Por Diego Catelli
En este periodo de cuarentena he pasado, sin dudas, más tiempo que nunca navegando por internet. Entre series, películas, Instagram, noticias y boletines oficiales, nunca faltó contenido para mantenerme entretenido o hipnotizado.
Sin embargo, algo que me llamó mucho la atención fueron las publicaciones y reportes sobre cómo la naturaleza, gracias a nuestra ausencia forzada, se estaba curando. Varias personas en las redes sociales celebraban como los niveles de Co2 en la atmósfera han disminuido gracias a la menor cantidad de vehículos circulando por las calles, “dándole un respiro a nuestro planeta”. Otro ejemplo son los videos que circularon por las redes sociales de animales paseando por las calles de ciudades como Barcelona, Roma, Venecia, y varias otras.
Estas noticias parecían dar un poco de brillo a nuestras vidas en estos tiempos en los que estamos desbordados de noticias negativas. No sólo pensando en los últimos meses con la cantidad de muertos causados por el COVID-19, sino que, desde hace ya mucho, noticias sobre incendios de proporciones históricas y el colapso de nuestro sistema climático llenaban nuestros celulares de premoniciones del apocalipsis.
Desafortunadamente, un poco de investigación nos muestra que la mayoría de estos videos son parcial o totalmente falsos. Por ejemplo, los delfines fueron grabados en Cerdeña (en el Mediterráneo), no en Venecia y los jabalís filmados por las calles de Barcelona son una ocurrencia común. De hecho, la mayoría de los videos e imágenes virales sobre el regreso de la naturaleza no son más que otro de los miles de recursos para ganar popularidad en línea.
Si alguien, decepcionado por esta revelación, sigue en búsqueda de contenido positivo, lo refiero a las parodias de estas publicaciones
Si entretenemos por un momento la idea que estas publicaciones son verdaderas, podemos observar un fenómeno muy interesante. Los comentarios de estos videos e imágenes hablan sobre la naturaleza luchando de regreso, de como nosotros somos el virus y el COVID-19 es el anticuerpo de la tierra, y otros comentarios más o menos cínicos. Lo que se esconde tras esta discusión es la oposición entre, por un lado, el mundo natural y salvaje, y por el otro, nuestra civilización y cultura.
Con nuestras ciudades desiertas, la separación entre estos dos mundos empieza a romperse. Un ejemplo son las áreas públicas que en estos últimos meses han sido abandonadas, donde ahora pasto y flores crecen más libres que nunca.
La viralización de estos videos apunta a que existe dentro muchos de nosotros un deseo de que esta barrera artificial sea eliminada y que en estos momentos cuando los humanos hemos sido enviados a nuestros cuartos a pensar lo que hicimos, soñamos con una mayor armonía y contacto entre nosotros y el mundo natural que nos rodea.
Impulsado por intereses comerciales, el proceso de urbanización ha crecido de manera exponencial en los últimos 50 años y muchas veces nos hemos olvidado que mantener un balance y dejar suficiente espacio para la alimentación, reproducción y refugio de las especies autóctonas es fundamental para nuestro bienestar físico y mental.
Encontrar un balance entre nuestras megaciudades y la vida salvaje es un tema que ha cobrado mayor importancia en los últimos años y varias ciudades han impulsado varios proyectos para proteger la flora y fauna. Urbes como Londres y Singapur son hogar de una gran variedad de especies y su conservación es un proyecto que requiere mucho esfuerzo por parte de la sociedad civil.
En megaciudades como estas, siempre existe el interés de expansión y de reducir los parques y jardines que funcionan como áreas de refugio y alimentación para cientos de especies. No obstante, el mayor desafío es lograr una armonía en la relación entre humanos y animales, generando un cambio cognitivo de cómo las sociedades se relacionan con otras especies. Un aspecto muy importante de este cambio es hacer que nuestros jardines y parques regresen a su estado salvaje.
El proceso de urbanización moderno trajo consigo esta idea de jardines perfectos, con arbustos “perfectamente” cortados y especies exóticas de árboles y flores. Sin embargo, lo que necesitan nuestros ecosistemas es que los dejemos reproducirse y crecer libremente, así fortaleciendo a las especies autóctonas.
Soñar con delfines y elefantes paseando por nuestras ciudades no le hace daño a nadie. De hecho, es inspirador ver cómo, a pesar de que este virus tiene un origen zoonótico, muchas personas todavía celebran el avance de animales en nuestras ciudades.
A mi parecer, esto revela un profundo deseo de mejorar la conexión entre humanos y nuestros ecosistemas. Especialmente en estos momentos en los que estamos recluidos en nuestros apartamentos y casas, lejos de bosques y praderas, el anhelo por una mayor integración entre nuestras ciudades y el hábitat natural tiene más fuerza que nunca, al menos en mí.