Por René González

 

“La historia ocurre dos veces: La primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”: El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Carlos Marx.

Han transcurrido 11 años desde la pandemia del Coronavirus que sacudió al mundo. En México sus secuelas en el tejido social y la economía siguen siendo devastadoras. La página más negra del Siglo XXI se escribió aquellos días, dónde se consolidó el Narco-Estado, caracterizado por la corrupción, la violencia, y la profundización de las brechas de desigualdad socioeconómica.

La Mafia, conformada por la pareja presidencial, la elite política gobernante autodenominada “independiente”, un sector de empresarios, un gabinete conformado por políticos coludidos públicamente con el crimen organizado, y los dueños de la mayor parte de los medios masivos de comunicación, aprovecharon la pandemia para terminar de enriquecerse, realizar una “limpia social” a nombre de la estricta prevención de la salud, y llevar a las clases medias y populares a elegir entre dos opciones: pobreza extrema o represión.

En diciembre de 2019 entre corrillos era memorable (las revistas de sociales solo publicaron las fotos de los lujosos atuendos de los invitados) una dionisiaca francachela en Los Pinos -que era un bunker inescrutable con vallas, resguardado por miles de elementos del Estado Mayor Presidencial-, donde ante algunos dueños de medios, proveedores del gobierno, y locutores que cenaban medallones de solomillo de cerdo, peras caramelizadas y alioli de peras, con vino tinto y Ron -casi servido en abundantes jarras-, el “Vicepresidente” Lic. Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa hacia bromas y chistes parafraseando el “haiga sido como haiga sido versión 2018” entre eructos, mientras todos celebraban la chicana del INE y el TRIFE que lo había llevado nuevamente a la Presidencia de la República.

En 2018, contra todo pronóstico, el candidato del pueblo había “perdido” mediante un descomunal fraude la elección presidencial contra la señora Margarita Ester Zavala Gómez del Campo, que se presentó como “candidata ciudadana e independiente” con cuantiosos recursos económicos de dudoso origen, para llegar por las malas al cargo y luego heredarlo -en coordenadas de la realpolitik-, a su esposo, a quien nombró: “Vicepresidente y Comandante Supremo de México.”

El descontento por el fraude 2018 en el país no cesaba, por eso en diciembre de 2019 Calderón festejaba en Los Pinos no solo la víspera de Navidad, sino las noticias que le llegaban de China: una nueva pandemia del virus Covid-19 podría asolar al mundo.

En un hecho difundido en los pocos medios alternativos que sobrevivían a la censura, se contaba que fue tal la euforia de la llegada de “una pandemia como sentido de oportunidad para legitimar al gobierno espurio ante sus patrocinadores y cargar los costos de la enfermedad a quienes no se alineen”, que en pleno año nuevo la poderosa pareja organizó una selecta fiesta en el lujoso y faraónico Avión Presidencial, recibiendo en los cielos el 2020.

Desde ahí Calderón, dio instrucciones precisas al Secretario de Gobernación, Genaro García Luna, de la forma en que se actuaría frente a la crisis: “para matar varios pájaros de un tiro”. En tanto llegaba el virus a México, lo primero que se dictó desde la aeronave era “lanzar el pánico desde las granjas de boots y los locutores de los noticieros, para que la gente nos vea como sus salvadores.”

Una vez sembrada la paranoia, en un mensaje a la Nación difundido el lunes 16 de marzo (el primero y único que dio en un set de televisión al estilo monologo y sin permitir la presencia de ningún periodista), el Vicepresidente en funciones de Presidente dio un manotazo a la mesa y recordó su antiguo lema mirando fijamente a la cámara: “Mano firme, necesitamos mano firme y dura, es por México”.

Todos los noticieros de televisión y radio, periódicos y sitios de noticias de internet aplaudieron en coro y como focas la postura oficial, que consideraba indispensable una estrategia autoritaria y punitiva para supuestamente “acabar” con la amenaza del Coronavirus.

