Con la consumación del fraude electoral en Tabasco, Andrés Manuel López Obrador se concentró en la organización del movimiento social desde abajo; atendiendo y conjuntando las demandas de diversos grupos sociales, y no permitiendo que el PRD se burocratizara en la entidad. Así llegó 1996.

Refiere la revista Proceso, en el artículo “AMLO, vocación de resistencia”, que:

“En febrero de 1996 (López Obrador) encabezó bloqueos a instalaciones petroleras de Tabasco para exigir indemnizaciones a más de 40 mil campesinos y pescadores afectados por las actividades de Pemex. Los gobiernos estatal y federal recurrieron otra vez a la represión violenta: en la comunidad indígena de Huatacalca, Nacajuca, soldados y policías judiciales federales y antimotines rompieron el bloqueo de la carretera que conduce al campo petrolero Zen, uno de los más productivos de la región. Más de 200 perredistas fueron encarcelados. López Obrador intentó restablecer el bloqueo. Proceso mostró al líder opositor en la portada de su edición número 1006 (febrero de 1996) descalabrado y con la camisa manchada de sangre”.

Sobre esa etapa de represión y activismo al filo de la navaja, AMLO escribió:

“Tras el fraude de 1994, decidimos continuar la lucha. En aquellos días el gobierno intentó, como ahora, privatizar el petróleo. En particular las plantas petroquímicas. Cabe recordar que en aquel entonces, el secretario de Energía era Jesús Reyes Heroles, el actual director de Pemex. En consecuencia, nos abocamos a defender el patrimonio nacional. El movimiento de resistencia civil pacífica causó, incluso, el paro temporal en algunos campos petroleros de Tabasco. Por eso también entonces me atacaron mucho. Encarcelaron alrededor de 200 compañeros, porque llegaba la policía y la determinación era que nadie opusiera resistencia y que todos estuviéramos dispuestos a ir a la cárcel. Ésa era la consigna. Se acordó en una asamblea general, es más, se votó en la plaza pública: “¿Estamos dispuestos a defender el petróleo aunque tengamos que ir todos a la cárcel como parte de la resistencia civil pacífica?”. La respuesta fue: “Sí”.

“Tengo grabada en mi memoria, como una fotografía, la escena repetida de cuando llegaba la policía a los distintos lugares de protesta en toda la zona petrolera del estado: recogía a la gente y se ponían otros. Regresaba la policía y lo mismo. Hasta que las cárceles resultaron insuficientes. Además, en sentido estricto, no se tomaron las instalaciones petroleras, sino los caminos que conducen a ellas; caminos que son, al mismo tiempo, las calles a las comunidades. Sencillamente, fue decir: “Ya no pasan por mi pueblo”.

“Giraron 12 órdenes de aprehensión en mi contra por todos los delitos habidos y por haber. Pero no se atrevieron a encarcelarme. Ahora los panistas siguen amenazándome con ese expediente. En esos días de protesta me descalabraron y estuve sometido a fuertes presiones. Sobrevolaban helicópteros muy cerca del techo de nuestra casa en Villahermosa. Dos mujeres que estimo mucho, Carmen Lira y Lourdes Galaz, fueron a Tabasco y se llevaron a mis hijos a un hotel para protegerlos.

“Pero salimos adelante y no pudieron privatizar la petroquímica. Además hicimos notar el daño que ocasiona PEMEX en comunidades indígenas”. (López Obrador, 2007).

Incluso en 2019, 23 años después los panistas en el Senado de la República, decían que Andrés Manuel López Obrador tendría más de 50 años de cárcel por la toma simbólica de pozos de acuerdo con la nueva ley aprobada en el Congreso de Tabasco.

Durante varios años la derecha y los panistas en especial blandieron aquel expediente, para desvirtuar la lucha obradorista, sin embargo, este hecho es a lo largo de la historia reciente un botón de orgullo, de cómo el dirigente y el pueblo organizado no cayeron en la violencia ni la provocación, resistieron con firmeza la represión sin caer en las agresiones de los policías y el ejército, no claudicaron de sus ideales, y defendieron los bienes de la Nación incluso pagando con cárcel y afrontando el brutal amarillismo mediático. Como es costumbre, los medios de comunicación locales desataron una campaña de linchamiento contra el movimiento, y nada dijeron de la ilegitimidad del régimen de Madrazo y de los abusos y afectaciones hacia los campesinos e indígenas por parte de Pemex.

En aquellos años surgió una premisa constante de López Obrador: “un dirigente puede poner en riesgo su vida pero no la de los demás”. Por ello, cuando la policía y el ejército llegaron con macanas a disolver los bloqueos AMLO pidió que se actuara contra él y no contra el pueblo. Para evitar la violencia en el contexto de la lucha electoral o social, López Obrador rompía el cerco y escalaba la lucha a la capital del país, o “el centro” como se le llamaba, pues sabía que no había un interlocutor válido a nivel local, pues el gobierno priista no solo era ilegal e ilegitimo sino emplearía las instituciones facciosamente dando al pueblo trato de enemigo de sus intereses, sin importar llenar las cárceles de gente que ejercía el derecho constitucional a la libre expresión.

