Redacción

Doña Marina ha encarnado por 500 años una figura antagonista, la tradición popular la ubica como una traidora de su pueblo para ayudar a Hernán Cortés en la conquista de Tenochtitlan, sin embargo, los historiadores tienen otra versión.

En la víspera de los 500 años de la caída de Tenochtitlan, la figura de la Malinche vuelve a la palestra, en uno de los grandes enigmas de la historia de México.

La historia de México está plagada de mitos y leyendas. Algunos de ellos fueron producto de una tradición oral que no se sustenta en evidencia certera, por ejemplo, los relatos que dibujan a la malinche como la mujer que traicionó a su pueblo.

Sin embargo, es poco conocido que sus orígenes no son mexicas; por lo tanto, sus actos no deben ser entendidos como una traición.

Malitzin fue una mujer clave en el sometimiento de los pueblos mesoamericanos bajo el yugo español. No obstante, los relatos históricos la ubican como una villana que le dio la espalda a los mexicas para ayudar a Hernán Cortés y sus aliados a “conquistar” el territorio que actualmente se conoce como México.

De acuerdo con Bernal Díaz del Castillo, doña Marina, nombre cristiano que le dieron los españoles, era hija de los caciques de Painala, cerca de Coatzacoalcos. Cuando su padre murió, la joven fue dada a unos indios de Xicalango, quienes a su vez la entregaron a indígenas de Tabasco y, posteriormente, estos la cedieron a Cortés a su paso por el lugar.

Para los españoles, Malitzin resultó una pieza determinante, pues al hablar distintos idiomas se podía comunicar con Moctezuma en náhuatl y traducirlo a maya, a fin de que Jerónimo de Aguilar, aquel náufrago que había llegado a las costas de Yucatán, comunicara el mensaje en castellano a Hernán Cortés.

En palabras de Bernal Díaz: “…fue tan excelente mujer y buena lengua […] la traía siempre Cortés consigo y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda Nueva España”, indica el escritor.

Durante la época de la “conquista” también se crearon otros mitos en torno a las figuras más importantes de este periodo. Uno de ellos involucra a Moctezuma Xocoyotzin, quien es considerado un cobarde por haberse “rendido” ante Cortés.

De acuerdo con el historiador Guilhem Olivier, el emperador mexica emprendió batallas claves para tratar de evitar el arribo de los españoles a la capital.

“Después de medir el poder de los recién llegados, al influir sobre los mayas para que atacaran a los españoles en Cintla, el rey mexica adoptó varias estrategias para contrarrestar su progresión hacia su capital”, explica el experto en un artículo de Notihistoria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Aunado a esto, señala que Moctezuma confesó que algunas de sus tropas se encontraban en los alrededores de Cholula, cuando se desató la batalla sangrienta que dejó centenares de víctimas.

Es necesario romper con este cliché —el cual sea dicho de paso es humillante y calumnioso para los antiguos mexicanos—, y analizar nuevamente los testimonios según los cuales los mexicas sí se defendieron y que muestran que Moctezuma II no fue el soberano asustado y cobarde que abandonó su imperio sin pelear con los extranjeros”, refrendó el escritor.

Y es que, el escritor George Orwell aseguró que “La historia la escriben los vencedores”, haciendo referencia a que los relatos conocidos como verdad muchas veces carecen de objetividad. Esta situación es frecuente en la construcción narrativa de distintos países, en donde muchos intereses participan activamente.

Entre estos relatos se encuentra el que acusa a Antonio López de Santa Anna de ser el culpable de la venta de la mitad de país. En tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado en febrero de 1848, Estados Unidos obligó al presidente interino Manuel de la Peña y Peña a ceder al país vecino los estados norteños de México. Posteriormente, en mayo de ese mismo año, el Congreso aprobó la cesión acordada en dicho documento, cuando José Joaquín Herrera acababa de asumir la presidencia.

Si bien Santa Anna vendió la Mesilla, territorio con una extensión relativamente pequeña, no se le puede atribuir la pérdida de Nuevo México, la Alta California, Texas y la parte de Tamaulipas que estaba entre los ríos Nueces y Bravo.