Reciente todavía la brutal represión del gobierno de Zavala y Calderón al movimiento feminista del 8 de marzo que en cifras oficiales tuvo solo 35 muertos, 452 heridos, y centenas de mujeres desaparecidas, situación que solo tuvo escasas notas en algunos periódicos que se limitaban a “condenar la violencia”. Respecto a aquella reprimenda al capítulo mexicano del movimiento feminista mundial que estremecía el mundo, los editorialistas repetían como letanía: “Fue impecable la aplicación del Estado de Derecho y el peso de la ley a quienes han vandalizado comercios y paredes en perjuicio de la propiedad privada”. Por ello el anuncio del lunes 16 de marzo, solo confirmó que lo peor estaba por venir.

El estado de excepción decretado ese 16 de marzo, se considera por sus ideólogos cínicamente -todavía diez años después-, una “jugada genial” del régimen derechista. La cruenta represión a las feministas, que habían “osado” pintar consignas en las paredes del centro histórico, pasaba al olvido. Maestro del pánico y el manejo del miedo social, Calderón definió actuar con “estrategia política de mano dura” ante la pandemia –con mucha energía y todo el poder del Estado, aseveró.

Sin importar fases y protocolos que establecía la Organización Mundial de la Salud, ni las recomendaciones de algunos disidentes que establecían que difundir el pánico (prohibir actividades públicas, suspender eventos culturales, deportivos y masivos, cerrar fronteras, destruir la microeconomía, entre otras) solo cargaría el costo final del problema a las clases desprotegidas.

Con el pretexto de combatir la pandemia y “blindar la economía”, pues el dólar se había ido a los 30 pesos desde la represión del 8 de marzo y la recesión económica mundial, el gobierno calderonista de entrada solicitó dos préstamos al Banco Mundial por 40 mil 312 mdd y al FMI de 73 mdd, montos que fueron incorporados a la gran deuda externa, y que obviamente no se supo con transparencia en que se utilizaron.

Como lo definió el propio Calderón en aquel viaje en el Avión Presidencial, era la hora de La Doctrina del Shock: “donde los más aptos resurgen para beneficiarse directamente de las crisis a gran escala.” El Shock, explicaba entre copas el Licenciado por la Escuela Libre de Derecho, es realmente el propio virus. Y será manejado de una manera que “maximice la confusión y minimice la protección.” Pues “a río revuelto, ganancia de pescadores” -sentenció.

En sus palabras, la enfermedad que se avecinaba aquel 2020 era “uno de los cinco jinetes del Apocalipsis” pero, con las acciones de su administración Felipe Calderón “salvaría a México e incluso al mundo de una pandemia”.

Entre el 16 de marzo y el 7 de mayo de 2020 el terror invisible se extendió por el territorio mexicano y el 21 de marzo, en un documento escueto, sin admitir réplicas de ningún tipo, Calderón emitió el “Decreto por el que se ordenan diversas acciones en materia de salubridad general, para prevenir, controlar y combatir la existencia y transmisión del Coronavirus epidémico”, documento, que fue de hecho una suspensión de garantías a nombre de “las estrictas medidas necesarias”. Un Estado de Sitio.

En su Artículo 2do, el Decreto otorgaba poder al Secretario de Gobernación, Dr. Genaro García Luna para: “entre otras acciones, aislar personas, inspeccionar a todo sospechoso, ingresar a domicilios sin orden de cateo, utilizar todos los recursos del sector público, social y privado, regular el transporte, suspender congregaciones de personas, realizar compras de manera discrecional por el gobierno federal sin procedimiento alguno.”

El estado de excepción tuvo grandes resultados para los intereses de la pareja presidencial. El pánico promovido desde el gobierno encerró a la gente en sus casas, la información real de la pandemia se ocultaba, no había ningún vocero siquiera que diera información o cifras cotidianas.

