En las calles de la colonia Moctezuma de los años ochenta era común ver a Sax, rolando y tomando alguna cerveza o pulque, mientras una bolita de chavos se amparaba de la tarde jugando futbol a media calle, acompañándose del rasgar de alguna lira de palo o se refugiaba del desamor en los disruptivos decibeles de una enorme grabadora “Made in Tepito”, de esas que usaban pilas del tamaño de una lata de cerveza, en la esquina húmeda de alguna tiendita de abarrotes. En esos años los más niños nos divertíamos asomándonos a las mallas del aeropuerto a ver los aviones aterrizar.

Junto con Pato, que también se convirtió en un icono de la Maldita Vecindad, y Martín, hermano de Pato que tocaba el bajo, el potosino Eulalio Cervantes Galarza mejor conocido como Sax frecuentaba los barrios del oriente; si bien, fue un músico de Conservatorio, su verdadera escuela fueron las malditas vecindades y laberintos de la gran ciudad, los callejones sin sol ni luna, los lotes baldíos donde ensayaban grupos de los que abrevaron los juglares pachucos de fin de siglo; en la misma Mocte, como el grupo Trolebús de Choluis, Mao y Demex; quienes durante aquellos años ensayaban sus ingeniosas letras urbanas en un predio de Oriente 162 -que aún después del terremoto de 1985 conservó una colorida pinta: aquí ensaya Trolebús-.

Sax y los malditos crecieron cultural y musicalmente más íntimos a Chava Flores, el Trolebús, Juan Gabriel, Tin Tan, y más cercanos a los géneros del bolero y el danzón, y todo el mosaico de sonidos del barrio, que a los tradicionales grupos de rock macizo gabacho que influenciaron el rock azteca urbano desde los sesenta y setentas. Sax y su generación fueron haciéndose de discos viejos de boleros en La Lagunilla y de grabaciones de las relativamente nuevas corrientes del rock, en ese entonces como el Ska, o mejor dicho recién difundidas en México como el reggae fusión, y coloreadas con las historias de la calle que se cuentan en cada esquina: historias de tragafuegos, cirqueros de crucero, poetas ilustremente anónimos, mujeres de ambiente, y todo tipo de personaje arrabalero.

Sax y otros trotamundos de la ciudad más grande del mundo fueron palpando y moldeando un nuevo estilo musical a salto de mata, que desembocó en una súper carretera contra cultural llamada la Maldita Vecindad.

Fue en las protestas estudiantiles contra la privatización de la UNAM encabezadas por el CEU (Consejo Estudiantil Universitario) de 1986-87, donde el despertar de una generación nuevamente cimbró el Zócalo y las calles de la capital con una fuerza y entusiasmo que no se observaba desde el trágico 1968; ahí apareció en la historia de nuestros días, la Maldita Vecindad y el mismísimo Sax tocando en un camión de redilas en medio de una gigantesca marcha de jóvenes, que con su espontaneidad y alegría de luchar, hacían suyas las primeras letras malditas que en la siguiente década serían auténticos éxitos musicales.

En la Maldita, Sax fue cofundador, compositor de letras, conceptos y rolas, ahí tocó saxofón, clarinete, trompeta, trombón, flautas, batería, bajo, guitarra, piano, acordeón y más de cuarenta instrumentos de viento árabes, todo ello enriqueció la propuesta de esta nueva cara del rock emergente de la ciudad interminable. Muy de la mano de Pacho, otro maldito con gran formación lírica cultural que ha llegado incluso a dirigir museos en la actualidad.

Las rolas Kumbala y Un poco de sangre, logradas en coautoría con otros malditos son quizá las rolas más emblemáticas de Sax y propiciadas por su inconfundible Sax. Desde su aparición, Kumbala nos traslada a las atmósferas de la vida nocturna de la ciudad de México, que en los años noventa todavía estaba cargada de anhelos, palpitaciones, alegrías y esperanzas; y Un poco de sangre es un himno del desaliento sobre las desigualdades que comenzaban a padecer los chavos helados -como les llamaba José Joaquín Blanco-, del caótico defectuoso.

La obra de Sax no solo en su andar fue con la Maldita, de alguna forma quiso extender su propia escuela cultural a nuevos proyectos; se desempeñó como productor independiente, y trascendió a nivel mundial por trabajos caracterizados por su sonido peculiar; colaboró con chavos de Tijuana, la otra ciudad gemela -en donde empieza la Patria-, y de donde surgió con influencias fronterizas el primer disco del célebre grupo Tijuana ¡No!

También actuó en películas mexicanas como Ciudad de ciegos, y su legado es referencia en diversos cortometrajes, libros, comics, y revistas de rock, música y cultura popular. Asimismo, compartió escenario como músico invitado con bandas legendarias tales como Mano Negra, Los Fabulosos Cadillacs y Los Auténticos Decadentes. En 2019 Sax fue distinguido por la Sociedad de Autores y Compositores de México con el reconocimiento “25 Años de Trayectoria” por su carrera como autor.

El 14 de marzo del todavía pandémico año de 2021 partió Sax, las calles de la ciudad han cambiado para los niños y jóvenes de los años ochenta a la fecha; es difícil convivir entre la hostilidad cotidiana, pero es justo en esos recovecos donde los himnos fundados por Sax y la Maldita siempre mandan un hálito de esperanza, para que la música siga siendo un horizonte precioso entre las grietas de los muros de la incomprensión. Seguiremos deambulando sin rumbo fijo con Sax -al rojo vivo de un saxofón que reverbera en el oriente del corazón-.