS y con unas gafas especiales que les permiten visualizar hologramas: personas con vestimenta de época, carruajes circulando por las calles. La diferencia con la realidad virtual: el usuario se mueve físicamente en el entorno y percibe también el mundo real.

¿Tiene todo esto futuro? Si se cree en una encuesta reciente de la organización alemana del sector tecnológico Bitkom Research, parece que sí. Según el sondeo, una quinta parte (21 por ciento) de los encuestados mayores de 16 años espera explorar lugares extranjeros en el metaverso o con gafas de realidad virtual en 2030, en lugar de viajar a ellos de la forma tradicional; la proporción es mayor entre los más jóvenes. Entre los mayores de 64 años, un 15 por ciento de ellos comparte esta opinión.

Bitkom explica que el metaverso es un espacio virtual que amplía la actual Internet y en el que uno se mueve e interactúa como un avatar, es decir, a través de un modelo digital de uno mismo.

La pandemia ha alimentado las ofertas de viajes virtuales. Cuando no era posible viajar en tiempos de estrictas restricciones, muchos querían escapar de la vida cotidiana, al menos digitalmente, a lugares exóticos.

Según Armin Brysch, la pandemia ha dado lugar a que aumente la confianza en los productos digitales. La gente ha aprendido a gestionar bien su vida cotidiana con soluciones digitales.

El alemán Tristan Horx, fundador de un instituto que investiga tendencias y posibles desarrollos futuros, tiene una visión más crítica, y cree que las ofertas de RV, tal y como exisitieron durante las restricciones de la pandemia, ya no se utilizan en la misma medida. “Fue una moda pasajera y se debió a la falta de alternativas”, asevera el experto.

Según Horx, vivimos en un mundo digital, pero somos personas analógicas, y por ese motivo no se puede “trasladar todo al mundo digital”. Especialmente no las cosas que ya son perfectas en el mundo real.

“La visita a un museo no es solo el consumo visual de obras de arte, sino una experiencia integral”, explica, y añade que esto se pierde un poco en el mundo digital.

Sin embargo, Horx no da la espalda por completo a la realidad virtual en el sector turístico. “Se quedará donde tenga sentido”, señala. Según el experto, la RV tiene sentido a la hora de decidirse por un destino en especial: “Ver cuatro lugares con gafas de RV y luego decidirse por uno puede funcionar”.

La cuestión sigue siendo si los viajes virtuales pueden sustituir a los reales. Armin Brysch está seguro: “Solo porque podamos ver un lugar en 3D, no dejaremos de ir allí”.

Sin embargo, para algunos grupos de destinatarios podría haber ventajas, acota el investigador: para las personas que no pueden viajar a todas partes debido a limitaciones físicas, o para aquellos para los que viajar es demasiado caro, estresante, peligroso o perjudicial para el clima. “La RV puede crear una experiencia sustitutiva”, puntualiza.

La forma más elevada de virtualidad es el metaverso. Ya hay primeros formatos que están sustituyendo al viaje de negocios. “Ya no existe solo la llamada de zoom, sino que hay encuentros en espacios virtuales con avatares parciales”, explica Brysch.

Este concepto da sus frutos especialmente cuando se tienen que desarrollar y diseñar ideas en equipo. El metaverso permite más interacción social. En un futuro próximo, afirma Brysch, el metaverso permitirá tumbarse en la playa o visitar un arrecife sin moverse de casa.