Una nota en La Jornada avisaba de la llegada del Éxodo por la Democracia, un grupo de amigos y simpatizantes del oriente de la capital asistimos a recibir a los compañeros en la avenida Ignacio Zaragoza.

Ahí mirando el monumento al general, recordamos aquella estampa de nuestra historia, cuando en la invasión francesa Charles Ferdinand Latrille mejor conocido como el Conde de Lorencez escribe a Francia: “Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que desde este momento, al mando de nuestros seis mil valientes soldados, ya soy el amo de México”.

Pero en el alba del 5 de mayo, Ignacio Zaragoza contesta simbólicamente el desafío y advierte a sus tropas: “Puede ser que ellos sean el mejor ejército del mundo, pero nosotros somos los mejores hijos de México”. El desenlace fue un triunfo de gloria nacional.

En 1988, tras la derrota ante Neme Castillo, el delegado del CEN priista en la entidad, Fernando del Villar, se ufanó: “En Tabasco murieron las oposiciones. Murieron no como realidad de nuestra escena política, pero sí como la ilusión trasnochada de innovaciones ideológicas y de cambios pragmáticos. Definitivamente, el neocardenismo fue un aborto de ocho meses de gestación”.

Como Zaragoza respondió a los franceses, la respuesta de López Obrador al viejo PRI que le daba meses de vida al movimiento al paso del tiempo fue contundente, con un éxodo que tres años después de esa fantoche premonición, ponía no solo al movimiento democrático de Tabasco, sino del país entero en primer plano, después del aciago periodo que había culminado con el contragolpe salinista de las intermedias de 1991, la llegada de campesinos e indígenas tabasqueños a la capital fue un nuevo mensaje de esperanza.

Narra Jaime Avilés una estupenda crónica de aquellos días:

“Para evitar los desbordamientos y el sacrificio de la gente, surgió la idea de hacer el Éxodo por la Democracia. La intención era sacar el conflicto del estado, de no optar por la toma de palacios o de carreteras, que tarde o temprano nos llevaría al enfrentamiento. Había que evadir el acoso y apostar a la movilización ciudadana pacífica. Sabíamos que, de quedarnos en Tabasco, iba a ser inevitable la confrontación.

“El sábado 23 de noviembre de 1991, la marcha sale de Villahermosa con Andrés Manuel caminando al frente de unas 500 personas. Durante varios días, la columna avanza rumbo a Veracruz y a su paso va sumando más y más simpatizantes. Deja atrás Coatzacoalcos y Minatitlán, y en los Tuxtlas, Gutiérrez Barrios llama para decir que Gobernación intervendría ante Salinas, anularán las elecciones en Cárdenas y llamará a nuevos comicios.

“El movimiento no acepta, y sigue caminando. Hacia Nochebuena, en el Cofre de Perote, con un frío tremendo, la marcha vuelve a ser interpelada por Gutiérrez Barrios. Ahora, éste asegura que se aceptará el triunfo en Cárdenas y que gobernará un concejo perredista, pero sin el doctor Carlos Alberto Wilson, su candidato a la alcaldía. “Tampoco aceptamos”, recuerda Andrés Manuel ahora, y añade que, en represalia, Gutiérrez Barrios amenazó con romper definitivamente las negociaciones, una finta que no surtió ningún efecto, porque “la moral siempre se mantuvo arriba”. En un pueblo de Tlaxcala llamado Contla de Juan Cuamatzi, los exodistas, como ya se autodenominaban los tabasqueños y sus acompañantes veracruzanos, reciben el Año Nuevo con una fiesta a la que Cuauhtémoc Cárdenas y su esposa, Celeste Batel, llevan regalos y piñatas para los niños que viajan al lado de sus padres.

“El 11 de enero de 1992, finalmente, después de recorrer a pie mil 50 kilómetros durante 50 días consecutivos, el Éxodo por la Democracia llega al Zócalo. Los caminantes son recibidos por más de 60 mil personas. Gutiérrez Barrios cede. Gobernación reconoce el triunfo del PRD en Cárdenas y en dos municipios del sur de Veracruz, pero truena los dedos para que desalojen el Zócalo.” (Avilés, 2012).

La victoria política del Éxodo reactiva al movimiento democrático nacional, se logra que se reconociera el triunfo de ese instituto en Cárdenas, Tabasco, y otros dos municipios de Veracruz. Pero Neme Castillo no respetó el acuerdo. Y dos semanas después presentó su renuncia.

En su lugar, el Congreso de Tabasco designó al senador Manuel Gurría Ordóñez, primo de Roberto Madrazo que con este movimiento vuelve a asomar la mirada en el estado (en 1988 sin éxito lo habían propuesto como candidato pero le fue negada la posibilidad por su escaso arraigo se dijo). Entonces el movimiento no solo logra resolver el tema del municipio de Cárdenas, sino logra tirar al gobernador que con toda la ayuda del aparato había logrado hacerse del cargo en 1988. En una primera batalla política de gran impacto que gana Andrés Manuel López Obrador, pues el movimiento en Tabasco ya era factor de gobernabilidad.

Sobre ese periodo un estudioso de la vida pública en el sureste ha referido: “Algunos de los elementos del notable crecimiento del PRD se encuentran, por un lado, en la fuerte beligerancia que muestran sus cuadros dirigentes, prácticamente capaces de enfrentar lo que sea; por otro, la insistencia a la resistencia y desobediencia civil, misma que es muy atractiva para una población descontenta por el deterioro de su poder adquisitivo; por último, por la capacidad que muestra para la movilización, como las marchas de 1991 y de 1994 a la ciudad de México. (Cedeño del Olmo).

A la par de la historia del éxodo y de las elecciones locales de 1991, en Tabasco se fue escribiendo otra historia en paralelo que parecía no tener nada que ver, según La Jornada: “El 10 de noviembre de 1991 es una fecha que marcó el destino político de Tabasco. Ese día la Secretaría de Hacienda asignó al Grupo Empresarial del Sureste la propiedad del Banco de Cédulas Hipotecarias (BCH), el cuarto en importancia del país. Los beneficiarios, encabezados por Carlos Cabal Peniche, Carlos Bracho González y Ricardo Armas Arroyo, pagaron por el banco 2.6 veces su valor contable, esto es, 878 mil 360 millones de pesos. Hacienda reconoció que la oferta de Cabal y sus socios no fue la más alta (de hecho empató con otra) pero de cualquier manera otorgó la concesión al tabasqueño, por su “experiencia administrativa” y su “probidad”.

A la postre, Carlos Cabal fue el financiador de la carrera de Roberto Madrazo para la gubernatura del estado, y tras la caída de Neme, Madrazo tras bambalinas comenzaría a mover los hilos a través de su primo el gobernador sustituto.

Después de la victoria del éxodo, los peregrinos tabasqueños, le dicen a Andrés Manuel López Obrador, que antes de regresar tienen que ir a dar gracias a la Virgen de Guadalupe y a Chapultepec.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.