Un nuevo contrato de amor… / Por María Luisa Prado

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Hace poco le echaba un vistazo a las estadísticas que publica el INEGI sobre la cantidad de matrimonios que se realizan cada año en nuestro querido país.

Sin causarme mucha sorpresa, vi que el número se va reduciendo cada día más. No sé si es normal, pero me sorprendió que este ritual o ceremonia social fuera a la baja.

Sobre todo, cuando sabemos que era una tradición, casi obligatoria, que había de cumplirse con la cabalidad y formalismo acostumbrado.

Es muy extraño el declive, pero está claro y es evidente que existe una crisis en el amor, el compromiso y la pareja duradera. El matrimonio tradicional está en peligro de extinción.

Voltea a tu alrededor y te darás cuenta que hay mucha gente soltera. Amigos, familiares y conocidos viven solos y no se les ve ninguna intención de casarse.

Ante esto me pongo a pensar a qué se deberá esta situación y yo misma sacó mis propias conclusiones. Sin temor a equivocarme puedo decir que la responsabilidad de todo esto la tenemos las mujeres.

Y es que es obvio. Después de estar secuestradas pasivamente por décadas por un marcado machismo y actuando en consecuencia. El tiempo y nuestro empuje, se encargó de enderezar el rumbo.

Actualmente la mayoría de nosotras hemos crecido intelectualmente y ahora somos independientes, libres y locas. Respetamos nuestro cuerpo y nuestros rituales. Hemos sabido ganarnos un lugar y lo defendemos con todo.

No nos gusta que nos manden ni que nos mantengan. Somos auto suficientes y ahora podemos vivir solas, sin esa presión tan desconcertante de vivir atendiendo a un esposo.

Es por ello, que las cosas cambiaron. Ahora hay más paridad entre los inmiscuidos y mucho menos abusos. Por eso, el matrimonio ya no es tan duradero ni atractivo. Eso veo y eso creo.

Por supuesto que esto lo digo con todo respeto y amor hacia nuestros ancestros y hacia nuestros padres. A ellos les tocó vivir una época diferente a la que vivimos actualmente. Y aunque algunos no lo alcanzaron a vivir, los que aún están presentes son testigos de este vertiginoso cambio social.

Dentro de este nuevo escenario, y desde mi perspectiva, ahora el amor se conforma de una manera distinta. Aunque seguimos siendo emocionales y hormonales, ahora aprovechamos nuestro espacio inteligente emocional para poder establecer un vínculo sano, sin resultar herida ni dañada.

Por eso en nuestras relaciones, debemos ser claras y si no conviene, pues no conviene y adiós. No pasa nada. El mundo sigue y nada cambia. Es una experiencia más que enriquece nuestra vida. Una relación de pareja que termina no nos hace más ni nos hace menos.

Es por ello que yo en lo particular y a partir de este postulado, he establecido un nuevo modelo de relación con mis pretendientes y créanme, me ha ido bastante bien.

Creo que así deberían de ser las relaciones. Además de ser muy clara, es importante poner todos los argumentos sobre la mesa, los pros y los contras. Es vital determinar acuerdos, las condiciones y las posibles consecuencias.

Consiente de que todo pasa y todo tiene un tiempo determinado, hice un plan acorde a esas circunstancias. Completamente convencida de que el enamoramiento también tiene un periodo de vida, adecúe mis condiciones para tener pareja.

Lo primero es tener claro que estaremos a prueba los dos. Con esa condición, establecer la duración mínima y una vez cumplido el tiempo volver a platicar y si nos hemos entendido bien, hacer un nuevo convenio. De no ser así, darnos las gracias y terminar.

En un par de ocasiones puse en práctica mi idea y me fue bien. En el primer caso, convenimos estar juntos por tres meses y no llegamos al tiempo establecido. Fue imposible entendernos. Terminamos muy bien y fue lo mejor.

La segunda experiencia fue similar. Pusimos tres meses de plazo y llegamos al final y decidimos seguir nuestros caminos de manera separada. No consolidamos la relación, pero quedamos como buenos amigos.

Hoy en día, estoy muy bien soltera y libre. Espero que llegue la persona indicada. Que me haga crecer y no se aburra de mis ideas. Al fin que el matrimonio, no es para mí, aunque no lo descarto si encuentro a mi alma gemela.

Bueno y lo más importante es que entienda que conmigo tiene que firmar un nuevo contrato de amor.