Los medios en coro decían: “son las medidas que otros países como Estados Unidos que es nuestro ejemplo está tomando, ha sido oportuno cerrar fronteras desde ya, y suspender actividades públicas, el virus es de peligroso contagio.” Pero Calderón y ningún funcionario dieron la cara jamás para informar si los casos de personas infectadas por el virus eran reales o ficticios, a que rango de edad pertenecían, en que estados o regiones del país había mayor propagación, ni los protocolos de protección y atención. No se supo cuanta gente había muerto, cuanta se había recuperado y cuanta estaba aislada. Los laboratorios privados en tanto hicieron un gran agosto.

Incluso los medios jamás presentaron las imágenes o testimonios de hospitales públicos desmantelados entre 2006 y 2012 por el propio Calderón, ni de los recursos aprobados en adjudicaciones directas que supuestamente llegarían para atender la crisis. Mucho menos hablaron de los estragos a la hotelería, restaurantes, líneas aéreas, transportistas, pymes, comercio en vía pública, entre otros.

La pandemia se convirtió en un real toque de queda, el Secretario de Gobernación promovió y toleró que regiones enteras sucumbieran al crimen y el terror en las noches, para favorecer al cartel que era parte del gobierno, que se enfrascó en interminables ajustes de cuentas con otros grupos, y dónde las víctimas civiles de la reyerta fueron denominados “daños colaterales”; la microeconomía se destruyó por completo, para beneficiar meses después la entrada de nuevas cadenas monopólicas de todo tipo de servicios (algunas incluso propiedad de familiares de la pareja presidencial).

La gente que “vivía al día” lo perdió todo por la suspensión de actividades, y se convertiría en adelante en empleada de alguna franquicia extranjera en su propia tienda, casa, changarro o puesto del mercado.

La vacuna a la pandemia fue un gran negocio. En mayo de 2020, durante lo álgido de la crisis “sanitaria” Calderón logró que su paquete fiscal fuera aprobado en el Congreso. Elevó a 17% el IVA, supuestamente a fin de combatir la pobreza y el Coronavirus, así la ganancia para la Mafia sería al doble, a través de los acuerdos y moches con grandes farmacéuticas para inflar los precios de la socorrida vacuna, y con el impuesto adicional que pagaba la misma ciudadanía e iba directo a las arcas.

La estrategia de medios ocultó la ola de sangre que hundió a México. La pinza de la pandemia y el crimen organizado lograron el cometido. Terrorismo en comunidades enteras, hospitales públicos desmantelados sin capacidad de atención, el “Seguro Popular” nunca fue seguro ni popular.

Nunca hubo datos precisos, aunque ahora se sabe de decenas de miles de muertos por la pandemia (jamás hubo una conferencia de prensa como tal para precisar números, datos, contextos o casos en específico por parte de la pareja presidencial o las autoridades de salud), y otros tantos miles de muertos por las “medidas de contención”, cientos de miles de familias desintegradas, el ejército y la policía federal patrullaban las calles, los medios recibían recursos públicos en abundancia festinaban la estrategia del régimen, las vacunas solo llegaron a los más ricos, los hospitales privados solo atendían a quienes podían pagar, y se preparaban nuevas condiciones para que el capital extranjero “nos salvara” de la tragedia económica, a cambio de terminar de entregarles los escasos recursos naturales de México.

Los muertos de la cruzada contra la Pandemia, se sumaron a los muertos de la “Guerra contra el narco”, los índices de pobreza y extrema pobreza llegaron a niveles de cataclismo según el propio CONEVAL en su Informe de 2024. La pareja presidencial se regodeaba de haber hecho otro gran negocio con la tragedia nacional, ahora eran junto con el grupo compacto dueños de líneas áreas, hoteles, cadenas de restaurantes, y todo lo que había quebrado; hacían fiestas para la Mafia en el Avión Presidencial que surcaba el cielo, mientras las calles de las grandes ciudades y los más pequeños poblados eran un infierno.

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