Urge un aeropuerto en orden, aunque esté viejito / Por Francisco Romero Elizalde

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La semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador, nombró al ex almirante Carlos Joaquín Velázquez, como nuevo director del Aeropuerto Internacional Benito Juárez Ciudad de México, con la intención de sanear de los malos manejos que ha tenido la terminal área en los últimos años, y de paso acabar con la mala idea de que la actual crisis del principal aeropuerto del país se fraguó desde dentro para obligar a los pasajeros a utilizar el Aeropuerto Internacional de Santa Lucía

Cerca de cumplir setenta años de operar, el aeropuerto capitalino ha sido, es y será, el primer acceso a nuestro país y uno de los más importantes de América Latina. Basta observar la cantidad de vuelos que realiza diariamente, que es de mil 200, para darse cuenta que sigue siendo vital para el desarrollo económico de nuestro país.

Desahuciado para muchos, feo y disfuncional para otros es sobreviviente a los intentos de desaparecerlo y continúa ofreciendo sus servicios a pesar de todo.

Por eso llama la atención que sea un hombre perteneciente a la Marina quien se encargue de poner orden en el aeropuerto, sobre todo porque hasta este momento, ningún director pudo conciliar los miles de intereses que se mueven en la terminal aérea y que han llevado al caos de este coloso capitalino.

En redes sociales y en diversos medios de comunicación se leen quejas en contra de la administración del aeropuerto, sea por el equipaje, por el mal olor, por los baños descuidados, por la prepotencia de los empleados, por la lentitud de los trámites en Migración y en Aduana, de los precios altos en los servicios y una lista interminable que crece día a día con gran rapidez.

Obviamente quien resulta más afectado es el usuario y en su enojo, lanza sus insultos al aeropuerto sin tomar en cuenta que no todo es culpa de la administración. La entidades y empresas que operan en sus instalaciones también tienen responsabilidad, pero a ellos nadie los toca. Navegan con bajo perfil, sin imaginar que ellos también son culpables de muchas situaciones que se viven dentro del aeropuerto capitalino.

Son tan intocables que ningún director ha podido meterlos en orden. Y ese siempre ha sido el principal talón de Aquiles de este coloso aeroportuario.

Por ejemplo, el robo de equipaje, es responsabilidad absoluta de la aerolínea, desde que es documentado hasta que es entregado. Ellos contratan al personal para realizar las maniobras de carga y descarga. La administración del aeropuerto es ajena a esa operación y, sin embargo, los pasajeros la culpan de los robos y del maltrato.

Estas mismas empresas no respetan los horarios establecidos para sus vuelos, obligando a detener operaciones porque ellos no respetan lo establecido, afectando toda la cadena de aterrizajes y despegues.

Las largas filas en la entrega de equipaje en llegadas internacionales dependen de la Administración de Aduana perteneciente al SAT y del Instituto Nacional de Migración. Ellos revisan y autorizan el paso hacia las bandas. Sin personal suficiente, el tiempo de espera es mucho. Aquí tampoco la administración del aeropuerto puede intervenir. Pese a ello, para la gente, la culpa es suya.

El diseño del espacio aéreo es responsabilidad del SENEAM y con ese organismo es necesario que el AICM trabaje en coordinación absoluta, sin discusiones absurdas y poco efectivas. Pocos directivos pudieron hacerlo. Si logran acuerdos, la aviación del país se los agradecerá.

Empoderados y soberbios, los taxistas concesionados se han adueñado completamente de los espacios y no permiten que llegue la competencia, a pesar de ofrecer un pésimo servicio a los usuarios. A ellos, ningún director pudo controlarlos. Los tomaron de rehenes y siempre se salieron con la suya. Esto sí, es responsabilidad de la entidad aeroportuaria.

Estos vicios, entre otros tantos, como la corrupción de algunos funcionarios, quienes utilizaron al aeropuerto como trampolín político o como caja chica, son los que han llevado a esta terminal aérea al caos.

No obstante, sigue siendo funcional, sigue operando con seguridad y es el momento de que lo salven para que vuelva a brillar como lo hizo antes y tenga una real transformación.

El gran reto del vicealmirante piloto aviador retirado, Carlos Ignacio Velázquez Tiscareño es ordenar el Aeropuerto Internacional Benito Juárez Ciudad de México, y coordinar a todas las dependencias que operan en sus instalaciones para devolverle la grandeza que nunca ha dejado de tener.

Su amplia experiencia debe hacerla valer al cien por ciento. Si lo logra

Habrá realizado una gran hazaña. Terminar con vicios, cotos de poder y negligencia no es sencillo.

Convencer a todos los que convergen en la urbe aeroportuaria es el gran reto. Respetar los acuerdos, las obligaciones y las reglas. Ese es el camino.

Además, concientizar a los empleados y a los prestadores de servicio   que dependen de los pasajeros, y que un buen servicio se traducirá en ganancias económicas y políticas para algunos.

Hoy es el tiempo de tener un aeropuerto en orden para que la aviación en México crezca como se lo merece.

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