Eran una brújula para orientarse en aquellos tiempos difíciles las palabras de Mahatma Gandhi: “La no violencia es el primer precepto de mi fe. Pese a ello, o bien me sometía a un sistema que había causado un daño irreparable a mi país o bien me arriesgaba a que la furia de mi pueblo se desatara”. AMLO siempre ha apostado a la lucha no violenta, y a buscar el camino de la sabiduría popular para trascender la provocación y evitar que “la furia de mi pueblo se desate”. Pues en el terreno de la violencia el Estado tendría todas las condiciones reales para que el pueblo fuera el más afectado.

Rememora Héctor Alejandro Quintanar: “En 1996, ante las críticas del líder nacional del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, AMLO y diversos militantes tabasqueños del Sol Azteca cierran los accesos a los campos petroleros de Nacajuca, donde los ejidos de Tapotzingo, Olcuatitán, Tecoluta y Oxiacaque se ven afectados por las instalaciones de Pemex, empresa a la que demandan solucionar la contaminación generada y el debilitamiento de sus tierras. Asimismo planteó otra serie de demandas:

  • Hacer de Pemex una palanca del desarrollo nacional
  • Reducir en Tabasco el precio de la gasolina y el gas
  • Indemnización de campesinos y pescadores afectados por Pemex
  • Transparencia en la Información sobre dónde fue a parar el dinero de las privatizaciones de bancos y paraestatales”

De esta etapa surgieron grandes lecciones para el porvenir del movimiento:

La no violencia como forma de lucha, y la defensa del petróleo como bien de la Nación y palanca del desarrollo nacional pero llevando los beneficios y no solo los costos a las comunidades. “No puede haber gobierno rico y pueblo pobre”, solía decir desde esos días turbulentos López Obrador, la semilla de una profunda transformación seguía sembrándose.

Días antes del bloqueo de los caminos a los pozos, AMLO había presentado su 4° libro escrito hasta la fecha titulado Entre la historia y la esperanza, en el Centro Cultural San Ángel que lució abarrotado, y que era el espacio natural de las reuniones de la izquierda en la capital. Después de los días del bloqueo, la persecución contra el dirigente se agudizó y se conjuntó malamente con una noticia personal. Escribió Jaime Avilés:

 

“Así aparece (AMLO) en los periódicos de la mañana siguiente: los brazos cruzados, la mirada llena de ofuscación, la camisa blanca salpicada de sangre. Fuera de sí, porque esa foto catapulta a su más odiado adversario al estrellato de la política, Madrazo ordena que le giren dos, no, tres órdenes de aprehensión. Cientos de indígenas rodean la casa de la colonia Galaxias, deseosos de proteger a su líder. Un helicóptero policiaco sobrevuela a pocos metros de la azotea. Los noticieros de radio y televisión predicen que su arresto es inminente. Durante varios días, las falsas pero insistentes noticias radiofónicas y el helicóptero ensordecedor que sobrevuela de la mañana al oscurecer, ejercen una presión psicológica constante.

“Los ejidatarios que montan guardia en la calle se multiplican, pese a que Andrés Manuel los exhorta a que mejor visiten a los presos. Pero lo peor de todo es que cada mañana, desde temprano, unas señoras muy gordas y muy afligidas se sientan en los sillones de la sala y no hacen otra cosa que llorar y llorar, de repente incluso a gritos, “¡ay, porque ya van a encarcelar al lijenciado!”.

“Rocío (esposa de AMLO) se asusta. Ahora ya sabe qué tiene. No es ninguna broma. Se llama lupus. Lupus: una enfermedad degenerativa, progresiva y mortal. En medio de la zozobra que invade su casa, ante el peligro no hipotético de que le hagan algo a Andrés Manuel, no piensa sino en sus hijos. Si él cae preso y ella muere, ¿qué será de los niños? En ese momento decide bautizarlos para que tengan un padrino, o mejor, una madrina que los cuide y los proteja, una mujer de carácter, como ella. No será, por supuesto, ninguna de las señoras que aúllan en la sala. Cómo le gustaría amordazarlas, para disfrutar solamente del ruido del helicóptero. Por las noches, cuando el ajetreo se aplaca, Andrés Manuel se pone sombrío después de la cena y le habla de otros disidentes a quienes la cárcel les salvó la vida. —Si Carlos Madrazo se hubiera unido al movimiento estudiantil del 68, tal vez lo habrían metido a Lecumberri como a Heberto Castillo, pero no lo habrían asesinado, tal vez… “(Avilés, 2012).

AMLO tuvo aguante ante la mala hora de la represión de los caciques tabasqueños, y la noticia de la enfermedad degenerativa de su entonces esposa; se impuso “la voluntad de vivir” para seguir luchando en lo íntimo del dirigente del sureste, voluntad que como dice el Dr. Enrique Dussel, es la esencia del noble oficio de la política.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.